Prólogo

804 46 0
                                    

La criada observó el cielo oscuro a través de la ventana, era el momento perfecto, no había luna ni estrellas, llovía torrencialmente y era imposible que alguien la viera. Lo que iba a hacer debía permanecer en secreto, entre la noche y ella.
Tomó a su bebé en brazos y lo envolvió con una manta, haciendo acopio de valor salió de la casa donde se ocultaba y corrió varios cientos de metros, bajo la lluvia, hasta la diminuta capilla de la aldea.
Golpeó con fuerza la puerta del minúsculo monasterio en donde solo vivía el Padre Pablo y aguardó en silencio mientras sujetaba fuertemente a su bebé, rogándole a Dios para que el pequeño no se despertase.

—¡Marena!— exclamó el sacerdote somnoliento —¿Qué hace aquí?

—Padre he venido a dejarle a  mi hijo— dijo la joven con voz temblorosa— No puedo quedármelo, pues me voy a casar con un hombre que no es su padre, por favor cuidelo mucho.

—Está bien Marena, yo cuidare de tu hijo— dijo el buen hombre tomando al bebé en brazos — Pero debo saber quién es su padre.

La mujer tragó saliva antes de contestar tratando de desarmar el nudo que tenía en la garganta.

—El Barón— dijo en un susurro— El Barón es su padre.

El sacerdote asintió en silencio y dejó que la mujer se despidiera de su bebé con un beso, después de musitar un pequeño  "gracias" ella volvió por donde había venido para ya no volver.

Los Bastardos del Señor de PetraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora