Era martes después de clase y Raoul y Agoney se encontraban en el aula de informática del instituto junto a Mireya y Alfred.
Los del tecnológico estaban allí porque debían terminar un trabajo de dibujo técnico mientras que los de sociales habían acabado allí para comprobar sus notas en la plataforma virtual. Una vez que comprobaron sus calificaciones, sin saber cómo, acabaron buscando posibles caminos que pudiera seguir el canario al terminar el curso. A lo que se le unieron Mireya y Alfred pues estaban de todo menos concentrados en su tarea.
Estaban los tres alrededor de Agoney y todos miraban interesados la pantalla del ordenador en el que se encontraba una búsqueda de Google abierta con distintas escuelas de música.
– Esta es para gente que no tiene ni idea de tocar instrumentos – protestó el canario bajando con el ratón por aquella lista. – Esta igual. Y otra.
– Pero pon academia profesional o algo así, sino solo van a salir escuelas para aprender a tocar – le aconsejó el rubio que estaba sentado a su derecha y tecleó lo que le dijo.
– Esos son to' conservatorios – apuntó la malagueña mientras observaban la nueva lista.
– Pon universidad o facultad a ver qué sale – habló Alfred.
Volvió a hacer caso a los consejos de sus amigos y leyó concentrado los titulares de la nueva búsqueda. Cliqueó en una de las primeras opciones en la que ponía Grado en Música en Barcelona. Lo primero que hizo fue mirar los requisitos para entrar, pues previamente habían mirado escuelas profesionales en las que se necesitaba tener formación en el conservatorio para poder acceder.
– Nota media de bachillerato, prueba del instrumento al que opte y entrevista personal – leyó tan rápido y tan bajo que sus amigos solo escucharon un murmullo.
– ¡Tío! – Exclamó Alfred animándolo tras leer mentalmente los requisitos.
Agoney salió de la pestaña de los requisitos y siguió investigando un poco más acerca de ese grado. Raoul también leía atento pegado a la pantalla.
– Ago, llama – sugirió el rubio.
– ¿Ustedes creen? – Preguntó inseguro.
– ¡Pues claro! Llama y te informas de todo, chiquillo – animó Mireya.
– La verdad es que tiene buena pinta – miró dudoso a Raoul que le observaba con las cejas levantadas. – Vale, voy a llamar.
Sacó su teléfono del bolsillo y marcó el número que aparecía en la página. Se levantó y salió del aula hacia el pasillo.
– Mireya, tenemos que hacer el trabajo – rompió Alfred el silencio.
– Shh, calla. Que me quiero enterar de esto – dijo atenta a la figura de Agoney en el pasillo.
Minutos más tarde el canario volvió a entrar al aula guardando el móvil en su bolsillo con el rostro algo pálido.
– ¿Qué te han dicho? – Preguntó Raoul impaciente.
– Que me hacen la prueba de piano el sábado – dijo algo en shock sentándose de nuevo en la silla.
– ¡¿Tan pronto?! – Exclamó la malagueña.
– Me han dicho que la entrevista es más adelante, pero que las pruebas las hacen conforme la gente lo va solicitando – tragó saliva y negó con la cabeza. – No sé qué tocar.
– Si tienes tiempo de sobra – dijo Alfred.
– ¿Pero no has escuchado que es el sábado? – Protestó Mireya mirando a su amigo.
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Totally (Un)expected | Ragoney
RomanceRaoul había vivido siempre en aquel pueblo de la costa catalana y su vida al cabo de los años empezó a resultarle monótona. Agoney acababa de llegar al pueblo hace apenas una semana. Alfred tenía razón, iba a ser un buen año.