La noche del accidente, Lali había cerrado los ojos justo cuando sintió el golpe seco en la parte trasera del auto. Su posición no ayudó a mantenerse en equilibrio y todavía cree sentir el impacto que hizo su cabeza al quebrar el vidrio delantero del vehículo y luego caer desplomada sobre el pavimento de la avenida. Fueron alrededor de diez segundos los que Lali tuvo abiertos los ojos en esa posición, con la cara golpeada y el cuerpo sin responderle a las órdenes que necesitaba que le mandara el cerebro. Las luces de la noche le molestaban a las retinas y cuando quiso llamar a Peter, las imágenes empezaron a oscurecerse y comprendió que estaba entrando en un desmayo. Claro, nunca supo que ese desmayo se prolongaría tanto en el tiempo y que le provocaría un pequeño impass en el corazón. Durante ese lapso soñó; un montón. Tanto que hasta su cerebro tuvo el tupé de recapitular diversos escenarios que vivió en su pasado. También descubrió que podía oír. Podía oír a los médicos hablando entre ellos cuando la visitaban para hacerle los chequeos y podía oír las voces de sus amigos o familiares acongojados pidiéndole que se despierte. Sentía sus voces, o quizás también las estaba soñando. Pero lo confirmó el día que Allegra la fue a visitar porque sus vocecita diciéndole que la amaba le generó la primera necesidad de abrir los ojos. Pero incluso, si así lo quisiera, tampoco podía hacerlo porque había algo en su cerebro que estaba fallando, algunos neuronas se habían desconectado y el cuerpo no respondía a ninguna de todas las órdenes que ella quería cumplir. Pero fue esa tarde en que Peter la visitó y le rogó que volviera a despertar cuando tuvo la fuerza de voluntad de poder generar un movimiento. Uno pequeño, pero que bastase para que todos sepan que no se había ido a ningún lado. Y cinco minutos después empezó a abrir los ojos, lentamente, pestañeando con pausas hasta lograr focalizar el techo y todo a su alrededor. Quizás si hubiese tenido la capacidad de elegir, hubiera preferido continuar durmiendo para que su cabeza no desarme las imágenes de aquellos sueños.
−Hola, Lali... −escucha la voz de Leonardo y la luz de la linterna ocular que se la pasea por ambos ojos para corroborar el reflejo pupilar– ¿Me escuchas? ¿Sabes quién soy? –ella asiente– ¿Podes decir mi nombre? –y aunque intentó pronunciarlo, olvidó modular y le negó con la cabeza– okey, no te preocupes. ¿Te duele algo? Señalalo –y le señaló la cabeza– es entendible, sí. Te tuvimos que operar porque sufriste unos golpes muy fuertes y estuviste casi veinte días dormida, pero lo bueno es que despertaste y ese es un gran paso. ¿Querés descansar? –asintió– bueno... hay enfermeros todo el tiempo deambulando por acá así que cualquier cosa que necesites, me llamas a través de uno de ellos, ¿okey? –Lali volvió a asentir y exhaló mucho aire cuando Leonardo salió.
−¿Y? ¿Cómo está? –Peter esperaba afuera junto al Chino y Eugenia quienes fueron los primeros en enterarse que había despertado cuando él salió a alertar a todos– ¿Le duele algo? ¿Te dijo algo?
−La vi bien pero está con dolores de cabeza –Leonardo les pasa el parte y esconde las manos en los bolsillos grandes de su delantal blanco– me reconoció pero cuando iba a nombrarme no pudo hacerlo, pero es normal que suceda después de una operación tan particular y de tantos días en coma.
−O sea que todavía no habló –deduce Eugenia– ¿Se puede entrar a visitarla?
−Yo les recomendaría que todavía no porque necesita descansar.
−Soy su pareja, Leo.
−Ya lo sé, Peter, pero el cuadro es muy complicado y ya te lo conté en su momento. Que haya despertado después de tanto tiempo sin modificaciones es un milagro.
−¿Le van a seguir haciendo estudios? –pregunta Chino.
−Ahora la iba a mandar a hacerle una resonancia para chequear que todo esté funcionando bien. Respondió a los reflejos y a mis preguntas así que no creo que pase a mayores.
−¿Puedo pedirte permiso para hacerle rehabilitación? –le consulta Eugenia al levantar una mano como si fuese una pasante recién ingresada al hospital– ya sé que es mi amiga y no sé hasta qué punto me lo vas a permitir, pero también soy terapista y sé que voy a poder ayudarla y que se va a dejar ayudar más fácil.
−Cuando tenga los resultados de la resonancia y después de un próximo chequeo te aviso –y ella sonríe en son de agradecimiento.
−Leo... –Peter lo retiene del brazo antes de que se vaya– ¿En serio está todo bien?
−Por ahora sí, Peter.
−Dejame pasar a verla.
−Te recomiendo que no lo hagas y como especialista sabes que tenés que respetar las palabras de los médicos. Que ahora Lali no pueda hablar no significa que haya perdido el habla... ya te expliqué que es normal e incluso te lo anticipé después de que haya pasado dormida la segunda noche. Así que todo esto es un proceso, Pitt... tanto para vos como también para ella.
−Okey –susurró. Leonardo le palmeó un hombro y después se fue.
La voz de Alejo se escuchaba desde el patio en donde preparaba uno de sus típicos asados familiares de todos los domingos. Cantaba y bailaba meneando la cadera con cuchilla en mano mientras Delfina lo observaba sentada en la esquina del sillón, subiendo el volúmen de la música que eligió para decorar el ambiente, y tentada de la risa porque su padre es un caso aparte que adora desde que nació. Peter estaba en la cocina ayudando a Julia a rellenar las medialunas de manteca con jamón y queso, aunque a veces cuando su madre se iba a abrir la heladera o le daba la espalda, aprovechaba para robar algún bocado y comerlo. Pero ella hizo un movimiento rápido y lo vio justo con la punta de un rollito de jamón saliéndosele por la comisura de los labios. Le dio un cachetazo en el brazo que lo hizo reír y qué suerte que sonó el timbre así se ahorró todo el speech.
−Buenos días, su señoría –Peter hizo una reverencia cuando se reencontró con Lali del otro lado de la puerta.
−Mantantiru, liru, la –respondió continuando con la canción. Después se acercó y se subió a las puntas de sus pies para darle un beso prolongado en la boca– hola... −inaudible.
−Hola, niña –todavía con los ojos cerrados– me encantaría quedarnos chapando en la puerta pero los vecinos me conocen y tengo una reputación que mantener.
−¿La reputación de mujeriego? –y entró con tranquilidad. Él lanzó una carcajada y después cerró la puerta– hola, Julia... −la saludó al asomarse por la arcada de la cocina.
−Hola, Lali... –terminó de limpiarse las manos con un trapo húmedo y se acercó a saludarla con un beso y un pequeño abrazo– no sabía que venías. ¿Por qué no avisaste, Peter?
−Porque en realidad fue algo de último momento –le aclaró mientras se adueñaba de la campera de ella para colgarla en el perchero– después vamos a salir con los chicos, así que n-
−¡Vinieron visitas! –Julia lo interrumpió con un grito y él revoleó los ojos.
−Hola... −la saludó Delfina desde su lugar. Recién cuando Lali se acercó, ella tomó envión para levantarse y darle un beso– la hermana mayor de éste estúpido.
−Yo también te quiero, Fini.
−Yo voy a empezar a quererte cuando dejes de usar ese apodo –pero él le respondió con un fuck you que a ella la hizo reír– ¿Con vos también es así de insoportable?
−Desde que nos conocimos –y Lali se alió rápido a ella– me había contado que estabas en Italia, no sabía que habías vuelto.
−Cada tanto me tomo unas vacaciones para venir a visitarlos porque, lamentablemente, a veces los extraño un montón y aparentemente somos familia y tengo que hacerme cargo –y con solo ese comentario, todos podrían comprender que el humor de Delfina era el mismo que el de Peter. Y claro que éste provenía de un punto específico.