Ángel sintió el deseo de pasar un día con ella antes de la boda en alguna parte, fuera de la vaquería, como última correría con ella dentro del noviazgo; un día romántico en circunstancias que nunca más habían de repetirse, teniendo por delante aquel otro, más luminoso y solemne. Durante la semana anterior a éste, le propuso, pues, a Tess la idea de ir a efectuar ciertas compras a la ciudad vecina, para lo cual habían de ir los dos juntos.
Había hecho Ángel en la vaquería la vida de un recluso, completamente apartado de las personas de su condición social. Hacía varios meses que no iba a la ciudad, y, no necesitando vehículo, no había pensado en proveerse de él, alquilándole el jaco o el calesín al ganadero siempre que tenía que hacer alguna excursión larga. Y en el calesín fueron aquel día.
Y por primera vez entraron en las tiendas, como si ya fueran marido y mujer. Era la Nochebuena, con sus cargas de muérdago y acebo. La ciudad estaba atestada de forasteros llegados de todas partes con motivo de la festividad. Tess, que iba del brazo de Ángel, muy oronda y radiante de puro feliz, llamaba la atención de todos.
Al anochecer volvieron a la fonda en que se hospedaban, y Tess esperó en el vestíbulo, mientras Ángel daba orden de que trajeran a la puerta el caballo y el calesín. El salón estaba lleno de huéspedes que no cesaban de entrar y salir, y cada vez que se abría la puerta para dar paso a alguno, la luz del salón daba de lleno a Tess en el rostro. Dos hombres, al salir, pasaron rozándola. Uno de ellos se la quedó mirando como sorprendido, y Tess creyó reconocer en él a un patán enriquecido, a quien conocía de haberle visto alguna vez en Trantridge.
—Guapa doncella —dijo el otro.
—Sí, guapísima. Pero o mucho me equivoco o... —Y no llegó a expresar todo su pensamiento, pero sí negó el resto de la definición.
En aquella sazón volvió Ángel de la cochera, y al trasponer el umbral vio el gesto del hombre, oyó sus palabras y notó el encogimiento de Tess. Aquella impertinencia le hirió en lo vivo, y sin pensar lo que hacía le pegó al hombre un puñetazo en la barbilla con toda la fuerza de su brazo, haciéndole vacilar y retroceder hasta el pasillo.
Se recobró el patán e hizo ademán de responder a la agresión, por lo que Ángel se colocó delante de la puerta en actitud defensiva. Pero su adversario lo pensó mejor. Miró de nuevo a Tess al pasar junto a ella, y dijo a Ángel:
—Usted dispense. Fue una equivocación. Creí que se trataba de otra mujer que vive a sesenta kilómetros de aquí.
Recapacitando Ángel en que se había dejado llevar de un ciego impulso y en que además merecía reproche él también por haber abandonado a Tess en el pasillo, extendió su mano al hombre y ambos se separaron dándose las buenas noches en el tono más pacífico del mundo.
—Pero ¿fue equivocación? —preguntó al vapuleado su acompañante.
—¡No!... ¡Lo dije por no ofenderle a él!
En aquel momento se alejaban ya los novios.
—¿No podríamos apizzaLT un poco el día de la boda? —preguntó Tess con voz velada—. Quiero decir, si quisiéramos.
—No, amor mío. Cálmate. ¿Lo dices para que ese hombre tenga tiempo de denunciarme? —le preguntó a su vez Ángel, risueño.
—No..., sólo lo decía por si tuviéramos que aplazarla.
No aparecía muy clara la intención de Tess y su novio la exhortó a alejar de su mente aquellas preocupaciones, lo que ella hizo en cuanto le fue posible. Pero en el viaje de vuelta estuvo todo el tiempo muy triste, hasta que por último pensó: «Gracias que nos hemos de ir a vivir muy lejos de aquí, a cientos de kilómetros de estas tierras, donde no podrá sucedemos nada por ese estilo, ni se nos atravesará en el camino ningún fantasma del pasado».
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Tess, La De Los D'Urberville
RomanceLa novela se ambienta en el empobrecido y rural Wessex durante la Depresión prolongada. Tess es la hija mayor de John y Joan Durbeyfield, campesinos rurales sin educar. Un día, Parson Tringham informa a John que él tiene sangre noble. Tringham ha de...