Epílogo

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No podía dejar de llorar. Desde que había empezado a escribir  aquellas cartas nunca lo dejó de hacer. Las hojas estaban mojadas por sus lágrimas amargas que no dejaban de caer por sus mejillas. No quería morir. No quería dejarla.

—¡Quiero vivir!— comenzó a gritar.— ¡Quiero tener una vida a tu lado! ¡Yo no quiero esto! ¡Nunca quise nacer de esta manera!

Enfermeros que habían pasado por su habitación escucharon sus gritos. Asustados entraron en el cuarto y buscaron rápidamente un sedante para poder calmar al chico. Los sonidos del electrocardiograma eran rápidas y constantes.

—¡No quiero esto! ¡No quiero morir! ¡No quiero entregarla a nadie!

—¡Joven, calmese por favor!— varios enfermeros comenzaron a sujetarlo de los brazos y las piernas para que no se moviese, y le inyectaron un sedante para que pueda dormirlo.

Poco a poco su fuerza comenzó a abandonarlo y quedo tendido en la cama. Sollozó débilmente repitiendo sus mismas palabras y deseos. Definitivamente no quería morir y dejar a su amada sola. Soportaría todo el dolor que fuera necesario para poder volver al lado de la persona que amaba. No quería rendirse. Tal vez Janne no se había dado cuenta pero él sí.

—Janne...— susurró su nombre. La extrañaba mucho. No la había vuelto a ver desde aquel día en el que ella había malinterpretado la escena con su hermana. Cuando quiso seguirla su estado empeoró y fue llevado de emergencia al hospital.

Quería llorar, patalear. Quería que el destino no fuese tan cruel con él y no lo separase de su familia. Quería estar sano y volver a ver a su hermoso ángel y su angelito que venia en camino.

Escuchó los gritos de varias personas, de entre ellos creyó haber escuchado los gritos de su hermana y de sus padres, también llego a escuchar varios pitidos de la maquina al cual estaba conectado. Pero todo ya le parecía lejano, ya no sentía nada.  Trataba de tomar el aire suficiente para mantenerse aún vivo, pero cada vez que exhalaba poco a poco se le iba la vida entre sus labios. A su mente le llegaron unos últimos recuerdos, todos ellos pasaron demasiados rápidos. Y en uno de sus recuerdos apareció Janne, su amada. Recordó como es que hacia un mes atrás  llegando juntos a su hogar de un momento a otro cuando estaban conversando Janne de mareo. Asustado la cogió de los hombros y le preguntó si se encontraba bien. Quería llevarla al hospital. Pero ella le dijo que no se preocupara, que solo se había mareado porque ese día no había desayunado. De pronto a su mente le vino una ilusión, una que anhelo que fuese real. Se vio a él mismo, a Janne y a un pequeño en sus brazos. Cuanto le hubiera gustado ser padre y hacer una vida con su princesa. Lágrimas bajaron por sus mejillas.  Pero de nuevo la obscuridad le hizo entender que al final sus sueños no podrían hacerse realidad. Dio su último suspiro deseando lo mejor para su amada. Ya no tenía nada más que darle. Él le entregaba su corazón.

Fin.

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Se acabó, realmente me duele mucho tener que acabar de esta manera la historia. La verdad es que no me gustan los finales tristes pero quería probar de alguna manera como se sentía escribir una historia así. Lamento si tal vez no les gusto, yo también me siento triste por terminarlo de esta manera.

Te Entrego Mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora