Deja de llorar

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Castiel entro a su casa cargando la muñeca, la dejo en la mesita de café y encendió el televisor. Busco entre las cosas de su madre algún costurero y se sentó en el sofá a armar la pequeña muñeca.

Sus padres nunca estaban en casa y su niñera se había ido temprano hoy. Su padre era piloto y su madre azafata. Y no podía seguirlos por todo el mundo. La falta de dinero era un problema, y sus padres tenían que pagar varias deudas.

Tenía una tía que solía visitar de vez en cuando. Una vez le pregunto a su mamá por qué no se podía quedar con ella en vez de con una niñera. Alguien que le diera galletas y le pusiera atención. Su madre permaneció mirando a la nada. Pensando en lo difícil que eso seria. Le sonrió y le dijo que cuando todo terminará serían una familia unida y feliz de nuevo. Incluso le había dado el dedo meñique, los engancharon en una promesa y él se lo creyó. Porque aun así su madre era cálida y lo abrazaba siempre que quería, y nunca le mentiría.



—¡¿Porque no puedes mantenerte bajo control?! ¡¿Acaso no lo entiendes?! Si te aplico un castigo espero que lo respetes y pagues las consecuencias de tus actos Nathaniel.

Nathaniel estaba sentado en su cama. Escuchando a su padre regañarlo con fuertes gritos. Aun así podía escuchar a su hermana llorar en su habitación de al lado y a su mamá consolarla. Frunció el ceño.

—Más te vale que no me enteré de que has hecho otra de tus tonterías ¡¿escuchaste?!

Nathaniel no contesto. Su padre salió de la habitación azotando la puerta. Nathaniel grito en su almohada y se desquito con sus peluches. Al final se arrastró a su puerta, para poder escuchar a sus padres hablando en la habitación de Amber, consolándola, con una voz tan suave que nunca le habían dirigido a él.

— Ya me siento mejor mamá. ¿Puedo ir al parque por mi muñeca?

—Claro que si cariño.

Apretó sus puños. ¿Porque sus padres siempre la querían más a ella? No lo entendía.



Castiel caminaba con la muñeca reparada hacia el parque. Apenas se acercaba observó a Amber llorar a los pies del columpio.

—Amber. — se acercó. La niña paro de llorar y lo miro.

—¿Castiel? Mi muñeca estaba aquí. —sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo. —¡Ya no está!

—¡Toma! —el niño extendió la muñeca en su mano. —Aquí esta, la arregle, ahora deja de llorar.

La niña se detuvo y la observo. Tenía grandes puntadas y le faltaba relleno, Pero estaba unida. Tomo la muñeca con una gran sorpresa. —¿Tú la arreglaste para mí?

—Sí, pero ahora sólo deja de llorar. —el niño frunció el ceño.

—¡Gracias! —la niña sonrió con fuerza y luego comenzó a reír y abrazo con fuerza la muñeca.

—¡No te rías! ¿Cómo esta Nathaniel?

—No lo sé. Mis papas lo estaban regañando.

—Deja de llorar para que ya no regañen a tu hermano.

—¡No! Él siempre ha sido malo conmigo, siempre, siempre, ¡siempre!

***

Liby

Ya no te recuerdo (Corazón de Melón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora