17. Un día de primavera.

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Se despertó al oír el llanto de un bebé y al sentir como alguien se removía del otro lado de la cama casi al mismo tiempo. Sabía que podía dejarlo pasar en ese momento, también estaba bastante cansado y la mañana sería bastante larga, por no decir que era una rutina de todos los días el despertarse mucho antes de que saliera el sol, pero tomó la caliente mano de Saruhiko para que éste se volviera a recostar.

—Yo voy. Tengo que levantarme igual a hacer el desayuno—resolvió por su cuenta, en un susurro que denotaba su cansancio.

Misaki no pudo evitar la sonrisa de diversión que apareció en su rostro cuando Saruhiko murmuró algo ininteligible y cayó en la cama como saco de patatas. A diferencia del ojiazul, no tenía que trabajar y no era tan egoísta aunque su cuerpo y mente le exigieran un par de horas más de descanso. Prefería consentir un poco más al alfa en esos momentos tan estresantes de su nueva y caótica vida como padre. Además que el azabache tendría turno hasta bastante tarde y esas horas extra de sueño serían necesarias.

Estúpido ex rey azul y sus ideas que alejaban a su esposo de casa hasta tarde.

Misaki se incorporó de la cama y se estiró como si se tratase de un gato antes de dirigirse hacia la cuna del pequeño bebé que clamaba por atención y, al tomarlo en brazos, el silencio fue casi instantáneo en la habitación, tanto como su sonrisa y la del niño que lo observaba curioso (y podría apostar que hasta divertido).

En ese aspecto, el bebé se parecía mucho a Saruhiko. Demandante y bastante puntual, exigía su biberón a las cuatro y media de la mañana cada día y después evitaba, a toda costa, que lo volvieran a dormir. Ser padres primerizos no había resultado nada fácil, ni siquiera cuando cargó casi nueve meses a ese pequeño bribón en su vientre. Aún recordaba sus fuertes golpes cuando tenía la vejiga media llena o cuando estaba a punto de quedarse dormido...O las náuseas que le provocaron los antojos extraños que sufrió Saruhiko a lo largo de su embarazo, que sólo le hacían perder la poca y hormonal paciencia que le quedaba porque el que tenía el bebé adentro no era el azabache y no estaba para cumplirle caprichos a su esposo cuando no podía ni siquiera olerlo sin sentir náuseas. Fue bastante iluso por parte de ambos pensar que una vez con el bebé fuera las cosas mejorarían en cuanto a las horas de sueño, y de la intimidad.

Jah, inocentes idiotas.

Se dirigió a la cocina y sentó al bebé en la silla especial de infantes que Kisa había encargado al extranjero para su nieto -uno que consentía con las cosas más extrañas que cualquiera pudiera pensar-. Mientras escuchaba los gorgoritos que su hijo hacía después de pasarle una cuchara, que el menor encontraba francamente impresionante y Misaki seguía sin entender por qué o qué le veía de interesante a aquel objeto, puso a calentar agua para prepararle el desayuno a los dos bebés que tenía que cuidar.

Café para el más grande y leche especial para el más pequeño, pensó no sin cierta diversión.

Fushimi Haruki, de tan sólo cinco meses, era una perfecta combinación de las peores características de ambos, como pensaba jocosamente cuando el menor jugaba con la comida y se embarraba de pies a cabeza o cuando lloraba y pataleaba hasta que todos en el lugar en el que se encontraran le prestaban atención. Lo último lo hacía todo el tiempo, ya sea con su mamá y hermanos que lo consienten hasta decir basta, o incluso con Kisa que había resultado extrañamente experta para cargar bebés y hacerlos dormir. Pero a pesar de todas esas cosas que le hacían rodar los ojos con exasperación algunas veces, sabía que su hijo había heredado el gran cerebro de su padre (ya era capaz de decir mamá y papá, y un montón de palabras más casi sin problemas y era francamente impresionante escucharlo). Por parte suya, le heredó el buen hábito de comer sano, puesto que cuando comía papillas de verduras no arrugaba la nariz como el otrora niño crecido con el que estaba casado desde hace un par de años. Aunque aún faltaba ver qué pasaba más adelante con eso. Misaki no cantaba victoria todavía.

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