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No lo pensé mucho más y avancé a paso largo, quería dar la impresión de que no estaba nada interesado en ella, simplemente era un chico que se dirigía hacia su casa. En múltiples ocasiones se me escapó una mirada pero ella no se dió cuenta, cuando estuve lo suficientemente cerca la miré fijamente con extrañeza (aún en mi papel de desinterés). Me detuve a un costado de la banca y ella bajó la revista.

—¿Que haces todavía por aquí?— Pregunté.

—Yo podría decirte lo mismo a ti—dijo un tanto evasiva.

Touché. Bueno, solo estaba recordando un poco la escuela—dije mientras me sentaba.

—¿Recordando la escuela?

—Sí, a los amigos que se fueron, los viejos tiempos y esas cosas.

—Ahhh, bueno—volvió a sumergirse en la revista.

—Bueno, fue un gusto charlar contigo. Chao.

—Chao. Por cierto, soy Melissa.

—Alberto—di una última despedida y volví a mi camino.

No estaba del todo seguro si eso había sido un acercamiento o un simple «Hola y chao». Prefería pensar que todo estaba bien, al fin y al cabo conseguí hablarle, ese fue mi primer acercamiento.

La semana transcurrió con tranquilidad y para mi sorpresa cada vez que yo salía, ella ya estaba fuera sentada en el mismo banco y con una revista o libro diferente. Siempre me la topaba fuera por pura «casualidad» y siempre tenía una excusa para quedarme un poco más tarde en el colegio: Un lápiz perdido, estaba terminando un trabajo o simplemente me quede por ahí. No estaba seguro de que se tragara todas esas mentiras, aunque si lo hacía era una buena señal, quería decir que no le importaba que yo pasara un rato con ella.

Entre más pasaban los días, más tiempo duraban esos encuentro «fortuitos». Estaba empezando a creer en la posibilidad de que ese lapso de estupidez hubiese sido algo más...

Tocó el timbre nuevamente anunciando el final de la primer semana de clases, ahora era el momento de hablar e intentar algo nuevo.

Volví a dejar tirado un cuaderno en el salón por «error» y fui a recogerlo. Al salir del colegio volvía a estar sentada en la misma banca, pero esta vez había algo raro en ella, no tenía ningún libro o revista y parecía algo triste, me acerqué como de costumbre y me senté a su lado sin decir nada.

Estuvimos así durante un minuto entero, no sabía como comenzar a hablar y ella seguía con su mirada tirada en el suelo-¿Estas bien? - «¡¿En serio dijiste eso?! eres un completo idiota» replicó mi mente.

- Mentiría si digo que sí- en sus palabras descansaba la tristeza y no sabía como tratar este tipo de situaciones. Me acerqué un poco más a ella.

—Disculpa si soy muy directo pero... ¿Que pasó?—trataba de mirar sus ojos pero me era imposible, su cabello cubría parte de su rostro y no sabía si estaba a punto de llorar o si solo estaba un poco deprimida.

—Es mi abuela...ella- no pudo completar sus palabras y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas hasta impactar contra el suelo, dejando una sombra en la acera. No hacia falta que terminara de decirlo, ya sabía a lo que se refería. Coloqué mi mamo en su espalda y ella, al sentir esto, se acercó hacia mí y me abrazó fuertemente, sus lágrimas seguían corriendo pero lloraba en silencio.

En ese momento sentí su dolor como si fuera mío, así que solo la envolví entre mis brazos y recosté mi cabeza en la suya.

—Sé por lo que estas pasando—dije susurrándole al oído—Se que es duro, pero con el tiempo pasa, por ahora esta bien llorar...

—Gracias, lo aprecio de verdad...

Nos quedamos así durante unos largos minutos hasta que ella dejó de llorar. Se puso erguida nuevamente y terminó de secar sus lágrimas.

—¿Mejor?—pregunté.

—Sí, gracias.

Me levanté de la banca y le di un beso en la frente—Con esto me despido, ¿Estarás bien?

—Sí, solo necesitaba desahogarme, además, mis padres ya deben de estar cerca- dijo con tranquilidad.

—En ese caso, me despidosalí casi corriendo del lugar, no podía contener la emoción de ese encuentro. Ella se había abierto a mí y me había permitido estar allí para ella, eso es algo que no puedo dejar de lado. Puede sonar cruel, pero si me sentía mal por ella, pero no dejaba de lado lo ocurrido.

Llegado a este punto no quedaba dudad alguna, me había enamorado de Melissa, no sé si fue desde el primer día de clases o tal vez ya sentía una extraña atracción hacia ella que no quería admitir.

¿Como es posible que una chica pueda tocar tu corazón en tan poco tiempo y después se quede aferrado a el? Sin siquiera darme cuenta me había adentrado a ese lugar en el que ya no tienes posibilidad de decidir sobre lo que quieres, simplemente sucede y así seguirá hasta que se acabe el encanto o una emoción mucho más fuerte lo baje del pedestal.

Entre más me preguntaba sobre como había llegado a esto, mas fuerte se hacía la brisa que traía su recuerdo directo hacia mis pensamientos. Lo único que me generaba miedo era la posibilidad de que el único que sintiera esto fuese yo...

Ya lo pensaré luego...

Las cicatrices de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora