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Dean salió del bar con una sonrisa de oreja a oreja, estaba satisfecho, haberse encontrado a Iris como un demonio había sido toda una sorpresa, daba gracias a que ya no tenía sentimientos, no tenía muy claro cómo se habría tomado todo aquel asunto.

- Muévete, abuelo. - le soltó un adolescente que chocó contra él en la puerta del establecimiento. Dean les miró indignado, convenciéndose a si mismo con que no merecía partirles la cara.

- Niños. ¿Tengo razón? - La voz de Crowley a su espalda le hizo girarse. - En mis tiempos respetaban a los mayores. Claro que, en aquel entonces, cualquiera mayor de 30 era un anciano. Ahora los de 40 aún viven con sus padres, mintiendo en el tinder y sacando fotos a sus comidas para publicarlo en instagram.

- ¿Qué quieres, Crowley? - le cortó Dean, sin muchas ganas de aguantar su charla.

- Conversar. Tenemos que hablar acerca de tus... problemas para controlar la ira.




Una vez más Iris se encontraba en la sala de reuniones, sentada en una de las esquinas de la larga mesa de caoba negra, presidida por su padre. La joven jugueteaba distraída con un mechón de su cabello, todo aquel asunto de hacerse con el control del infierno la traía sin cuidado. Azkeel ponía a todos a la orden del día, explicando cómo los ejércitos de Samyaza ganaban terreno a Crowley, al fin y al cabo, ellos eran menos, pero eran ángeles caídos. El ejército de Crowley, aunque numeroso, estaba compuestos por simples demonios.

Samyaza sonrió al escuchar aquellos avances, a aquel ritmo, la toma del infierno llevaría menos tiempo del que había planeado.

- Y cuando yo sea el rey del infierno y todos esos asquerosos demonios hayan sido aniquilados, la raza humana será la siguiente en extinguirse. - Iris le miró con sorpresa.- A ver que tal le sienta a nuestro querido padre que acabemos con su juguete favorito. Para ello, quiero presentaros a alguien.

Azkeel se levantó y abrió las puertas de la sala, dejando pasar a una chica de cabellos negros. Iris frunció el ceño al reconocerla.

- Os presento a Aloqua. - Samyaza la presentó. - Un demonio que ha decidido ayudar a nuestras filas.

La chica de ojos grises sintió una punzada en su corazón, no pudo reprimir los recuerdos que surcaron su mente en cuestión de segundos, las imágenes de su familia, Ellen, Jo, Bobby, Sam y finalmente Dean, aquellos momentos felices y otros no tanto que habían compartido, y como Ellen y Jo habían muerto por culpa de la zorra de ojos negros que tenía delante. Iris apretó los puños con rabia, clavándose las uñas en las palmas, mientras Aloqua la sonreía con maldad.

- No soy un demonio cualquiera. - Contestó la recién llegada. - Soy la propietaria de Lullaby.

Se hizo el silencio mientras todos los presentes de la sala admiraban la flauta que la de ojos negros sacaba de su mochila. Samyaza sonrió.

- Tiene razón, no es un demonio cualquiera.- Contestó el de ojos grises, a la vez que realizaba un sencillo gesto con los dedos, dándole paso libre a Azkeel, quién en cuestión de segundos, atravesó el corazón de Aloqua con una espada de plata.- Es una traidora, que se creía que aquí iba a ser bien recibida y que la íbamos a proteger frente a Crowley.

El cuerpo del demonio cayó al suelo con un golpe seco. Azkeel recogió la flauta y se la entregó a Samyaza.

- Aquí no hay cabida para los traidores.- Finalizó el discurso Samyaza, dirigiendo una rápida mirada a su hija, para luego contemplar la fauta de la calavera de los tres ojos.

Supernatural (Dean Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora