Capítulo 15

716 34 2
                                    

Asentí, sin dirigir mi mirada hacia él, no quería llamar la atención, y, si lo que decía Jesús era cierto, prefería no meterme en problemas el primer día de clases con aquella profesora, quería pasar desapercibida el mayor tiempo posible y deseaba que no me cogiera manía nada más entrar en clase.

A decir verdad, ningún profesor se portó mal conmigo nunca, entregaba mis tareas y trabajos bien y en plazo de tiempo correspondiente, además, tomaba apuntes en clase y estudiaba lo suficiente para cada examen, aún así, siempre había algunos que me salían mejores que otros, y no niego el haber suspendido alguno por falta de estudio o de atención.

 —En mi clase no quiero bromitas, esta es una asignatura difícil, no os lo voy a negar, y por ello quiero seriedad absoluta. No vamos a esperar a nadie que no preste atención en clase, por lo que, si alguien cree que no va a poder sobrellevar todo ello, que salga del aula ahora.  —advirtió la profesora, seguramente creyendo que todos asentiríamos en silencio, esperando a que siguiera su explicación del procedimiento de la asignatura o algo así.

Hasta a mí me sorprendió que dos chicos recogieran sus cosas con una rapidez inhumana y se levantaran de sus asientos, dispuestos a marcharse de clase, con aire decidido. Jesús, que había girado todo su cuerpo hacia los dos asientos en los que ellos estaban, soltó una breve carcajada, con un tono muy bajo de voz. Los dos alumnos pasaron junto a nosotros para, segundos antes de alejarse por completo chocar los puños con mi compañero de mesa, que aún poseía una expresión de diversión en el rostro. Ambos salieron del aula, a la vez que Jesús giraba su mirada hacia mí, para luego dejar todo su cuerpo hacia el frente.

—¿Son amigos tuyos? —le pregunté en un susurro, vigilando que la profesora, que seguía hablando de las lecciones que daríamos cada trimestre, no se diera cuenta de que estaba hablando.

—Sí, si quieres te los presento en el segundo recreo. Parecen los típicos malotes, pero en realidad son sólo un poco capullos. —respondió, también susurrando en un tono de voz tan bajo como el mío.

—Señor Jesús Oviedo. Si no le interesa lo que estoy contándoles, lo mejor es que salga de clase, le avisaremos cuando cambiemos de tema. —le riñó la profesora, cruzándose de brazos y girando todo su cuerpo hacia nosotros.

El día que perdimos la inocencia. [Gemeliers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora