Capítulo 5. La verdad al descubierto

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-¿Qué haces?-dijo Mel con cierto mareo en su cabeza-, bájame al suelo, puedo andar.

-Estás en medio de un ataque de claustrofobia-le recordó el moreno-, lo mejor será que te relajes.

-Bájame… Tú tienes que seguir.

Él la dejó en el suelo, ella se sentó y respiró aceleradamente, y Daniel en vez de irse se agachó a su lado y tocó su rostro, descubrió una ligera capa de sudor cubriendo el cuerpo de la rubia, ella se balanceaba de adelante hacia atrás. Gracias a sus conocimientos en medicina dedujo que Mel tenía todos los síntomas de un ataque de claustrofobia. Cogió su rostro entre sus manos, ella sintió el frío del anillo del chico en su mejilla.

-Mírame, respira hondo-le pidió, en cuanto ella serenó su mirada y la clavó en sus ojos, prosiguió-, ahora ciérralos, piensa en algún lugar donde seas feliz. Piensa en esa persona especial. Piensa en algo que te relaje.

Ella le hizo caso, cerró los ojos e intentó pensar en algo que la sacase de tanta frustración. Odiaba esa maldita enfermedad, se había metido a ese túnel con la esperanza de poder salir de la casa al final del mismo, y en cambio lo que habían encontrado era una sala subterránea parecida a un laboratorio de algún científico loco. Procuró no pensar más en esas cosas y su mente viajó a días anteriores, justo cuando el profesor de Literatura les había mandado a cada uno a leer frente a toda la clase un fragmento de alguna obra literaria que les gustase.

Cuando llegó el turno de Daniel, Mel se puso rígida en su asiento y se dio cuenta de que mientras él recitaba tan hermosas palabras, la mirada solamente a ella. Le gustaba que la mirasen, pero con él era distinto, porque su penetrante mirada la ponía muy nerviosa. Daniel se alegró de que Mel hubiera dejado de jadear y se hubiera tranquilizado un poco más, aunque tenía mucha curiosidad sobre qué estaría pensando ella al ver una pequeña sonrisa surcar sus labios. Miró hacia el hueco del techo, preguntándose qué estaría pasando en la casa, esperaba que nada malo para Josh y Sharon. Se sentó con un gruñido de cansancio en el suelo, y sintió que el mismo bajo su trasero se movía.

Una de las baldosas estaba suelta. Se apartó y la quitó, al escuchar el ruido del mármol Melanie abrió los ojos y miró a su lado. Daniel había sacado unos papeles que estaban ya acartonados y amarillentos por el paso del tiempo y empezó a mirarlos con la linterna para intentar averiguar algo. Uno de ellos era una noticia de periódico, decía algo de que estaban buscando gente voluntaria para algo que no se veía muy bien por las letras borradas, pero también hablaban de una recompensa económica. Lo siguiente que leyeron consistía en una carta que podía verse casi al completo. 

Dirigida a un tal señor Boyle y sin remitente, parecía la dimisión de una persona a algún asunto turbio, el hombre remitente decía que no quería seguir, que sería horrible y que era una locura. Y los demás papeles hablaban de cosas sin sentido. 

-Dios mío… ¿un experimento?-dijo asustada Mel al leer una carta. La claustrofobia había desaparecido casi del todo, había conseguido distraerse con los papeles.

Más arriba, dos jóvenes enzarzaban sus lenguas en una lucha incesante, sus cuerpos acalorados se movían el uno sobre el otro, ella rozaba su sexo en el de él, ambos únicamente separados por las finas telas de sus ropas interiores. Él se sentía en la gloria, ansioso de que sucediese ya, ella ya había hecho esto muchas veces, pero ahora era distinto, porque alguien la acariciaba con amor. Cuando los labios de Josh bajaron por su garganta, ella sacó su miembro de sus calzoncillos, echó a un lado el tanga y metió poco a poco su miembro en su interior. La cara del moreno fue todo un poema.

Sus labios entreabiertos, sus ojos cerrados, disfrutando, sintiendo una nueva sensación, estremeciéndose ante lo que estaba pasando. Sentirla así era estupendo, maravilloso, mágico, especial… Indescriptible. Ella empezó a moverse de arriba abajo, poco a poco, despacio, mientras sus labios volvían a rozarse. Ella ahogó sus gemidos para que nadie les escuchase, y prosiguió con el acto. Las manos de Josh se posaron en las caderas de la muchacha, acompañándola en el movimiento. Al rato, una sensación de placer sin fin llenó sus cuerpos, y Sharon apoyó su cabeza ene l pecho del moreno.

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