Kitashima solía tener un clima lluvioso casi todo el año y estos días no eran la excepción, lo que no era bueno para el ejército pues las lluvias habían convertido los senderos en pequeños pantanos fangosos. Atravesarlos ralentizaba mucho su paso y los Yajirushitaiyo no podían darse el lujo de perder más tiempo. Los Kentsuki les llevaban mucha ventaja. Al comenzar la guerra se hicieron con el control de todos los puertos del imperio y comenzaron a esparcir el rumor que los Yajirushitaiyo asesinaron al emperador ganándose la fidelidad del pueblo. El general Kotaro ya lo había atestiguado. En la última aldea por la que pasaron solo recibieron insultos y amenazas de muerte. Para la próxima aldea todavía faltaba más de un día. Probablemente el recibimiento que tendrían sería el mismo.
Durante el trayecto uno de los caballos resbaló y se fracturó una pata. No hubo más remedio que sacrificarlo.
Al caer la noche decidieron acampar en un pequeño bosque donde la tierra era más firme y menos fangosa. Los soldados aprovecharon para descansar y aligerar el estrés con charlas amenas frente con el fuego como espectador.
Mientras Kotaro se reunió con sus capitanes en su tienda de campaña para discutir su situación.
—¿A este paso cuánto tardaremos para tomar Amepoto? —preguntó el general.
—Una semana si las lluvias y el terreno lo permiten —respondió el capitán Hachiro.
—En cuatro días nos reuniremos con las tropas del capitán Fuke en frente del bosque de Moate Ki —agregó el capitán Foritake señalando con su dedo en el mapa la ruta en la parte norte de la isla.
—Sí es que no ha tenido dificultades como nosotros en el camino puede que llegué antes —replicó el general. El capitán Fuke había tomado la ruta para evitar toda la zona este que estaba ocupada por los Kentsuki. El plan era atacar Amepoto por dos frentes y una vez tomado el puerto tener un fácil acceso a Nishishima.
—Hay que tener en cuenta que probablemente los Kentsuki nos tienden una trampa en Moate Ki. Ese bosque es muy grande y espeso —dijo Hachiro.
—Y sus árboles son muy altos, muy parecidos a los que hay en Nishishima —agregó Foritake.
Kotaro sintió una punzada de malos recuerdos. En su juventud combatió en Nishishima durante la rebelión de los saruhito.
—Cuando nos reunamos con el capitán Fuke ya decidiremos que hacer. Pueden retirarse.
Sus subordinados hicieron una reverencia y salieron de su tienda. Kotaro siguió mirando el mapa, examinado las rutas y los puntos que habían sido tomados por los Kentsuki. En verdad les llevaban mucha ventaja. La rapidez con la que se hicieron con el control de muchos puntos importantes le hacían sospechar que llevaban planeando este golpe desde hace mucho. Se sabía que los Kentsuki siempre habían tenido envidia hacia los Yajirushitaiyo, pero nadie se imaginó que serían capaces de asesinar al emperador. Su líder, Goro Kentsuki, nunca dio muestras de interés por usurpar el trono. Lo más increíble era que, de algún modo, los Kentsuki lograron convencer a Daisuke de traicionar y asesinar a su mejor amigo. Al ser su consejero era el hombre más cercano al emperador y por lo tanto el más adecuado para cometer el regicidio. ¿Pero por qué Daisuke cometería tal traición? ¿Acaso estuvo desde el principio había engañando a todo el mundo bajo una máscara que escondía al peor de los traidores?
Kotaro tuvo que aclarar su mente para centrarse en lo importante: tomar Amepoto. Si se ponía a divagar sobre los motivos del consejero imperial no dirigiría las tropas con la cabeza fría y eso sería un error. Lo mejor era dormir. Al acostarse no pudo evitar tener pesadillas de las batallas que experimentó en Nishishima.
Al amanecer las tropas levantaron el campamento y continuaron con su marcha. Al salir del bosque la luz del astro rey los saludó por primera vez desde que habían pisado Kitashima. Las tropas lo tomaron como un buen augurio.
El camino seguía siendo fangoso pero más transitable que los anteriores. Los ánimos de los soldados también mejoraron. Faltaba poco para llegar a la siguiente aldea. Y después de atravesar unas pequeñas colinas solo encontraron una masacre.
Las chozas de la aldea estaban destrozadas como si un gigante las hubiese derrumbado a patadas. Y los habitantes estaban regados por todas partes con sus miembros separados de sus cuerpos.
—¿Qué ha pasado aquí? —exclamaron algunos soldados.
—Busquen sobrevivientes —ordenó Kotaro.
Los capitanes movilizaron a sus tropas para que siguieran la orden.
No encontraron a ningún sobreviviente. Hombres, mujeres, niños y ancianos fueron despedazados sin distinción. Algunas cabezas fueron clavadas en una columna de madera como una especie de mórbida brocheta.
—¿Lo hicieron los Kentsuki? —preguntó el general.
—No lo creo. Los cuerpos no parecen haber sido cortados con armas. Es como si... les hubieran arrancado las extremidades con las manos —respondió Hachiro.
—Tal vez los amarraron con sogas a caballos —sugirió Foritake.
—¡Capitán! — gritó un cabo que llegó corriendo hasta su superior e hizo una rápida reverencia — ¡Capitán! ¡General! Es urgente que vean esto.
El capitán Hachiro y el general intercambiaron miradas.
—Llevanos —dijo Hachiro.
El cabo los guio hacia las afueras de la aldea, en dirección a un pequeño barranco. Al fondo había más cuerpos, pero estos portaban armaduras con resplandores dorados y plateados.
—¿Una batalla?
—Bajemos —ordenó el general.
Bajaron por una pendiente hasta llegar al fondo.
—No creo que haya sido una batalla —dijo Kotaro —en una batalla los muertos de ambos bandos están regados por todas partes. Mira los cuerpos. Casi todos los de nuestro bando están del lado derecho y los Kentsuki del izquierdo.
Kotaro examinó los cuerpos, estaban en el mismo estado que los aldeanos: desmembrados.
Entonces vio un cadáver que llamó su atención y se acercó a él. Era el medio cuerpo del capitán Fuke. Faltaba la mitad de la cintura hacia abajo y su intestino salía como una lombriz gigante.
—¡Por los mil demonios! —maldijo Kotaro.
—General, encontramos algo más —dijo Hachiro.
El general se levantó y siguió al capitán hasta la zona donde se hallaban los cadáveres Kentsuki.
En la tierra, rodeado de varios cadáveres, se encontraba el mismo símbolo que varios kilómetros al sur, en Minamishima, Raku halló en Shizukatoshi. Un símbolo que Kotaro solo había visto en libros de Historia y que pertenecían a una secta que ya se creía perdida.
—¡Akuma no shiyonin! —exclamó Kotaro.
—¿Qué pasa General? —preguntó Hachiro.
—Tenemos que partir —Kotaro lo miró fijamente —. Tengo que enviar un mensaje urgente.
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El Gato Ninja
Fantasy"Un gato buscando venganza, un imperio en guerra y una niña con un importante destino" Raku ansía poder saciar su venganza, no desea nada más que eso. Ni siquiera le importa la guerra que asola al imperio. Pero nunca creyó que su búsqueda de venganz...