XX

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Ya bien caída la noche, Jihoon se baja del bus, sintiendo el viento del invierno soplándole en el rostro. Con un escalofrió que le recorre la espalda, y un mal presentimiento en el pecho, se coloca su chaqueta y sale a la calle. Por la hora, el taxi a casa de sus padres le cobra un recargo extra que lo deja sin dinero en la cartera. "Debí traer más" Se lamenta, bajándose del auto.

Cuando llega al patio de la casa, algo que le llama la atención son las abundantes bolsas de basura en torno al cesto. "Normalmente nunca llenan el cesto de basura" Piensa. Y cuando va a pasar de ellos, una forma en el interior de una de las bolsas le resulta familiar, una curva que normalmente asociaría a una guitarra.

"Pero no pudieron haber botado una guitarra así como así... o sí?" Aquel mal presentimiento le insta a acercarse a la basura, soltando el nudo que la cerraba, solo para sorprenderse al reconocer su propia guitarra, aquella que su padre le dio como regalo en su cumpleaños número nueve. Las cuerdas, rotas; la madera, destrozada. Las manos le tiemblan, de rabia e impotencia, al volver a acariciar las cuerdas con las que aprendió a tocar guitarra.

Y no solo eso, pues la bolsa se halla llena de las diversas pertenencias que no pudo llevarse al dormitorio. Ropa, libros, incluso un cojín que bordó un día de las madres como tarea para la escuela.

No le hace falta pensar mucho para darse cuenta de que el resto de las bolsas son más de lo mismo, y hecho una furia, golpea la puerta. Su madre es quien abre, seguida de los ladridos del perro. A la mujer se le llenan los ojos de lágrimas al verlo, y lo atrapa en un abrazo lleno de culpa.

-Oh, Jihoonie... bebé, no tienes idea de cómo lo lamento...

-Mamá... donde está papá? - Su madre lo suelta, y de repente su mirada vaga hasta la basura, abierta, y regresa a Jihoon.

-Por favor, Jihoon, cálmate... Tu padre no sabe lo que está haciendo, está enfadado y...-

-Donde esta?

Sin decir nada, la mujer se aparta de la puerta, con lo que Jihoon pasa. Una rápida inspección le indica que solo hay un lugar donde puede estar, y llegando al final del pasillo, encuentra la puerta de su habitación abierta.

Más, cuando pasa, no queda nada de lo que podía llamar "su habitación". Con una bolsa en la mano, su padre continúa lanzando en ella todo aquello que encuentra en su camino. Tan solo las letras brillantes "Woozi" en su puerta permanecen, aun marcándola como suya. Cuando su padre se gira para encararlo, Jihoon aun sujeta con fuerza el mástil de la guitarra, y con una mueca, lo lanza en la cama.

-Qué significa esto?

-Mira, pero si es el rey de Roma, Lee JiHoon.

-Papá, que significa todo esto?

-No, no, no, no quiero oír nada de "papá esto, papá aquello"- Exclama, cortante -Esta limpieza, significa solo una cosa. Y es que yo no tengo ningún hijo.

Al escuchar esto, le sorprende más el no estar realmente sorprendido por ello. Con un nudo en la garganta y los puños apretados, solo puede mirarlo, tratando de pensar en algo para decir, algo para no dejarse ganar.

-Ah... sí? ¿Y yo que soy?

-Una vergüenza.

Lo dice con tanta seguridad, que no le cabe duda de que si lo cree. De que lo ve como una vergüenza, tal vez una mancha en su perfecta reputación. Acercándose a él, le dedica una mirada llena de desprecio.

-Sabes que paso? Me despidieron- Murmura, su voz teñida de rencor - ¿Y sabes por qué me despidieron?

"Por ser un cobarde que le tira sus problemas a otros?" Le provoca decir, pero ese nudo en su garganta solo se aprieta más y más, al punto que se le hace difícil respirar.

-Por la vergüenza de tener a un maricón con mi familia. Todos en la empresa lo saben, todos en la calle también... ¿y aun así te atreves a mostrarte aquí? No, yo ya no tengo ningún hijo- Con rabia contenida, empuja la última bolsa con sus pertenencias en sus brazos -Ten, quédate con esto.

Mientras su padre se aleja, Jihoon solo piensa, pero las palabras que salen por su boca ni siquiera pasan por su cerebro primero -Un maricón, ¿eh? Bueno, mira, aunque lo niegues, nunca vas a poder cambiar dos cosas: una, si te despidieron, fue por ser un cobarde y un inútil...-

Ni siquiera puede acabar la frase, antes de que su padre lo tome por el cuello de la playera, elevándolo un poco sobre sus pies y golpeándolo contra la puerta. La cabeza le da vueltas, y la boca le sabe levemente a sangre, pero eso no evita que termine su discurso en cuanto el hombre se detiene, para mirarlo con ojos inyectados de rabia.

-...y dos... la sangre nunca la podrás eliminar, siempre serás el padre de un maricón, y eso, eso nunca lo podrás olvidar. Ni nadie lo hará- Sentencia, ignorando el miedo que siente al notar la máscara de ira en la que se transforma el rostro de su padre.

Tras golpearlo un par de veces más contra la puerta, lo deja como muñeca de trapo en el suelo, mientras sale de la casa. Su madre se apresura a acercársele, ayudándolo a levantarse.

-Jihoon, dios, como... estas bien? - Pregunta, sin saber que decir.

-S-si...- Murmura, falto de aire.

Lentamente, sale de nuevo al patio, ayudado de su madre. Y ambos son incapaces de decir nada mientras escuchan el ruido atronador del fuego encendiéndose de golpe, acelerado por lo que creen es gasolina, guiándose por el olor que flota en el aire. En silencio, todos observan las bolsas con las pertenencias de Jihoon arder, hasta que la madre reacciona, empujando al hombre, jalando la manguera y apresurándose en apagar el fuego.

-Jiyong! ¡¿Que está mal contigo?! ¡Son las cosas de nuestro hijo! - Exclama ella, una vez que el fuego se ha apagado por completo.

Y con la mirada vacía, el hombre responde - ¿Cual hijo, amor?

En silencio, entra a la casa, ignorando por completo a Jihoon. Sin embargo, este tampoco le presta atención.

-Jihoon, bebé...

-Adiós, mamá.

Despidiéndose, Jihoon baja por la calle, apretando los dientes y respirando con dificultad.

Lil Notes (Seventeen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora