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Es sábado por la noche y acabo de terminar mi turno en el restaurante.

Hoy fue un día agitado y me siento realmente cansada. El dolor en mis piernas es tanto que es como si pidieran a gritos ser separadas de mi cuerpo para sentir algo de alivio.

Mientras camino sola a casa, con mi bolso bajo el brazo, pienso en lo mucho que deseo regresar a mi vieja habitación, a mi vieja vida y con la misma familia que siempre me esperaba con sorpresas al entrar. No eran sorpresas agradables la mayoría del tiempo, como cuando Rowen se cayó de la bicicleta y se lastimó el pómulo y tuvimos que correr para que le hicieran puntos. O cuando el abuelo le dio por enamorarse de la vecina y salía en ropa interior para pararse frente a su casa y exhibir su cuerpo durante horas... aunque creo que todavía hace eso. Pero en fin, siempre era recibida por mi familia, sin importar la manera.

Ahora con la llegada de mi progenitora es casi imposible regresar a ese viejo ambiente. Simplemente desearía que finalmente mamá (me molesta llamarla de esa forma) se aburriera de nosotros y decidiera irse de una vez por todas, aunque presiento que esta vez, si se va, nos dejará a su nueva bebé.

Mientras voy caminando por un lugar oscuro y solitario, pensando en lo pesada que se volverá la vida de todos con un nuevo bebé en camino, no me percato al instante de unos pasos que parecen venir detrás de mí.

Al principio no les doy importancia y me alegro de al menos tener algo de compañía en el viaje, pero es cuando escucho los pasos cada vez más cerca que me preocupo.

Me aparto del camino para dejar pasar al que sea que parece ir deprisa, pero la persona nunca me sobrepasa. Tengo miedo de mirar atrás y descubrir a un sujeto en máscara y cuchillo en mano, pronunciando mi nombre con voz aterradora mientras corre detrás de mí, clamando por mi sangre. O tal vez tenga pavor de ver a un hombre ordinario, gritando "violador" en toda su aura.

En la tenue iluminación de la calle noto una sombra bastante masculina que camina casi respirándome en el cuello, carga algo que en las sombras no tiene forma de nada inocente.

Agudizo mi oído para escuchar los pasos que ahora vienen cada vez más cerca. Mi cerebro comienza a combustionar y mi amígdala, esa parte del cerebro que reconoce el peligro, se activa al instante (sí, aprendí eso viendo un episodio de Juegos Mentales).

Decido caminar más rápido, o al menos hasta la parada de bus más cercana, pero noto que la sombra casi iguala mi paso.

Me pongo nerviosa y comienzo a hurgar disimuladamente dentro de mi bolso para sacar el gas pimienta; reviso todo de un lado a otro, recorriendo con mis dedos los escondites secretos, pero no logro encontrar el bendito gas. Seguramente lo dejé en casa, junto con Phillip, mi navaja.

Mierda. Estoy desarmada y no es bueno.

Avanzo aún más rápido mientras siento ojos en mi espalda, ojos perforadores, ojos que pueden pertenecer a un violador o a un asesino con apodo de carnicero y no me interesa ser su próxima víctima.

Doblo en una esquina y decido ser cobarde y correr. Hay más gente al final de la calle y se supone que a los violadores o ladrones no quieren llamar la atención, ¿verdad?

A este punto ya no disimulo mi malestar, y casi parezco una loca cuando siento que no logro avanzar nada.

Para mi sorpresa, los pasos que escuchaba antes ahora parecen también correr, correr detrás de mí.

No, no, no, no. He visto esto en la televisión, pero nunca esperé que me ocurriera algo similar. No a mí, por favor. Prometo no comerme el último trozo de pizza del abuelo, o quedarme una hora entera en el baño solo por el simple placer de hacer a los demás esperar. Lo prometo.

One more chance; yoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora