El día después de matarlo.

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Me sequé aquella lágrima con un total sentimiento de desprecio. Aclarar si era por un cierto sentido de culpa por los sucesos ya descritos o si era por el vilipendio que me generaba ver a un tipo de mi naturaleza llorar se me hizo tan irrelevante como poco satisfactorio en aquel momento.

Abrí cada cajón sin buscar algo en específico, tomando sin ningún orden de importancia objetos de todo tipo, desde prendas de vestir hasta aquella jirafa de peluche que la niña de la Torre me había dado hace ya algunos años. De lo único que estuve pendiente de no olvidar fue los audífonos y aquella vieja memoria de setecientas ochenta y tres horas y veintirés minutos con mis más preciadas presunciones musicales.

Justo al cerrar la corredera de la maleta sentí su mirada presente. Era la mona, quien seguramente ya con algún rato allí y percibiendo que por fin la notaba procedió a dirigir su cuerpo hasta el fondo de la habitación a posarse encima de la, ahora vacía, mesita de noche. Su mirada amenazante, jamás dejó de apuntarme hasta que me decidí a emitir sonido.

- La cagué. Maté a un niño.

- Ok. Voy a empacar.

La música de los niños muertos.Where stories live. Discover now