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23 de marzo

Eventuales armas del destino. ¿Hago mal de amarte tanto? Cuándo estas cerca mío te siento tan lejana, a lo lejos te encuentro tan cerca. Hoy todos me preguntaron por ti, sabía que en algún momento esto iba a pasar. Revivir las cruzadas, una tras otra, no me dejaron recuperarme, logré sobrevivir pero aún la herida sangraba, solo un poco de roce bastaba para que se vuelva abrir, dolió.

Cuándo mis pies se dirijan hacía la escalera para irme, me encontré con mi profesora de lengua, me invitó a hablar un rato en la biblioteca, algunos de mis compañeros estaban recuperando en ese lugar. Fue extraño como me repitió incontable veces que ya no era alumno, era algo obvio, pero para mí el que insistiera con la idea significaba mucho más que ya no usar un uniforme, rebotaba en mi mente la idea: "ya no estás con ella", "no volverás nunca más a ese mundo". En fin, poco a poco los temas de conversación se agotaban y finalmente me preguntó por vos, me alegre porque me dijo que casi te pregunta sobre nosotros, quizás evité un momento doloroso. Al salir de ahí, me quedé unos minutos para despedirme de mi compañero. Y te vi, parece que te llame de alguna forma, me entumecí al ver tu figura a lo lejos, como caminabas hacía mí, ¿Por qué sonreíste?¿Intentabas matarme? Ya no te estaba esperando para salir del colegio, no tenía nada bordo que diga que era parte de ese lugar, todo lo que me quedaba eran rostros familiares. No y si, supuse y no prevenía que pasaría, después de todo tu curso está abajo. El sol se hacía presente, no era molesto, iluminaba tus rasgos, sentía al nerviosismo recorrerme por la piel mientras tu mejilla rozaba con la mía en un saludo, me quedaba sin temas para hablar, me esforzaba en la búsqueda de la siguiente palabra que debería decir. El secreto, palabras que se ocultaban detrás de un rostro temeroso que gritaba en silencio, el corazón latía tantos otros diálogos, se tuvo que detener, hasta que un adiós fugaz y casual me devolvió mi cuerpo.

24 de marzo

Las largas charlas hasta las cuatro de la mañana, el tiempo era una fantasía, un juego de niños, a tu hermana le molestaban, la hora de dormir se había corrompido a un método totalmente nuevo, no había que cerrar los ojos para soñar, dormirnos era solo un salto para acercarnos a la hora de vernos. Minutos preciosos, palabras devoradores de problemas, de mal humor, germinadores de sonrisas, de insomnio. A través de un teléfono, a veintisiete kilómetros, podía tocarte.

— ¿Así que te gusta la poesía?—te pregunté.

—Sí, ¿Alguna vez escuchaste el "Poema xx" de Pablo Neruda?

—No, — te respondí— nunca lo escuché.

— ¡¿Cómo no lo vas a conocer?!— me dijiste.

—A ver... ya lo busco y lo leo.

—Lo sé de memoria, bah... no lo recuerdo entero exactamente pero lo sabía.

— ¿En serio? Yo no podría acordarme de algo tan largo, quiero escucharlo.

Una voz tímida, que a la misma vez se sentía cómoda en su lugar, empezó a recitar el poema, cada verso que avanzaba me sorprendía más, "Puedo escribir los versos más tristes esta noche."

Un poema más de desamor, que ahora puedo comprender cada una de sus palabras. Intento leerlo otra vez, escucho tu voz como entra en mi mente para narrar, "Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido." Acostado en mi cama, el reloj me decía que eran las tres y media de la mañana, no le creí, me hundía en mi almohada escuchándote, la luna se hacía notar por la ventana. Las cuatro estaban llegando. Luego de un corto silencio, que duró más de lo percibido, me hablaste.

—Tengo que decirte algo— me dijiste.

—Bueno, decime— respondí mientras en mi mente me repetía «no creo que lo digas».

Susurros de una sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora