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Hoy nos tocaba una salida diferente, habíamos planeado ir al boliche con los chicos, esta vez entre ellos y nosotras nos mentimos. Ja, a mí me dijeron que iba Tobías. Y nosotras dijimos que iba a ir Lucía para que esté con Alejo, que era el dueño del auto.

Las cosas se dieron así, qué podía hacer.

Opté por ponerme más arreglada que en la otras juntadas, la intención era impresionar a Tobías: un pantalón corto de jean, un top rojo pegado al cuerpo que tenía la espalda descubierta, borceguís bordos, y los labios bien oscuros, haciéndolos más gruesos por el delineado.


Me di cuenta que Alejo quería conmigo, porque me hablaba al oído, pedía que vaya de copiloto y que elija la música, cosas que no hice. No iba a estar con él, o sea, se metió con Lucía, no me parecía lindo y apenas lo hablaba; no podía hacerle eso a Tobías.

En el boliche, donde entramos gratis por suerte, con las chicas no nos demoramos en ir a dar una vuelta general, porque no habíamos estado allí antes.

Compraron tragos que salían más baratos que las demás bebidas, y decidimos salir afuera a bailar para de paso tomar algo de aire, ya que adentro se encontraba repleto de personas.

Bailaba moviendo las caderas de un lado a otro –vamos a turbiar– tiré de Luciana, abrazándola por la cintura –nosotras vamos al baño– reí.

Romina esta vez prefirió quedarse junto a Manuel, si bien con Luci nos burlábamos, te entiendo Romi, yo haría lo mismo si estuviera Tobías acá, no lo dejaría por nada en el mundo, no me apartaría o simplemente me quedaría a un costado si es que él me quiere lejos.

Entre tantos chicos que nos pedían para bailar, Luciana terminó besándose con tres y yo con dos.

Al volver con Manuel, Alejo y Fabio, unos chicos me vieron bailar algo alejada por lo que me pidieron que mandara saludos a un tal luchito, pedían que lo insulte o que le diga que yo andaba de gira con ellos. Después del audio, me besé con un chico muy pero muy lindo alto, rubio y de ojitos claritos. Ay, de eso no me arrepentí.

Tampoco me arrepentí cuando, casi al final del boliche, un grupo de chicos nos pidió a mí y a Luciana que nos saquemos fotos con ellos.

Y mucho menos en el momento en que Luciana le habló a un chico, alto, morocho y de barbita que si quería bailar conmigo, hablamos un poco y me terminó comiendo la boca. Pero literal, este chico me encantaba. Recuerdo que no nos dimos los números porque Manuel tenía mi celular y claramente ninguno iba a memorizarse el celular del otro, aunque las ganas de quedarme con él para seguir la gira en otro lado no me faltaron.

Al salir del boliche iba de la mano con Luciana.

–Me quiero hacer a alguien. Fabio no me dio bola en toda la noche–.

–A ver– toqué el hombro de un chico –disculpá, mi amiga quiere con vos–.

–No, está bien–.

Luciana le escupió, literal, ¡le escupió la cerveza y empezó a reírse para escabulliros entre las personas!

– ¡Pelotuda, cómo le vas a escupir! –.

–Ay, Mar, dale, buscá a otro chico– caminaba medio mareada.

–Chicas, ¿tienen hora? – preguntó otro chico, demasiado simpático y de barba.

–No pero...–.

Luciana se abalanzó a él, dándole un pico –discúlpala, está borracha —dije.

–Me voy mejor, aunque vos estás más bonita– se alejó.

– ¡Estás en un pedo! – iba retándola.

Cruzamos la calle, porque los demás ya estaban más adelantados por cruzar la ruta y poder subirse al auto.

Sentí como toda mi espalda se mojaba y mi cabello chorreando, volteé molesta, Luciana me había tirado la cerveza que quedaba en el vaso.

– ¡PELOTUDA DE MIERDA, QUÉ CARAJO DE PASA! – le pegué en la mejilla.

–Ay, Martu, perdón– me quiso abrazar.

– ¿Qué les pasa? Vamos que Manuel se está cagando de odio– llegó Romina, apurándonos ahora que no cruzaba ningún auto.

–Perdón, Martina–.

–Dejame de joder, boluda. Te pasaste– entré al auto.

Alejo preguntó dónde íbamos a ir pero como nadie sabía muy bien, seguimos a los autos que iban detrás de uno que iba escuchando música. Nos metimos a la colectora, donde bailamos en la calle por la música proporcionada de los diferentes autos.

– ¿Por qué corremos? – gritaba yo, siguiendo a los demás.

– ¡La policía, Martu! – respondió agitada Romina.

Sentía adrenalina y miedo, veía el auto tan lejos. Me esforcé un poco más y logré ser la primera entrar, a los treinta segundos Alejo dobló en U para ser uno de los primeros en salir de allí.

Continuamos yendo a donde los autos se dirigían, terminamos en los cuadraditos, un lugar que se encontraba en el medio de otra ruta, era un espacio lleno de pasto donde había cuadrados pintados de diferentes colores y podías sentarte allí.

–Puta madre– salí del auto, porque se estaban burlando de mi cara de culo. Fui a apoyarme a otro auto y los comentarios desubicados de algunos no tardaron en llegar o también ofrecerme ir con ellos. Manuel vino detrás de mí para abrazarme y nadie más me dijo nada.

Me molesta demasiado: ¿por qué cuando ven a otro vago se callan? Deberían entender y tener el mismo respeto a cuando digo NO.

Estaba esperando a que Romina y Luciana terminen de hacer pis detrás de un árbol.

–Dale, Martina, que nadie te ve– dijo apresurada Luci.

Una vez que mi vergüenza disminuyó y estaba bajando mi pantalón, vi las luces titilantes y escuché las sirenas de la policía.

–Qué lo parió– corrí en dirección a los autos de nuevo, me estaba gustando la sensación de adrenalina. Estaba a punto de meterme en un auto que confundí con el de Alejo.

–Boluda– Manuel tomó mi mano, guiándome a 'nuestro' auto y subimos, esperamos a Fabio y a Romina para arrancar y tomar una segunda ruta demasiado vacía.

Al parecer esta vez iríamos directamente a casa, o a la construcción.

Pero seguía pensando en Tobías. Por favor, que alguien lo saque de mi cabeza.

Tenía miedo de que ya no nos juntemos más, y que sólo pueda verlo en el colegio, donde claramente no podíamos hablar porque seguía problemas para él.

¿Alguna vez no tuvieron miedo de no ver jamás a alguien? Porque yo sí, y en esos momentos las ganas de llorar sumado al dolor de cabeza no se iban más. Era una necesidad de aunque sea verlo para quedarme tranquila, y después querer llorar al darme cuenta lo imposible que parecía estar juntos.

Debía encontrar formas de buscarlo pero parece que él prefería jugar a esconderse de mí, y ganaría, le iba a dejar que lo haga, porque estaba dispuesta a que esté feliz.

Lo que jamás dije.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora