Caos en Aprian

Priox

En las profundas grutas volcánicas del más puro ónice salido del candente núcleo del mundo de Aprian, rodeado del mineral madre llamado Sampal y conocido como el mineral de la gravedad, latente en todos los seres de Aprian y que era el responsable de las diferencias entre todas las razas, que iban desde los Terral, los más afines al suelo y con mayor fuerza y expertos en armas... a los Eter, más afines a la magia, la tecnología y el estudio. Estas dos razas creaban de forma escalonada a las demás por el contenido de Sampal en sangre. Que dividía a las razas Eter afines al aire y al agua, y a las Terral afines a la tierra y el fuego.

En aquellas profundas grutas se encontraba el corazón candente de un nuevo y poderoso ser, que había renacido después de años para reclamar su lugar en el mundo y el tiempo de existencia que le fue robado.

Había resurgido en un ciclo que no le correspondía, pues tanto las dos lunas y diosas de Aprian, como la tradición de los numerosos seres de aquel mundo marcaban que solo podía haber un ''Ayel" o ser superior enviado por los dioses a la vez.

La tradición establecía 50 años de luz y 50 de caos. Así era el mundo, en constante cambio, para renovarse y regirse por nuevos guardianes que cambiasen el mundo... Así debía ser y era aceptado por todos, pero esta vez parecía que algo no sería como siempre.

Priox la nueva guardiana tenía ya 20 lunas de existencia, era una Eter solitaria, tranquila, distraída y curiosa, sus ojos amatista habían traído una profecía consigo. Una dura, a la vez que condenatoria y que la hacían ser una de las Ayel con mayor responsabilidad hasta entonces, pues su existencia se vería alterada en los años que ella debería traer paz, por la de otro Ayel del caos, un Terral que no respetaría la voluntad de los dioses, como estos habían avisado a modo de advertencia a los grandes magos y videntes de aquel mundo.

Y tal como decían, el rencor de aquel ser que fue traicionado, lo haría no respetar el pacto y resurgir.

Muchos decían que Priox era una Ayel impura por sus ojos de aquel morado y su cabello negro carbón tan poco común en una Ayel de luz, por ello la acusaban de atraer a la oscuridad, de tentarla a desequilibrar el mundo, el orden y los ciclos... por lo que muchos se pusieron en contra de la chica y esta tuvo que luchar por su existencia, y contra el odio y la marcada desconfianza hacia su persona.

Por ello Priox desde muy temprana edad sabía que debía acabar con el ser de caos cuando este renaciera.

Priox lo sintió como una punzada, un dolor de cabeza que la hizo salir disparada tomando sus cosas, libros, hechizos y algún arma, que era algo pesada para una criatura como ella, que se había visto obligada a convivir y conocer a los Terral para enfrentarse a uno, y que aunque asustada, esperaba conseguir su misión, para obtener el respeto de todos.

Así fue como con una luz invocada empezó a descender una cueva en una región apartada a la cuál había llegado con un hechizo de teletransporte.

El calor asfixiante de aquel volcán era algo indeseable, sumado a la oscura cueva que era un lugar lúgubre, afilado y desagradable, con goteras de agua que estaban heladas a pesar de que se sentía aquel vibrante calor más abajo.

Priox caminó con cautela, hasta que oyó algo de ruido y atrapó la pequeña luz que la acompañaba para agazapada asomarse a ver la imponente criatura que se írguio dejando ver un cuerpo perfecto que miraba la lava que le había dado la vida.

Los ojos de la chica se veían brillantes de fascinación, aquel ser... Era otro Ayel, lo que lo convertía en un ser casi divino al igual que ella, una criatura perfecta, que parecía casi de su edad y que claramente parecía fuerte, pero estaba desarmado, por lo que Priox no podía dudar, debía matarlo allí y ahora, por lo que vacilar no era una opción.

Tomó varios de los frascos explosivos esperando derribarlo y acabar con él con el arma que tenía, y que era de las pocas capaces de atravesar la piel de un Ayel.

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