Paso 1: Hazle saber que lo notas | Parte 1

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Draco Malfoy se despedía de sus padres en la estación King Cross muggle. Les había asegurado muy bien a ambos que tenía la edad suficiente para cruzar la plataforma él solito y que si ellos lo acompañaban sólo le darían razones a los demás para que pensaran que era un chico mimado, lo que obviamente no quería-Según él, nadie de quinto año debería llegar con sus padres para ir al colegio.

Su madre, quien vestía un largo y elegante vestido negro que no pegaba para nada con su alrededor, sólo sonríe mientras que su padre rueda los ojos con un gesto divertido, aceptando dejarlo ahí.

Narcissa atrapa a su hijo en un cálido abrazo, del que el rubio obviamente intenta zafarse, pero su madre gana y besa sus pálidas y suaves mejillas, y su padre, al que ya no le faltaba casi nada para alcanzar en porte, se limita a darle un apretón a uno de sus hombros.

—Padre, Madre, nos vemos en navidad –Les sonríe el chico, tomando su carrito para así arrastrarlo hacia el interior de la estación.

—Nos vemos en navidad, Draco –Dicen sus padres casi al unísono. El chico les asiente y comienza a caminar en dirección a la plataforma.

Al cruzarla comienza a buscar con la vista a sus amigos en el lugar que previamente habían acordado a través de cartas, pero ninguno de ellos parecía haber llegado aún. Un par de Slytherin lo saludan mientras camina, a lo que él responde con sonrisas petulantes o alzando las cejas, todo dependiendo si los conocía o no, si valía la pena saludarlos o no.

El rubio se sitúa en el punto de encuentro molesto. Odiaba tener que esperar, odiaba la impuntualidad porque no requería de casi nada de esfuerzo llegar a la hora y odiaba más que nada que fuese excesiva, porque no llevaba un par de minutos esperando, no, ya serían diez y el tren en otros diez minutos partiría. Decidido a maldecirlos cuando estos llegasen, sus oídos captan ciertas voces que lo hacen girar a curiosear.

Muy cerca de él estaba la sabelotodo de Granger, el ejercito de Weasley's y como no, Potter, con su cabello todo despeinado y sus anticuadas gafas redondas. Parecían estar pasándosela muy bien todos ahí parados. Los gemelos hablaban de quien sabe qué cosa acompañados de una imitación que cada cierto rato les sacaba una carcajada a quienes escuchaban.

Draco respira hondo, divertido y porque estaba totalmente en su naturaleza burlarse de los demás, para dar los pasos que le faltaban, acercarse a los Gryffindor y hacerle saber a su querido archirrival que lo tenía presente.

El único heredero de los Malfoy acaba de aceptar no hace mucho tiempo, y de muy mala gana por cierto, esos extraños y confusos sentimientos que de pronto comenzaron a aflorar en él. Aunque no los entendía del todo, sabía perfectamente que ya no los podía ignorar más, porque lejos de querer desaparecer los muy desgraciados crecían y crecían conforme pasaba el tiempo. Se habían instalado ahí con uña y diente, en su pecho y en su mente, y de vez en cuando en sus hormonitas de chico de quince años, para no irse.

Y es que el conocido príncipe de las serpientes, creyó tres años completos que lo que sentía y lo que sentiría toda su vida por el niño que vivió sería nada más y nada menos que odio, el que bien justificado se lo tenía por muchas razones. En primer lugar no había aceptado su invitación a ser su amigo; lo había rechazado a él, a Draco Malfoy quien jamás hacía aquellas excepciones por alguien y quien venía de una muy buena familia. En segundo lugar, porque él era un Slytherin y Potter un Gryffindor, y era totalmente normal que se odiasen por eso. En tercer lugar, al pelinegro no le importaba en lo más mínimo relacionarse con sangres sucias o traidores a la sangre como lo eran Granger y los Weasley, respectivamente. En cuarto lugar, el estúpido siempre buscaba sobresalir y todas las veces se salía con la suya. Y así podía seguir y seguir enumerando razones suficientes, y más que lógicas y fundadas, de porqué odiaba a Harry Potter.

10 Pasos para enamorar a Potter | Drarry/HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora