Capítulo 4.

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Bloom esperó por largas horas, en compañía de esas dos. Una de las cosas que estaba tentada por hacer era salir de ahí, pacífica o violenta, y buscar la manera de regresar a casa...pero tambien tenia curiosidad y la curiosidad era mayor.

Su vista recorrió la madera tantas veces que estaba segura de haber memorizado el patrón de los cortes que se habían hecho, el movimiento de la vela y el cómo la luz tenue inundaba de una sensación de calidez... Hasta se revisó las uñas en un par de ocasiones, lamentando no tener a mano un kit para arreglarlas.

Las interacciones entre sus otras acompañantes eran inusuales, y estaba segura de haber visto como la fría mirada carmesí de la mayor, se suavizaba un poco en un gesto maternal al hablar con la menor. La más pequeña le causaba intriga. El cabello plata caía a los lados, con un fleco que iniciaba en el lado derecho y se extendía hacia el izquierdo. Los ojos eran azul hielo, cubiertos por lo que parecía ser, energía.

Se parecía un poco a Daphne. ¿Quizás así sería su hija al crecer?

Pensar en eso le provocó nuevamente tristeza. Había perdido la noción del tiempo, atrapada en ese sitio, lejos de Sky y Daphne Altalune ¿Quizás su hermana ya le estaría buscando?

La puerta se entreabrió y de un desliz, una figura encapuchada entró, quitándose la capucha de encima. Su cabello también era plata, pero los ojos eran violeta, y las orejas tenían una ligera caída hacía atrás, en contraste de las otras dos, que eran más delgadas y hacia arriba.

La recién llegada se sentó, fijándose en ella, estudiando y analizándola. Hasta que una sonrisa afable se presentó en su rostro, una mirada parecida a la de una madre mirando a un pequeño niño, y eso le provocó la extraña sensación de sentirse demasiado...menor.

— Bloom, es un placer conocerte por fin... Y en persona.

— ¿Me...me conoces?— preguntó el hada, señalándose a si misma, su expresión era de asombro.

— Se podría decir que sí. O al menos es lo que supe en el momento que puse un pie en aquel planeta que vosotros llamáis, Magix. Toda una celebridad, ¿Eh, rojita? Aunque si soy honesta, jamás creí que algún día irías a venir a este mundo...

Bloom no daba crédito, ¿Esa mujer había estado en Magix?

— No por mi propio pie, eso puedo asegurarlo— murmuró el hada, con expresión confusa—. Mira, si me conoces, entonces sabes que tengo que regresar a casa, no sé que hayas escuchado de mi y esa estupidez de ser una celebridad pero tengo a mi familia allá y no quiero pasar un minuto más lejos de ellos.

— Lo sé, lo sé, pero tu presencia en este lugar, sólo me indica que hay fuerzas oscuras trabajando. Tú jamás podrías haber venido al Azeroth ya que careces del conocimiento de su ubicación y no posees el poder para hacerlo...no que no puedas hacerlo con el correcto entrenamiento, pero nuestras dimensiones están demasiado alejadas entre sí, lo que en tu estado actual que estoy segura, no alcanza ni siquiera el 10% de su verdadero potencial...

Bloom frunció el ceño. ¿Sería un intento de asesinato entonces?

— Para regresar— continuó la mujer de ojos violetas— debes acompañarme a Alpheim. Ahí tengo un orbe con las coordenadas de tu mundo y con un entrenamiento rápido podrías hacerlo tú misma. Aunque creo que deberías aprovechar y conocer más de nosotros. Y un cambio de ropa, esa ya se mira muy vieja.

Bloom asintió. No tenía de otra.

— Y un baño, por favor— añadió con timidez. El último baño había sido en aquella suerte de hotel, donde la cama había sido incomoda, y la comida nada buena.

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