Extrañamente, a esa hora de la tarde aquel parque estaba casi vacío, solo se escuchaba el viento al soplar y el sonido de las hojas moviéndose a causa de este, algunas de ellas cayendo al suelo, el lugar estaba muy tranquilo. De pronto esa tranquilidad fue perturbada debido a la aparición de dos personas distintas.
De un lado, un niño pelinegro de unos diez años iba montando su skateboard, disfrutaba del viento acariciando su rostro y la adrenalina del momento. En dirección opuesta, un pequeño rubio que aparentaba la misma edad del pelinegro, corría apresuradamente sin fijarse hacia donde iba, con varias lágrimas deslizándose por su mejilla. En ese momento debido a la velocidad de ambos, chocaron.
- Disculpa, no pude frenar a tiemp.... ¿Por qué lloras? ¿Te golpeaste muy fuerte? - el primero en hablar había sido el pelinegro, quien se levantó sacudiendo su pantalón y le extendió la mano al contrario para ayudarlo a levantarse.
- No es nada, descuida - respondió el rubio secando sus lágrimas y poniéndose de pie por sí solo sin aceptar la mano del otro, levantó la mirada y le sonrió, pero cualquiera podría ver la falsedad en esa sonrisa - fue mi culpa por correr sin ver a donde iba.
- Nadie llora por nada, dime ¿Por qué llorabas? - el niño de la skate era demasiado curioso, y era aún más inocente que los demás niños de su edad.
- Yo... no estaba llorando - mintió, pues no sabía que más hacer ante la insistencia del contrario - debo regresar a mi casa - se dió la vuelta, no quería seguir hablando con aquel niño, en ese momento no deseaba hablar con nadie.
- ¡Mentiroso! ¡Sé que estabas llorando! ¡Yo te ví! A demás, aún tienes los ojos rojos - hizo un puchero cruzándose de brazos, entonces volvió a subir a su skate y avanzó hasta ponerse frente al rubio de ojos azules - no sé porque estás triste, pero seguro si jugamos un rato te pondrás feliz - le dedicó una enorme e inocente sonrisa.
- ¿Quieres jugar conmigo? - cuestionó con el ceño levemente fruncido.
- ¿Te cuento un secreto? - susurró volviendo a bajar de la skate y acercándose más a él - escapé de casa.
- ¿Qué? No es bueno escapar, podría pasarte algo malo, debes volver a tu casa, seguro tus padres estarán preocupados.
- Pero, allá la paso muy solo, mamá y papá no me dejan jugar con otros niños, solo cuando los hijos de sus amigos llegan de visita, y la paso encerrado, es muy aburrido jugar solo ¡Por eso escapé! Pero pienso regresar para la cena.
- Supongo que no estaría mal jugar un rato - dijo el de ojos azules suspirando resignado, pensaba que podría ser bueno para él entretenerse un rato con ese niño y olvidar las tragedias que a su corta edad estaba empezando a vivir.
Así ambos niños comenzaron a jugar, entre risas y persecuciones, finjiendo ser piratas o grandes héroes, fue una tarde inolvidable para ambos. Uno de ellos sintió que por fin había encontrado un amigo para divertirse y ya no se sentía tan solo; mientras que para el otro fue un pequeño escape de su realidad sintiéndose un niño normal otra vez.
- Ya debo irme, y creo que tú también, pronto será la hora de la cena - comentó el rubio <<En casa me matarán si no llego pronto>> pensó.
- Entiendo - respondió el pelinegro de ojos miel mientras suspiraba - ¿Como te llamas?
- Ni nombre es Elí, ¿Cual es el tuyo?
- Soy Andrew ¿Podemos vernos mañana aquí a la misma hora para jugar?
- Me gustaría, pero no es bueno que te pases escapando de casa, a demás yo tampoco puedo escaparme muy seguido, pero.... tal vez algún día volvamos a vernos aquí en el parque - le sonrió, aquella si era una sonrisa sincera - nos vemos Andrew.
Luego de ese día, cada vez que tenían una oportunidad los niños escapaban e iban al parque con la esperanza de encontrar al otro, las primeras veces habían tenido la mala suerte de no conicidir, pero luego de unas semanas pudieron volver a jugar como aquel día. Así el tiempo pasó y ellos se fueron haciendo grandes amigos, teniendo encuentros casuales para jugar.
Elí no quería que Andrew supiera quien en verdad era él, se había enterado que el pelinegro era hijo del presidente de una de las más importantes firmas de abogados del país, y dudaba que aquel hombre tan importante quisiera que su hijo tuviera una amistad como él; aunque conocía a Andrew y sabía que a este no le importaría su clase social, pensaba que con los familiares de este las cosas serían diferentes.
Por otro lado tampoco quería que sintiera lástima por él, era lo que menos deseaba, no quería ver en los ojos de su mejor amigo aquella mirada de compasión que otras personas le dedicaban cuando se enteraban de su situación. Odiaba esa mirada, él no necesitaba que se compadecieran de él, era un chico fuerte y sabía cómo salir adelante. La vida que había tenido lo hizo madurar muy pronto, a diferencia de Andrew quien era demasiado inocente.
¿Desean saber la historia de Elí? Les contaré, su madre murió al darlo a luz, así que durante sus primeros años de vida solo eran él y su padre, pero él era feliz al lado de ese hombre. Lo amaba demasiado y el mayor siempre se había encargado de darle lo mejor a su hijo.
Pero todo cambió cuando este se casó con aquella mujer, al principio Elí estaba emocionado, pensaba que sería bueno tener una nueva madre y que sería alguien más que lo amara y protegiera, también sabía que tendría dos nuevos hermanos y estaba ansioso por poder jugar con ellos y hacerse sus amigos.
No obstante, las cosas no fueron como él las había imaginado. Aunque su madrastra se mostraba como una persona buena y amorosa frente a su padre, cuando este se iba a trabajar y lo dejaba a él solo junto con ella y sus dos hermanastros, todo era diferente. La mujer lo despreciaba e incitaba a que sus hijos también lo hicieran, a su corta edad no entendía la razón de aquello, pero cuando fue creciendo se dió cuenta de que ella solo estaba celosa de la relación que él tenía con su padre, ya que había sido hijo de este con su primera esposa, la mujer a quien más había amado aquel hombre.
Al principio ella hacía que su hijo mayor, llamado Bruce, lo golpeara, pero Elí no se quedaba de brazos cruzados, él podía defenderse de alguien de su misma edad. Sin embargo, cuando esté se defendía y atacaba al otro niño, la mujer intervenía y era ella quien lo golpeaba, siendo un niño no podía defenderse de un adulto. El pequeño rubio intentó decirle a su padre, pero de alguna forma aquella mujer lo manipulaba para que este no se enterarse y no le creyera a Elí, quién estaba algo dolido con su padre por creerle más a esa mujer que a su propio hijo.
Luego, Marissa, su madrastra, quedó embarazada, y Elí no sabía si el tener un nuevo hermano sería bueno o no. Finalmente dió a luz a una niña rubia de ojos verdes a quien llamaron Ashley. Cinco años después del nacimiento de la bebé, el padre de Elí murió de forma misteriosa, en ese tiempo el pequeño perdió casi toda esperanza, estaba demasiado deprimido ya que había perdido al ser a quien más amaba en el mundo, por lo que consideró la idea de escapar de ese lugar, pero no quería dejar a su pequeña hermana en manos de esa mujer. La niña de cinco años era su pequeño rayo de esperanza, aunque sabía que ella no sería tan mal tratada como él al tener la misma sangre que Marissa.
Fue en esas épocas de tristeza por la reciente muerte de su padre que Elí conoció a Andrew, quien le dió algo de luz a su mundo que poco a poco iba oscureciendose. Después de la muerte de su padre, las cosas empeoraron para él, ya que lo trataban como a un criado de la casa, obligándolo a hacer los deberes y cumplirles cualquier capricho. La única razón por la que Elí cooperaba era por Ashley, no quería que ella fuese como su madre o sus otros dos hermanos, quería que la pequeña tuviera una vida diferente, ella no tenía la culpa de nada, y siempre alegraba su día con sus inocentes sonrisas.