Capítulo IX

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Lo primero que sintió cuando su mente despejó toda la adrenalina que momentáneamente había adormecido su cuerpo, fue un profundo y general dolor en todo su cuerpo al caer pesadamente y golpear el suelo con fuerza. La dureza que sentía su espalda y el punzante ardor en ésta le hizo dudar si no habría sufrido alguna lesión grave. Suspirando y respirando con agitación, se permitió descansar unos largos minutos tendido en la dura tierra de algún extraño lugar. Cerró los ojos con todas sus fuerzas y apretó entre sus dedos el pasto seco, no deseaba abrirlos, no quería levantarse y ver un lugar completamente desconocido, no quería pensar en las posibilidades de que existiera vida hostil en ese mundo al que había sido desterrado y no deseaba pensar bajo ninguno punto de vista que ya no estaría con Thor nunca más. No solo su cuerpo dolía, sino que su corazón sangraba dentro de su pecho de forma desgarradora.

Pensó por un segundo que hubiera preferido morir antes que estar en aquella situación, pero debía ser fuerte y superar las adversidades, debía buscar su libertad y aprender a vivir de esa forma. Con las fuerzas recuperadas y con el cuerpo algo entumecido, comenzó a sentarse e inmediatamente observó a su alrededor. No había mucho que mirar, estaba en lo que podría ser un campo desierto, solo pasto seco, pocos árboles y a lo lejos extrañas luces blancas que se movían velozmente de un lado a otro en pares, perdiéndose de su vista en la lejanía.

Se levantó con un quejido corto y se sacudió el polvo de sus prendas Asgardianas. La oscuridad del lugar le permitía ver con claridad esas singulares luces que con irregularidad, no dejaban de pasar. Lo mejor sería acercarse con cautela y analizar las posibilidades. A paso torpe y lento, comenzó a caminar sintiendo un cansancio nunca antes vivido al pasar más de treinta minutos sin detenerse. Las luces parecían no acercarse y la caminata se extendió unos cuantos minutos más. Estando cerca se detuvo para descansar, sintiendo la boca seca. Pero antes de que continuara, un extraño ruido lo hizo ponerse en guardia, agachándose por instinto y mirando hacia atrás por donde había caminado. De improvisto y sin que tuviera tiempo a nada, una bestia peluda se abalanzó sobre él, aplastándolo con su cuerpo y mojando su rostro con baba. Rio mientras comenzaba a quedarse sin aire por el aplastamiento.

-¡Oh Fenrir, que feliz estoy de ver que estas bien! -Abrazó a su amada criatura y dejó que el pelaje suave y de doble capa le hiciera cosquillas en el rostro. El animal se removió con regocijo, con la misma felicidad que su amo. -Vamos, debemos averiguar donde nos mandaron. -Y dándole caricias a su gigante amigo, dieron marcha adelante.

No tardaron mucho en llegar a una ancha ruta asfaltada, y enseguida comprendió que las luces que había visto de lejos eran las lámparas de vehículos que circulaban por la ruta a toda velocidad.

Debían seguir caminando hacia un grupo más amplio de luces y de mayor extensión, podría concluir que era un lugar grande y seguramente muy poblado. Con toda la calma, aunque ya bastante agotado de andar a pie, ésta vez al estar acompañado de su fiel amigo, su motivación era mayor. No pararon en ningún momento y no mostró interés alguno por las luces que por momentos parecían iluminarlos con más intensidad. Cuando creía que ya no podría seguir andando, un auto se detuvo con el ruido intenso de una frenada forzada y el olor a cubierta quemada por el roce. Loki miró el auto gris que se había detenido abruptamente del otro lado de la ruta y vio como una mujer con el rostro desencajado por el horror miraba hacia su lado, sin quitarle los ojos de encima a Fenrir. Y lo próximo que acompañó a los ojos desorbitados de la mujer, fue un penetrante y agudo grito. No soportando el taladrante ruido que hacía la humana, echó a correr en dirección a la ciudad seguido de cerca por el lobo gigante. No se detuvo aunque sus músculos se lo exijan.

Cuando ya no pudo soportar más el dolor de sus piernas y el de su pecho que ardía al respirar, se escondió tras una pared de ladrillos donde las sombras lo cubrían bastante bien y donde por lo pronto no se podía escuchar ningún sonido. Su cuerpo acalorado por la carrera perdió toda fuerza y cuando sus delgadas piernas ya no pudieron aguantar su propio peso, cayó al suelo golpeando su coxis contra el duro sueldo y su espalda contra el mismo muro que lo escondía. Fenrir se echó a sus pies sin mayor agitación y parecía que quedaría dormido en pocos minutos.

El Espejo. [Thorki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora