Capítulo XVI

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ALEX

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ALEX

Fue una jornada ajetreada en el hospital, algo normal. Lo inusual era que estuviera contando las horas para salir y correr al departamento de Em. Sonreí mientras subía las escaleras para llegar al piso de Em y de Mia.

Contaba los segundos para poder encontrarme con ellas, incluso en el hospital. Este sentimiento tan aterrador se me estaba escapando de las manos, no podía abarcar tanto en tan poco tiempo, pero el caso es que mi mundo entero giraba en torno a las miradas de Emily y a las sonrisas de Mia.

Cuando abrí la puerta, porque sí, ella me devolvió la copia de las llaves, lo único que pude ver fue un enredo de cabellos rubios. Sus piernas estaban enrolladas en mi cintura y sus brazos rodeaban mi cuello. Me reí mientras enredaba mis manos en el cuerpo de mi novia.

—Hola, cirujano —sonrió ella. Era tan bonita y yo era un agradecido de la vida de que esta mujer quisiera compartir parte de sus días conmigo. Era tan afortunado.

—Hola, señorita Evans.

—¿Qué tal tu día?

—Caótico.

—¿Saliste antes del trabajo?

—La última cirugía fue un éxito.

—Eres el mejor, cariño.

—¿Dónde está la pequeña bruja? —volvió a sonreír y sus piernas me rodearon con más fuerza. Mis manos se posaron sin mucho disimulo en su trasero.

—Fue por azúcar al departamento de Ian —se me revolvía el estómago cuando escuchaba ese nombre.

—¿Por qué le pediste a la niña que hiciera eso? Podemos ir a comprar aho... —me calló con un beso. Un beso que me removió todo, un beso que tocó todo, que arrasó con todo. Acuné su rostro y deslicé mi lengua en su boca profundizando el beso. Se separó lentamente, no sin antes morder mi labio inferior.

—No necesitamos azúcar, pero si ella hubiese estado aquí no habría podido darte esta bienvenida —deslicé mi nariz por su cuello, haciendo un recorrido suave y lento.

—¿Estás manipulando a tu hija para aprovecharte de mí? —la risa aparatosa de Emily me contagió. La miré a los ojos y le di otro beso.

—No puedo plantearme esa escena con una niña de cinco años dando vueltas por este departamento.

—Tienes razón, nena —ella me dio otro beso y cuando volvió a hablar lo hizo sobre mi boca.

—Me encanta cuando me dices nena —sonreí.

—¿En serio? —Em asintió mientras se mordía el labio con aspereza. Dios, no iba a aguantar tanto tiempo sin abalanzarme sobre ella. Era demasiado tentadora para mi salud mental.

—En serio —nos besamos unos segundos más, quería que ella sintiera todo lo que generaba en mí con este beso. Y cuando sentí su sonrisa supe con exactitud que estábamos en sincronía. Saber eso me volvió loco—. Iré a preparar la cena...

No recordé olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora