Lance despertó mientras todo se encontraba oscuro. Le dolía la cabeza, sentía náuseas, y recordaba con claridad al dragón de flamas púrpura. Las palabras que éste había dicho formaban un eco interminable en el interior de su mente, generando dolorosas pulsaciones en sus sienes.
—Maldición... —dijo entre dientes.
—Es normal —la voz de Pidge llegó a sus oídos, y lo encontró sentado en un rincón apartado, puliendo sus dagas—. Luego de la Iniciación es normal que tengas jaquecas y pesadillas. Con el tiempo aprenderás a controlarlos.
—¿Ah, sí? Gracias por el aviso —dijo Lance con tono sarcástico—. ¿Dónde está Patch?
Pidge alzó la mirada.
—No lo consiguió —dijo con tono cauteloso—. No todos pueden soportar la corrupción de los engendros tenebrosos. He visto con mis propios ojos cómo grandes guerreros han caído porque su cuerpo rechazó la sangre de esas bestias, y me temo que Patch se ha unido a ellos.
Lance apretó los puños recordando al chico alegre y hablador que lo había acompañado esos últimos días. Recordó las esperanzas y las ilusiones que guardaba dentro de sí, y golpeó el colchón con el puño.
—No es justo —dijo en un tembloroso murmullo.
Pidge dejó las dagas a un lado y se acercó a él.
—Patch murió como un valiente. No actúes como si su sacrificio fuera en vano —dijo viéndolo con una mirada cargada de intensidad—. Nosotros, los Guardas Grises, portamos un destino peor que la muerte. Quizás ha sido mejor que él no sufriera lo mismo.
Lance miró a Pidge sin saber cómo sentirse al respecto.
—¿Que la vida de los Guardas Grises es un destino peor que la muerte? ¡Pero si son héroes de leyenda! Mi madre siempre me contaba historias...
—Las historias no reflejan la realidad —dijo Pidge—. Esos cuentos que relatan a los niños solo muestran lo poco que los demás saben respecto a nuestra Orden.
» Somos Guardas Grises. Nuestro deber es proteger al mundo de la maldad de los engendros tenebrosos y del Archidemonio. Con cada Ruina, nuestras filas decrecen, y una vez que logramos nuestro objetivo, volvemos a las sombras a la espera de que la corrupción de los engendros se haga cargo de matarnos, y es así cómo morimos: Solos, en la oscuridad, sin que el mundo te dé las gracias por tu sacrificio.
Lance quedó mudo, pero no apartó la vista de Pidge. Tenía el presentimiento de que Pidge había atravesado más cosas de las que podía demostrar, pero no tenía el coraje de preguntar qué sucedía o qué pasaba por su mente.
Al final, Pidge suspiró con pesadez y retornó a la silla donde había dejado las dagas.
—Será mejor que descanses —dijo Pidge sin mirarlo—. Todavía falta para que amanezca, y necesitarás descansar porque mañana empieza tu entrenamiento.
Lance pestañeó.
—¿Significa eso que podré finalmente vestir una de esas armaduras?
—Por supuesto —dijo Pidge, quien finalmente alzó la vista para ver a Lance—. Y podrás escoger un arma a elección.
Lance rasgó el aire con el puño.
—¡Sí!
Pidge sonrió un poco.
—No te emociones tanto, recluta —dijo con las manos en la cintura—. Primero debemos ver en qué estado te encuentras, y no tendrás esa arma hasta haber pasado la prueba.
La sonrisa de Lance desapareció casi al instante y una expresión de alarma apareció en su rostro.
—¡¿Qué quieres decir con eso?!
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El Camino de los Elegidos
FanfictionLance McClain es un ladrón que se dedica a hurtar para sobrevivir y ayudar a su hermana enferma, Verónica. Sin embargo, sus habilidades con el arco consiguen atrapar la atención del General de los heróicos Guardas Grises, quien lo reclutará con la f...