II: ¿Embarazado?

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No hubo una contestación, pero lo dedujeron sin necesidad de escucharlo, era un rotundo: no.

Wei Ying se arrodilló enfrente del excusado y, arqueando su espalda, se sostuvo de los bordes del inodoro para vomitar. Devolvió el desayuno y la cena del día anterior en una mescolanza de color verde. Sus intestinos se revolvieron en su interior, como si estuvieran reacomodándose y un dolor se instaló en su estómago, provocándole mareos. Un agrío sabor atacó su boca, sintiendo más náuseas.

Era extraño que se enfermara; de hecho, sus alimentos incluían toneladas de chile y se atiburraba de las comidas que Lan Zhan le preparaba. No se quejaba de su cuerpo, era más fuerte que el de un omega promedio, y gracias a que había sido criado en la familia Jiang, también era más resistente. Su celo tampoco lo molestaba, menos ahora que ya estaba unido a un alfa y los supresores cumplían con sus funciones para aliviar o hasta eliminar los síntomas del calor o la fiebre.

No podía estar embarazado. WangJi había anudado en varias ocasiones y, debido a que tomaba pastillas para evitar un embarazo no planeado, su vientre seguía plano como una tabla. Además, su último celo había terminado apenas ayer, era ilógico que los espermatozoides de Lan Zhan fueron exageradamente veloces. Bueno, no sería imposible, pero ¡no iba a tener un bebé! Aunque fuera tentador, ¡un bebé no estaba en su futuro! No aún.

Oh, pero si lo imaginaba, su esposo luciría precioso con un pequeño Wei Wuxian en brazos. Y como el omega embarazado, tendría beneficios: dulces y comida cuando quisiera, antojos en la madrugada que debían satisfacer, helado en las tardes, caprichos que no podrían negarle y... una enorme panza. No, eso sí no le gustaba. Cargar con un globo de diez kilos que se mueve sería bastante incómodo.

Y si pensaba más allá, también estaba el parto. ¡Por GusuLan y las sectas! Él soportaba el dolor y las noches de sexo rudo con su marido, incluso aguantó el día que lo mordió en la nuca y tuvo que ser llevado al hospital porque se estaba deshidratando luego de cinco rondas de puro amor desenfrenado. La noche de su boda había sido terriblemente problemática, pero no se comparaba con la llegada de un bebé.

Según Internet, los calambres que se producían antes de dar a luz eran aterradores, y las contracciones eran peores. Si a eso le sumaba que debía pujar para que el niño saliera por un orificio cerca de su trasero, iba a desmayarse en pleno labor. Ah, sin contar que su pecho crecería para darle leche al monstruito y los miles de cambios de humor que experimentaría a lo largo de los nueve meses. ¿Quién demonios había dicho que el embarazo era así de feliz? Más bien parecía una pesadilla.

—¿Cómo estás? —cuestionó Lan WangJi con su imperturbable semblante. Se metió al baño y caminó hacia su pareja para hacerle compañía, hincándose a su lado—. ¿Necesitas algo?

—A ti —precisó, soltando un profundo suspiro. No obstante, su buen humor no duró mucho, y continuó vomitando los siguientes minutos.

—Jiang Cheng fue a comprar medicina —comentó, arrastrándose para posicionarse detrás de Wei Ying. Atrapó los cabellos del menor entre sus dedos y los sujetó para que no le estorbaran o para que no los ensuciara.

—Lan Zhan, ¿qué comiste ayer?

—Sopa —respondió confundido. Eso no tenía relación con los malestares de Wuxian.

—¿Estás seguro? Probablemente cuando te lo chupé me pasaste tus virus —murmuró, restándole importancia a sus vergonzosas declaraciones, tanto que las orejas de WangJi fueron las únicas en sonrojarse—. ¿Has tenido fiebre? ¿Has tosido? ¿Será un virus que solo afecte a los más guapos?

Nuestra vida juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora