Capítulo 8

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Shuji

-¿Emocionado por tu primer día de escuela?- Me dijo mi padre, mientras conducía. Yo estaba sentado en el asiento del copiloto, con la mirada perdida; con suerte escuche lo que me dijo mi padre y, automáticamente, asentí. -Me puedes prestar un poco más de atención, ¿no crees?. Además, tu primer día y ya empiezas más tarde, eso es un signo de buena suerte.- Me dijo, primero enfadado y luego con un tono más amigable. Lo mire con curiosidad.

-¿Qué tipo de buena suerte?- Pregunté. Mi padre sonrió y me contestó.

-En mi época, las pocas veces que podíamos entrar o salir tarde a clases...- Me dijo, con un tono agradable. -Decíamos que sería un buen día y que todos los asuntos pendientes se tenían que solucionar antes que terminaran las clases. Son solo creencias que teníamos con mis amigos. Ya llegamos.- Mientras hablaba, estacionó el auto y yo me quité el cinturón de seguridad. Abrí la puerta, agarre mi bolso, salude a mi padre y logré escuchar como me deseaba suerte.

Empecé a caminar por la institución, hablando con la gente que me encontraba, preguntando donde quedaba la dirección y que me dieran las respectivas indicaciones; mi casillero, donde se encontraba mi salón, los horarios de las materias, aunque me había traído todos los libros y todas las carpetas así no me atrasaba. Era un lugar muy luminoso, lleno de gente. Muchas chicas al verme se quedaban quietas o trataban de acercarse para hablarme, pero las evitaba a toda costa. Recorrí los pasillos con la mirada y llegue a un corredor donde no había nadie. Aunque se distinguían algunos casilleros y un pequeño armario, era un lugar muy oscuro y polvoriento. Al tratar de darme la vuelta y buscar otra dirección, me encontré con un grupo de chicos; unos cuatro o cinco jóvenes, que bloqueaban la salida.

-Miren uno nuevo. ¿Qué pasa, estás asustado?- Me pregunto el que parecía ser el líder. Empecé a retroceder, temblando del miedo. -¿No sabes defenderte? Mejor para nosotros- Hablo otro de los chicos que me tenían en esa incomoda situación, mientras sus compañeros se acercaban. Al tenerme en una desfavorable posición, aprovecharon para agarrar mis muñecas y ponerme contra el pequeño armario que había. Uno de los jóvenes se me empezó a acercar, mientras me sacaban mis cosas de manera brusca. Al tenerlo frente mio, se agachó y metió una mano por debajo de mi camisa, recorriendo todo mi pecho y deteniéndose para empezar a tocar uno de mis pezones. Contuve un gemido, me sentía muy débil y dejar salir ese sonido solo empeoraría las cosas. Su mano libre, la cuál se había estado paseando por mi pierna, agarró bruscamente mi entrepierna. No pude más y deje escapar un gemido, mientras escuchaba unas risas de mis captores. Pero, al querer hacer otro movimiento, se escuchó una voz gruesa y sombría proveniente del principio de ese pasillo.

-Tukumi, no sabía que tú grupo además de idiotas eran unos violadores.- Mientras hablaba, el grupo que mantenía apresado me soltó bruscamente, tirándome al suelo. -Largo de aquí.- Dijo el joven y, al terminar la frase, el grupo de chicos que había abusado de mí salieron disparados. El misterioso chico se acerco, pero yo estaba tan asustado que solo comencé a llorar y cubrí mi rostro con mis brazos, retrocediendo lo más que pude. -No te haré nada, ya te lo dije.- Sus palabras me resultaron familiares, al igual que su tono de voz. Era Katashi.

-¡Katashi!- Dije, mientras le abrazaba las piernas. -Gra-gracias p-por sal-salva-salvarme.- Hable con dificultad y con la respiración entrecortada, pero no recibí ninguna respuesta. Katashi solo me extendió su mano para que me pudiera parar. Acepté la oferta y me levanté, agarrando mi bolso de paso. Apenas me estabilicé, se fue a uno de los casilleros y me extendió unos pañuelos. Los agarré y me limpie la cara, acercándome cada vez más a Katashi.

-Bueno, me voy.- Dijo serio. Lo tomé de la muñeca, impidiendo que se fuera. Lo mire a la cara y, con dificultad, pronuncie.

-¿Me puedes acompañar a la dirección?- Mi pregunta lo dejo atónito. Luego de un bufido, se soltó de mi agarre y comenzó a caminar. Yo me quede quieto, pero él al ver que yo no lo seguía me dijo.

Hilo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora