La velocidad con la que llevaba la moto era moderada, el cielo era oscuro y la castaña en su hombro reía entre sueños. Había conducido por un largo tiempo, pero no estaba cansada, las pequeñas heridas que se habían generado cuando el monstruo había tirado el trozo de pared a la tienda ya se encontraban curadas en su totalidad en ella, la carretera en mal estado parecía no tener fin, el paisaje a los alrededores era siempre el mismo, seco, sucio y enloquecedor.
Nueva Misión:"Encuentra un lugar seguro"
El terreno lo desconocía y la noche no ayudaba para nada, siendo que todo lucía igual, las únicas cosas que evitaban que el lugar fuera silencioso era el ruido del motor y las pequeñas risas de la castaña en su hombro. Todo era diferente ahora, ya no era ella sola, ahora tenía que velar por el bienestar de alguien más. En soledad ella avanzaría toda la noche sin descanso, sin temer a los enemigos y a perder la vida por su propósito, pero ahora debía encontrar un refugio, los humanos eran frágiles, debían comer, dormir y pasar el tiempo acompañados hasta el fin de sus días. Volver no era una opción, era una muerte segura tachada con una enorme equis en su mente, necesitaba un lugar seguro. Aumento la velocidad de la moto para cubrir más terreno, el día no vendría sino hasta mucho tiempo más adelante.
Otras supuestas horas más, y a la distancia diviso un pequeño pueblo, no había rastro de vida en ese lugar, bajo la velocidad estando a unos metros de la entrada, a ritmo lento se adentró en el pueblo, las calles no eran angostas, pero tampoco eran enormes, la pintura de las casas se caía a pedazos, algunos esqueletos tanto animales como humanos se encontraban esparcidos por el lugar. Las calles presentaban numerosos baches, los cuales algunos le costó evadir. Tardó unos minutos en recorrer el pequeño pueblo, no había nadie ahí, pero la sensación de ser observada palpitaba en su nuca.
Decidió dejar como lugar de descanso una casa que se encontraba cercana a la calle que creía principal del pueblo y, además, se encontraba en mejores condiciones que las otras. Estacionó la moto frente a la entrada y apoyando ambos pies en el suelo genero una estabilidad suficiente para que la moto no se balanceara mientras ambas estuvieran arriba.
—Despierta — La rubia tocaba la cara de la castaña con una mano mientras que con la otra bajaba sus goggles al cuello.
— Déjame dormir amor — Respondió entre sueños la castaña, mientras que se aferraba más a la cintura de la rubia — aún es de noche.
—¿Amor? — Contestó la rubia alzando una ceja— no sé a lo que te refieres, pero no podemos quedarnos aquí hasta que amanezca — razonó — es mejor que bajemos de la moto y entremos a la casa que por ahora será nuestro refugio.
—¿Moto? — Preguntó media despierta — nosotros no tenemos una moto y....— abruptamente la castaña despertó, impulsándose para atrás, por fortuna sus manos aún se encontraban sujetas a las correas, de lo contrario habría sido una peligrosa caída. Observó a la persona que tenía enfrente —¡tú no eres Neo! ¿quién eres? ¿dónde estamos? ¿dónde está Neo?
—No sé quién es Neo por lo tanto no puedo responder a tu última pregunta, pero lo que si puedo responder es acerca de quién soy y dónde estamos; Soy Rihana y estamos muy lejos de la ciudad en donde te rescaté, estamos en un pueblo. — El rostro de la castaña demostraba confusión, Rihana desataba las manos de la castaña de sus correas, otorgándole libertad, tras unos segundos silencios la castaña se tornó sería.
—Ya recuerdo — Triste y nuevamente a punto de llorar apoyo ambas manos en su cara, cubriendo sus ojos — Neo — susurro seguido de un profundo llanto que paró abruptamente. Con suma rapidez, Rihana que se había volteado cuando la castaña se había despertado, dirigía el cuerpo de la castaña al lado derecho de la moto, en dónde la misma vomitada el poco y casi nada contenido de su estómago producto de los crueles recuerdos que aparecían nuevamente. Sollozó en silencio por unos minutos, mientras Rihana frotaba su espalda en consuelo, pero sin sentir su dolor. Estaban totalmente a oscuras sin las farolas de la moto, pero incluso con ellas la oscuridad las rodeaba.
— Entremos a la casa, ahí podrás sentirte más segura, y si deseas me puedes contar lo que pasó si eso te alivia — Con falsa dulzura Rihana toco la mejilla de la castaña y limpio las lágrimas que por ella corrían.
— Me parece una excelente idea — Contestó la castaña con un hilillo de voz.
Se bajaron por el lado izquierdo de la moto, Rihana caminaba al frente seguida de la castaña, la cual tomaba su mano. La puerta de la casa estaba cerrada, sin embargo, no se encontraba con pestillo, lentamente Rihana abrió la puerta, su vista ya estaba acostumbrada a la oscuridad, así que no le fue difícil observar lo que adentro había. En su tiempo las paredes de la casa estuvieron cubiertas por madera, ahora solo algunas piezas se conservaban, las ventanas estaban rotas, los cuadros familiares desparramados en el suelo, al lado derecho de la sala había una mesa puesta de costado en forma de barricada a lo que daba y suponía que era la cocina, casi al final de la sala un sillón con restos de cuerina manchada de café, por último al final de la sala un pasillo que daba a tres puertas. Ningún peligro a la vista, y con eso entraron a la casa.
—Iré a revisar las habitaciones, espérame aquí — La castaña asintió con la cabeza, mientras se quedaba parada a mitad de la sala.
Rihana avanzó por el corto pasillo, primero abrió la puerta de la izquierda, al principio estaba cerrada, pero con un poco de esfuerzo la puerta cedió y se abrió. Era el cuarto de baño, era pequeño, adentro había un olor horrible, el suelo estaba manchado de sangre seca y entre la tina y el retrete se encontraba el cadáver de una persona de rostro irreconocible, a su lado una biblia junto con un rosario, en sus piernas un montículo, por conclusión era una madre o padre con su hijo o hija. Nada de utilidad. Cerró la puerta del baño nuevamente, con toda la tranquilidad del mundo. Miró a la castaña que se encontraba sentada en el suelo, mirando sus manos como si fueran la cosa más interesante del mundo. Procedió a abrir la puerta de la derecha, la cual se encontraba sin pestillo, era amplia, olía a encierro, había posters por todo el suelo, una estantería en el suelo con todos sus libros fuera de él, muebles desarmados, una cama de dos piezas sin el colchón. Caminó hacía la cama, al final de la habitación había una ventana con todos los vidrios trizados, miro por la ventana y se encontró con un jardín marchito y carente de vida floral. Se dio la vuelta y al principio de la habitación se encontraba un closet de pared cerrado, se acercó para inspeccionarlo, lo abrió y lo único que encontró fue polvo, era demasiado baja como para ver lo que había arriba, pero escalo los espacios y con poco esfuerzo pudo ver que al final del ultimo espacio, en lo más profundo algo oscuro se encontraba. Con tranquilidad con una mano trato de alcanzarlo, con la otra se afirmaba, se encontraba de pie sobre la madera, pero fue necesario ponerse de puntillas para alcanzar la oscuridad, la cual resultó ser una pequeña manta de polar color morado. Hasta el momento era una de las mejores habitaciones. Salió con la manta cargada al hombro, era delgada y no poseía gran peso. Ahora abriría la puerta del centro.
Estaba abierta, pero algo la atascaba, ocupo todo el peso de su cuerpo y en un choque sordo la puerta cedió, pero no de la forma que espero. La puerta se desprendió del marco y provocó que Rihana cayera con puerta y todo adentro de la habitación, provocando un gran escándalo, alertando a la castaña quién corrió en su ayuda.
—¿Estás bien? — Preguntó la castaña preocupada, un estornudo involuntario apareció una vez que estuvo cerca de la rubia.
—Si, eso no estaba calculado — Respondió Rihana tomando la mano que la castaña le había extendido para ayudarla a levantarse.
Una vez de pie con la castaña a su lado pudo darse cuenta del obstáculo que le había impedido el paso. El suelo de esa habitación estaba lleno de colchones, sin embargo, no había nada más que mantas sobre ellas, no había ninguna persona ni cadáver dentro de esa habitación. Cuando Rihana había caído junto con la puerta había levantado todo el polvo acumulado por los colchones hacia tantos años. No había nada más en esa habitación, colchones con mantas, una ventana al final y papel tapis despegado de la pared. La rubia miro la puerta que estaba sobre el colchón, sobre ella estaba la manta. Abrió la boca para hablar, sin embargo, la frase se quedó atascada en su garganta, cosa que no pasó desapercibida por la castaña.