2 - Habilidad

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¿Cuándo empezó todo esto?

La niña tenía esa habilidad desde siempre, o al menos desde que ella podía recordar.

Al principio no le parecía especial, era algo que simplemente estaba ahí cada que un castillo de naipes no soportaba el viento, o una partida de jenga llegaba a su fin. La emoción hacía que el paso del tiempo se ralentice. Los adultos siempre decían que en momentos así "el tiempo se detiene" así que supuso que era normal.

Fue su padre quien le señaló la diferencia. Ver todo pasar lentamente sin poder hacer nada más que mirar es normal, analizar, sacar conclusiones, y tomar decisiones a esa velocidad no lo es.

Era, por supuesto, un fenómeno puramente mental así que su cuerpo seguía moviéndose a una velocidad normal, gobernado por las leyes de la física.

Un día en la playa su padre gritó "¡Piensa rápido!" y le lanzó una pelota directo a la cara a la niña. Ella giró apenas a tiempo y sin embargo pudo atraparla suavemente. Unos cuantos milisegundos son suficientes cuando no pierdes tiempo paralizado pensando qué hacer.

¿No sería genial poder manejar esa habilidad? El padre le dijo a la niña que su habilidad funcionaba con sus emociones, así que si aprendía a controlar sus emociones podría usarla a voluntad.

Aprender a controlar su habilidad no fue tarea fácil pero tampoco habían presiones, era una especie de juego secreto entre una niña y su padre, un truco de magia para impresionar a las visitas... hasta que un día en la escuela recibió un examen, lo miró, pensó las respuestas, las escribió y lo entregó al profesor sólo veinticinco segundos después.

Costó trabajo convencer al profesor que no le habían dado las respuestas con anticipación, pero una vez que quedó claro que no hubo trampa la escuela prácticamente suplicó que la inscriban a concursos. Era prestigio (y publicidad) para la escuela y para la niña.

Y la niña estaba feliz.

Dos años después, ese camino la había llevado a un concurso nacional en el que llegó invicta a la final sólo para perder contra un niño que, hasta donde se podía ver, no tenía ninguna habilidad especial...

Ese fue el momento en que empezó todo esto.

La respuesta le pegó en la cara tan fuerte que recién ahora, en la eternidad de sus últimos pensamientos, entendió. Ese niño no tenía ninguna habilidad como ella pero tampoco ningún control. Era una esponja absorbiendo todos los conocimientos que tenía enfrente sin orden ni contexto, sin pedir permiso ni consejos. La sed de nuevos conocimientos es irresistible.

En las circunstancias adecuadas, la curiosidad se vuelve un ansia. Había caído en esa trampa y estas eran las consecuencias.

La noche en la que conocí el miedoWhere stories live. Discover now