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Capítulo XXXV

Impulsividad




Asomándose entre el muro de púas, el castaño frunció el ceño con desconfianza, mientras se impulsaba con todo el peso de su cuerpo, para subir a través de él.

Se deslizó lo más disimuladamente posible por una de las púas, esquivando duras penas las espinas, sintiendo como si una mano fría le apretase la garganta.

Un solo descuido, y terminaría ensartado como rata.

Por aquí.

El muchacho alzó la vista a tiempo para ver el suave destello que era Jade, deslizarse por una de las púas, como si de agua se tratase. Tragando grueso, Asim cerró los ojos y se dejó guiar, obligándose a mirar hacia abajo mientras lo hacía.

- Oh, mi Dios - sollozó cuando apenas y logró evitar ser cortado a la mitad por una púa que emergió de la nada, cual cuchilla.

¿Estás bien?

Ignorando la pregunta de Jade, el príncipe siguió moviéndose por el camino que el otro le había indicado, hasta que el mismo djinn cambió de dirección. Continuaron de esa manera, evadiendo cualquier forma de comunicación directa, hasta que la tensión se hizo tal, que literalmente podían sentirse las chispas saltar.

(En el fondo de su corazón, Asim no tenía idea de porqué estaba actuando de esa forma con Jade. El sujeto, en realidad, no le había hecho nada - ¡Y hasta le estaba ayudando! - sin embargo, había una parte de él, que, aunque no fuese muy lógica, se sentía herida por su presencia. La cuestión radicaba en que no podía entender el porqué de dicha situación)

Debió de haber pasado una hora, o así, cuando, al fin, lograron acercarse; las púas se alzaban cual esfera sobre la cabeza del castaño, haciéndolo tragar grueso ante la perspectiva de meterse en esa maraña de peligros.

Sintió el suave toque de Jade en su cuello, y se dio cuenta de que, de nuevo, el rubio le estaba consolando. Suspirando para no decir una estupidez, el castaño se deslizó por debajo de la esfera, arrastrándose hasta que divisó la abertura, y haciendo una mueca, una vez que, tras intentar pasar por esta, se dio cuenta de lo estrecha que estaba.

Ahora, bien, teniendo en cuenta su tamaño, casi cualquier lugar por el que pasaba le resultaba estrecho, por lo que logró reponerse de su incomodidad, y seguir avanzando en dirección al corazón del Oasis.

Llegar a este fue... No pensaba decir decepcionante, pues atravesar tal cantidad de obstáculos era algo de lo que cualquier persona se sentiría orgullosa. Simplemente no era lo que esperaba. Al escuchar las palabras "corazón del Oasis", se imaginaba una gran esfera de luz blanca, etérea y pura, la sensación de la magia y el poder impregnando el aire. Lo único que había distinto ahí, era la mándala que adornaba el suelo. Era amplía, brillante, y apenas y se había visto afectada por la locura que pasaba a su alrededor.

Ese es el corazón, dijo Jade, y el castaño bufó, evitando recalcar que ya lo sabía. De lo que no se fijó en primera estancia, fue del pequeño y hermoso capullo que reposaba en el centro de la mándala; el capullo que brillaba. Blanco, puro, y etéreo; lo cual, por sí mismo, le dio una idea al muchacho de en donde estaba su amante.

Tragando grueso, el muchacho se dejó llevar por la horrible urgencia de llegar hasta su amante, ignorando las advertencias (las súplicas) del djinn, a sus espaldas, que no dejaba de decirle que tuviese cuidado, que volviese.

¡Asim, maldita sea, vuelve!

¡Asim!

El Príncipe del OasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora