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Yuuri Katsuki tiene una vida simple. Al menos eso es lo que le gusta pensar. Sabe que ser gay en Japón es horrible, aun cuando su país está lleno de extrañezas y con una mentalidad un tanto más abierta, sigue siendo horrible para aquellos con padres tradicionalistas. Desde que se mudó a USA, ha sido un poco más fácil. Pero no se puede quejar, porque tiene buenos amigos, está haciendo lo que ama con personas que se han vuelto su familia, y es feliz la mayor parte del tiempo.

Hasta que conoció a Victor, el increíble, atractivo y casi divino, Victor. Quien fue su primer novio, o eso pensó que era, hasta que Victor le dijo que no podían estar juntos porque se iba a casar en unos cuantos meses, pero podían tener una relación esporádica cuando se les diera la gana. Lo que por supuesto, como un idiota enamorado, aceptó. Y todo comenzó a ir de mal en peor.

Hasta que se cansó. Un día dijo basta y se dedicó a llorar un día entero, al siguiente lo vio y lo ignoró, al siguiente le dijo que lo dejara tranquilo, y al siguiente, Victor llevó a su prometida y la presentó delante de todo el elenco. Lo que provocó una recaída y fue a beber a un bar.

Entonces conoció a Otabek.

Otabek se había quedado en su cabeza demasiado tiempo, si bien no sabía que era hetero, debió sospecharlo, y ese beso fue condenadamente caliente. Y no lo dice por el alcohol. Es que los labios gruesos tienen esa humedad perfecta que los labios delgados jamás tendrán, y él lo sabe muy bien, porque recuerda estar pensando claramente que jamás había sido besado con tanta lujuria...ni siquiera por Victor. Y así, una extraña relación de Instagram nació. Si bien le sorprendió que el chico sexy le enviara la solicitud y pareciera psicópata poniendo corazones en cada una de sus fotos y videos al minuto de subirlos, le pareció lindo, y pensó que alguien que besa de esa manera tan candente, con esas manos tan gruesa y cálidas, tiene que tener un corazón igual de cálido que de seguro quiere entregar amor.

Y sólo eso.

En su mente no hay segundas intenciones, sólo la gula y lujuria de volver a probar esos labios, y quizás un poco más. Pero no, no está enamorado y ni siquiera le gusta, al menos no del modo romántico. Sí lo encuentra sexy, y si le provoca cosas, pero no sabe qué y tampoco quiere averiguarlo. Sólo pasea por su perfil de Instagram, mientras ve una foto de hace un año de él en la playa con una tabla de surf, y ve su piel tostada, dura – según él – y marcada que se deja lucir por los rayos de sol. Y no, ni siquiera mira la cámara, como si fuera un sexy modelo de revistas en verano. Y sólo hace eso.

Nada de segundas intenciones.

Y no es hasta que Mila le pregunta que es lo que ve en celular, y cuando lo ve no puede evitar gritar "¿Quién es ese bombón?", y Yuuri, por supuesto, no puede evitar reír como idiota adolescente y ponerse rojo como un tomate y decir, "un amigo", cuando ni siquiera sabe qué son. Porque las miles de reacciones de sus historias y las que él envía a las pocas historias que Otabek sube no puede ser catalogada como amistad.

Entonces Pichit se acerca con Victor, y trata de ocultar el celular para que nadie más vea lo que sólo él puede mirar – sin siquiera darse cuenta de su posesividad. Pero Mila habla. Dios, Mila siempre habla.

- ¡Yuuri tiene novio nuevo! – dice a Pichit, y por supuesto Victor escuchó -. Es un bombón de primera – sigue, como si fuera el chisme del momento -. ¡Muéstraselos! – pide/ordena y termina arrebatándole el teléfono y se lo muestra a Pichit, y Victor mira sobre su hombro -. ¿No es ardiente?

- ¿Es en serio? – dice Pichit, obviamente reconociéndolo -. ¿El chico del club? – dice riendo -. Oh, Mila. Es ardiente – dice con seriedad, y Yuuri no sabe donde esconderse porque no sabe que decir -. Es carne de primera – decreta Pichit -. ¡Pero si tu lo viste en el club! – recuerda, dándole un suave golpe en el brazo a Mila, quien lo mira como si dijera disparates -. El tipo del club que estaba con Yura... ¿cómo se llamaba? ¡Otabek! – grita, y Mila parece recordar.

One more timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora