22. La Pérdida Del Sentido

119 14 0
                                    

— Oliver — susurré apenas con un hilo de voz, tratando de tomar la muñeca de él.

— Tenemos que ir por tus amigos, Suzanne.

Cerré los ojos y tragué saliva. No pude evitar cerrar los ojos y suspirar ruidosamente. Mi novio me miró fulminante mientras se ponía un poco tenso a medida que la noche avanzaba sobre nosotros. Me detuve un poco al pensar; Sergio y Carlos estaban un enorme peligro con esa mujer demonio en su cueva, y yo estaba aquí... Perdiendo el tiempo de pie junto a Oliver.

— Vamos por ellos — dije con una voz fuerte, acercándome a él. Me ví tomada entre sus brazos, luego el cómo me cargaba y me apretaba contra su pecho. Las alas dieron una sacudida tras su espalda.

— Está bien.

Poco a poco nos elevamos, dejando abajo la tierra y las copas de los árboles. El cielo de la noche emanaba de nosotros al igual que el brillo de la luna y las estrellas. Estuve apunto de soltarme pero Oliver me tomó de la mano para no caerme. 

— Oliver — susurré con una mano sobre su pecho, la hice descender y luego ascender para luego dejarla sobre su pectoral derecho y seguir ahí hasta llegar a la guarida.

Al llegar al techo de la torre, me bajé de sus brazos y me quedé ahí junto a él. Le dí un beso en toda la boca, él me lo devolvió con un veloz movimiento de labios, mientras el fuego de mis venas se hacia cada vez más y más fuerte.

Nos separamos, ambos con la respiración agitada. Entonces, una voz dijo:

— ¡Qué romántico!

Me volví hacia atrás, y me encontré con los ojos de Lilith. Estuve a un paso de correr y darle de a golpes para que me dijera en dónde estaba mi amigo y su novio. Pero me mataría.

— ¿En dónde está Sergio? — me atreví a preguntar, acercándome un poco hacia el demonio.

Lilith sonrió.

— Están en la alcoba superior — confesó —, creo que será mejor que vayas por ellos antes de que sea tarde.

— ¿Cómo saber que no es una treta tuya?

— No lo es, niñita — me respondió la mujer, dando un paso hacia mí.

— Vé, Suzanne — dijo Oliver a mis espaldas mientras tragaba saliva. — iría contigo pero me hechizó para no poderme mover.

Me volví un poco hacia él, lo miré con los ojos llenos de lágrimas y susurré:

— Te amo.

Sabía que la posibilidad de volver a verlo con vida era muy baja, algo en mí me lo decía, el mundo a veces odia que las personas estén juntas. No pude evitar que las lágrimas cayeran por mis mejillas, apoyé la cabeza en su pecho. Me sentí de lo peor al haberlo traído aquí, y todo para nuestro último día de vida.

— Todo va a estár bien — dijo, como una promesa.

— Sí, Oliver — musité con una mano en su cuello. Me separé un poco de él y corrí hacia la puerta que me llevaba al interior de la torre. Ahora tenía que salvar a los chicos.

Entré en una puerta abierta por la cuál salía una luz naranja que venía de unas llamas de fuego. Empujé la puerta y entré, justo para ver la escena frente a mis ojos: había una gran chimenea abierta con las rendijas hacia afuera, dando su luz hacia las columnas que sostenían el techo de la habitación. Entonces ví el cuerpo tendido de Sergio en un largo sofá bajito a unos metros del fuego.

— Sergio...

Me arrodillé junto a él, para luego tocar su mejilla. Tenía el calor corporal que me decía que seguía con vida, casi suelto un grito de emoción pero una mano me tomo del pelo y otra me pasó un cuchillo por la garganta, casi haciéndome un corte.

El atacante acercó su boca a mi oído.

— Al fin..

Era la voz de Carlos, y entonces me dí cuenta de que ahora nada tenía sentido. En algún lugar de este castillo mi novio estaba en un riesgo terrible de muerte, mi amigo estaba en riesgo y el que decía quererlo me acababa de tomar por atrás, listo para matarme. Sergio tenía el aspecto de un ángel, tirado sobre el sofá con las manos sobre el pecho y este último subiendo y bajando con un ligero y cauteloso movimiento por la respiración. Me ví llorando sin compasión.

— Carlos, ¿Qué estás haciendo?

Me empujó, caí al suelo. Me puse a llorar un poco mientras sus ojos negros me miraran, en ese instante ví un brillo alucinante asomándose por entre las rendijas de sus iris un poco brillosas.

El cuchillo en su mano se lanzó sobre mí, y en ese momento le dí una patada en la muñeca para romperle el hueso. Me puse de pie a como pude y ví como daba una sacudida a su fractura, y el hueso volvía a estar bien de una forma inesperada.

— Santo cielo — susurré y corrí hacia una pared más cercana. Carlos movió de una forma sobrehumana y me tomó del cuello, me apretó contra la pared. Sentí cada uno de sus dedos cerrados alrededor de mi garganta mientras sus ojos me miraban impetuosos a medida que su fuerza se hacía cada vez más y más emergente.

— Carlos, Suéltame.

Una sonrisa se asomó entre sus dientes y sus labios. Al momento siguiente me lanzó al otro lado de la sala, me deslicé por sobre la madera y acabé contra un frío muro de rocas detrás de mí.

— ¿Por qué hacés ésto? — inquirí mientras soltaba un quejido por el dolor que me corrió por toda la espalda.

— Voy aprovechar que te mataré para decir todo lo que tengo que decir, Suzy. Tengo mucho tiempo y muchas razones para hacerlo.

— Me imagino que uno de esos motivos no es Sergio.

Otra vez, se movió veloz hacia mí, entonces lo tuve de pie frente a mí. Con sus ojos inescrutables, me lanzó una feroz y mortal mirada que provocó un terror emergente en mí interior.

— Está bien — dijo —. Esto es lo que tienes que saber...

Almas De Mortales ( Completa ) ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora