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Aramea se abrazó a mi antes de subir a su respectivo carruaje.

- Creo que te voy a extrañar demasiado, Hadassa. Pues esta semana ha sido maravillosa, mientras que en Disarta - suspiro - Me necesitan, pero estaré tan sola. Por favor, dale mis saludos a Selene, sus chistes en serio que si me causan mucha gracia - dijo y acomodo mejor el manto sobre su cabeza - Son bienvenidas cuando gusten a mi reino.

- Tendré eso muy en cuenta - sonreí.

Igualmente, me despedí de ambos reyes, como no, deseándoles buena suerte en el regreso a casa y en su gran reinado. Eleo me dio su invitación abierta a Larrowitch para cuando quisiera, eso que al igual que Arai, quien me abrazó cariñosamente y repitió un "Te quiero no menos de un año cabalgando junto a mí por los valles de mi reino".

Lo mínimo que puedo decirles a ellos dos, contando las pocas veces que nos vimos, porque los varones se encargaban de hacer otras cosas en Everjane.

Vi sus carruajes perderse a los lejos del castillo. Ya todo está más que dicho. Soy la reina y ahora si todo va ser más serio que antes.

Apenas y entré estaban tres hombres de pie, los cuales, parecían en mi espera. Los había visto de antes. En la corte, claro.

- Mi reina - dijeron apenas y me vieron de frente, como no, dando su respectiva reverencia ante mí.

- Señores - asentí.

- Necesitamos su grata presencia en la corte de su majestad, tenemos que debatir algunas cosas y decidir el futuro de Everjane.

- Está bien, solo denme un tiempo, por favor.

- Como usted ordene, mi reina.

Con una de mis otras damas, ordene llamar a Camille. Necesitaba quien ordenara mejor mi peinado.

Como, apenas y entré a mi habitación, ya la joven chica estaba allí dentro. Lista para seguir cualquier orden que diera, en este caso, un pequeño retoque en mi cabello y un buen visto para acercarme hasta donde estaba la corte. No estaba muy lejana al palacio. Solo a unos pocos acres de aquí.

Apenas salí, pedí la compañía de Selene, pues no quería ir tan sola a un lugar al que muy pocas veces había ido, y donde bien sabía, estaría la presencia de todos los personajes ilustres de Everjane.

Y allí me veía, sentada en el trono que una vez había ocupado mi padre. Frente a todas aquellas miradas que esperaban escuchar palabras de mi parte, de su reina. Vaya que mi respiro de todo esto había sido apenas una semana, y en compañía de los otros reyes. Hasta me preguntaba si esto era lo mismo que les esperaba a los otros reyes apenas y llegaran a sus reinos.

- Mi reina - dijo a mi lado Milo, quien me había dicho lo que tenía que hacer. Y la única verdad era que esa idea aun no me sonaba - Sabe que es una decisión para el bien de todo el reino.

          

- Me parece - carraspeo Selene desde su lugar llamando la atención de todos los presentes. Pues sí, al ser hechicera, hacía parte de la corte, aunque muy pocas veces hacía presencia, pues en ciertas ocasiones sentía demasiada flojera para ir - Que la reina no necesita de un hombre al lado para poder reinar bien.

- Pero aquí todos sabemos que es el reglamento de Everjane. No dudamos de las capacidades de nuestra nueva reina, pero el protocolo nos pide que esta sea casada para poder ser una reina apta para el pueblo - explicó Jerome en palabras claras. Bien sabía que él había sido una de las manos derechas de mi padre.

Por más de que lo que ellos mencionaran, no me parecía, la verdad ni poco. En mis planes no estaba aún casarme. No aún. Pero para poder ser la reina que Everjane necesita, debo seguir el reglamento al pie de la letra, y muy para mi pesar, no se puede cambiar ni una sola letra de este. Pues está conformado por leyes puestas incluso antes de mi bisabuelo, y estas se han respetado desde siempre.

- Esta dicho - dijo Milo tomando nuevamente la palabra - La reina debe de casarse, lo más posible antes del siguiente invierno.

- Es demasiado rápido - dije en un intento por conciliar - ¿No se podría para el siguiente año?

- Mi reina, la corona no se pospone por nada del mundo. Pues debe usted entender que Everjane está en guerra y esta sólo podrá ser controlada por un rey, un varón que esté de su lado y haga mover las tropas con sabiduría. Sabemos que usted será una reina.... - esta vez otro carraspeo de Selene llamó la atención del resto de hombres de mirada seria que había en la sala.

- ¿Y por qué la reina no puede ir a ver las tropas? Seguramente aprenderá, porque puedo asegurar que es una mujer sumamente inteligente. Además, me consta que el general Iósif estará encantado de enseñarle el entretenimiento de sus hombres y enterarla de las estrategias que estos usaran.

- Permíteme que te corrija, Selene - respondió en cierto siseo Abad - La reina no es una persona en condiciones de visitar un campo de guerra como el que se tiene a las afueras del reino. Ni hablar.

- ¿Cuál condición? - preguntó a la defensiva Selene - ¿El ser una dama?

Y con ese comentario, todos se quedaron en silencio. Selene solo en su lugar negó con la cabeza. Y si, es aquí donde empezaba a entender porque tampoco Selene venía seguido a hacer presencia de las sesiones de la corte. Pues como no, si creían que por hecho de mujer no podía reinar bien de Everjane, cómo sería ella que tenía entre sus manos ser la hechicera real. No me lo imaginaba.

- Lo que terminamos resumiendo el día de hoy, es que la reina debe conseguir un esposo antes del invierno. Lo dice las reglas y no son solo palabras nuestras. Lo puede consultar mi reina.

Si, y eso ya me quedaba más claro que el agua.

Asentí, pues no tenía ni siquiera ganas de utilizar mi voz.

(....)

- ¡Selene! ¿Pero cómo has podido niña? ¡Una completa necia! - escuché como Helena regaño a Selene, esta solo estaba sentada con su gesto torcido.

- Abuela ¿Tú acaso creías que me iba a quedar callada a tal injusticia en contra de la reina? Pues recordemos que ella no viene siendo mi reina, si no también mi amiga de la infancia. Sé lo capaz que es ella de hacer las cosas y de su inteligencia, estaré del lado de ella así mi cabeza ruede - sonreí ante las palabras de ella - Y ese montón de idiotas cree que ella necesita de un rey para controlar las batallas que se están viviendo. Claro que no. No me iba a quedar callada.

- ¡Pero entiende por favor! No puedes irrumpir así mientras se debate algo tan importante como ello ¡Es el destino de nuestro reino! Y se debe seguir el reglamento gústele a quien le guste.

- Por desgracia - dije esta vez yo - ¿Casarme? Para eso no me siento lista aún.

Esta vez la mirada grisácea de Helena recayó sobre mí. Ella solo miro con cierto pesar.

- A veces las cosas no son como nos gustan mi niña. Y nos toca simplemente seguir lo ya dicho, es una completa pena - explicó con tranquilidad y Selene bufó.

- Ellos son unos bufones - mencionó ella.

- ¡Selene! - regaño la mujer.

Yo sonreí. Pues mi buena amiga no cambiaba ni un poco.

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A un solo paso de tu infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora