18. Volviendo atrás.

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Tomás

Nunca lograré entender a las mujeres. Intenté ser amable con ella, incluso dejé mis malas costumbres por ella, le pedí perdón, y ya veo, no sabe valorar las cosas, es fría como el puto hielo.

Sus palabras fueron la gota que rebalsó el vaso, ya no seguiría luchando por entrar en su vida si no me lo permitía.

Sin darme cuenta, estaba bebiendo y con una chica en mi cama.

—¿Me extrañaste? —dice Violeta susurrando en mi oído.

Pasó la noche y desperté con un fuerte dolor de cabeza, la chica curvilínea, alta de ojos azules y pelo castaño ondulado hasta los pechos, terminaba de vestirse para irse.

—Ya pensaba que te habías olvidado de mí y que habías encontrado a otra chica —comenta mientras se abrocha unos tacos elegantes.

No supe qué decir, hace tiempo que no dormía con ella y ni siquiera sabía por qué la había llamado o qué había ocurrido entre nosotros.

—Ya debo irme, muñeco —me informa antes de besarme y darme una mordida en mis labios.

—Violeta, ¿nosotros pasamos la noche juntos? —pregunté con temor.

—Ni siquiera tenías que preguntar —sonríe con malicia.

«Mierda».

—Esto no volverá a pasar, nunca más. Hicimos un trato —le recuerdo mientras se aleja.

Justo antes de salir de mi departamento, suena el timbre e intento ponerme ropa interior lo más rápido que puedo.

—Espera, no abras todavía —le ruego mientras busco mis pantalones.

—De acuerdo, te espero.

Vuelven a tocar el timbre una y otra vez.

Por fin encuentro mis jeans y alcanzo a revisar la hora, 7:30 am, ¿quién madruga tan temprano?

—Uy, parece que es urgente, ¿en qué lío te metiste? —dice ella.

—En ninguno que yo sepa —comenté.

Abre la puerta y la persona que va a entrar se queda inmóvil. No logro identificar quién es porque Violeta tapa su rostro.

—Adelante, ya me iba, preciosa —le comenta Violeta a Massiel, quién estaba detenida en la puerta.

Me recorre un enorme sentimiento de culpa, nunca pensé que ellas fueran a cruzarse frente a mis ojos.

Massiel la mira de pies a cabeza y le hace un desprecio, a pesar de que es más bajita que Violeta.

—Prefiero quedarme aquí —responde fría con gran intensidad en sus preciosos ojos.

—Nos vemos —dice la castaña y me guiña un ojo. Al pasar por la puerta roza con el hombro a Massiel, pero la pelinegra se mantiene firme.

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