Día 8, semana 2.

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     Cuando mis padres llegaron, me hostigaron de preguntas que yo contestaba con un simple: "no recuerdo".

     Pero no me preocupe, en menos de una hora supe que tenía unos padres afectuosos. Ya que bueno, no se separaban de mí, me llamaban por motes cariñosos y siempre me preguntaban si estaba cómodo y aunque les contestara que lo estaba, mi madre sobretodo, pedía más almohadas para mi comodidad. Sí. Prácticamente estaban sobre mí y yo estaba más que encantado.

     Debo decir que ellos eran excesivamente atractivos. La complexión de mi madre era pequeña, de apariencia delicada y rasgos finos, y a diferencia de mi padre que era pelinegro, ella tenía una larga cabellera castaña. Mi padre por su parte era alto y rasgos fuertes. Luego me entere que ambos eran modelos y por ello conocían a los padres de Jin ya que trabajaron para éstos.

     Otra cosa de que supe fue que al parecer yo sabía lenguaje de señas, pero, bueno, lo olvidé. Digo esto porque después de un rato de estar contestando sus preguntas, me preguntaron: "¿Por qué no hablas por señas?" les miré extrañados y les respondí escribiendo "¿señas?".

     Y ahí me explicaron que, desde pequeño, al no poder comunicarme de manera verbal, tanto ellos como yo, aprendimos lenguaje de señas. ¿Increíble no crees?

     La conversación se basó básicamente en "recuerdas cuando tenías siete años y..." que yo terminaba diciendo "no, no recuerdo".

     Mi madre me miraba con ojos llorosos y jugaba con mis manos, mientras que mi padre me sonreía de manera cariñosa. Hamaji y Daikaku eran sus nombres.

     Todo iba bien. Risas y sonrisas llenaban la habitación mientras ambos relataban alguna anécdota graciosa sobre mí, con fin de ayudarme a recordar o avergonzarme. Pero cuando tomé mi libreta y les mostré lo que escribí pareciese que ese ambiente se cortó:

     —¿Dónde está mi novio?

     No había visto a Seokjin en toda la mañana.

     Mis padres compartieron una mirada. Mi padre fue quien me contestó:

     —No debe de tardar en llegar —dijo con una sonrisa.

     Pero la sonrisa que ambos tenían en sus rostros era tensa.

     Confundido, les volví a escribir: —Pero el horario de visitas no tardara en terminar.

     En ese justo momento alguien ingresó a la habitación, y no era la enfermera. Era un chico pelinaranja que portaba gafas negras de sol y vestía una chaqueta de cuero y unos pantalones que abrazaban sus gruesas piernas.

     —Hablando de rey de Roma —comentó mi mamá por lo bajo.

     El tono en que lo dijo no parecía de todo contento y llamó mi curiosidad.

     «¿Qué está pasando aquí?».

     Miré al recién llegado.

     La presencia de éste era abrumadora. Imposible de pasar desapercibida. Tenía un aire coqueto y sexy, y vaya que era atrayente.

     —Lamento la tardanza —habló el desconocido quitándose las gafas de sol. Cuando su mirada se cruzó con la mía una electricidad me recorrió el cuerpo—, Hey, bebé —me saludó con una sonrisa ladina, y luego miró a mis padres—. Suegros —dijo con arrogancia.

     «¿Me acaba de llamar "bebé"? Espera un momento... ¿¡Él acaba de llamar "suegros" a mis padres!?».

¿No me recuerdas? || VharemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora