5. Explicaciones útiles

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Allen podía sentir el calor que emanaban los cuerpos de Lavi y Lenalee mientras le llevaban hasta su encuentro con el supervisor Komui de la mano; ella a su derecha, él a su izquierda. Suspiró. Era muy placentero sentirse así, como si tuviera dos hermanos mayores que le protegían. Cerró los ojos suavemente, dejándose llevar con total confianza. Por un momento se había olvidado del por qué se dirigían con el supervisor, del por qué un inspector mandado por los Comandantes seguía a los tres con un gesto serio. Incluso se olvidó del pequeñísimo dolor que sentía en el abdomen con cada paso que daba.

Sin embargo, pronto tuvo que volver a la realidad al escuchar la voz del aprendiz de bookman anunciar que ya habían llegado a su destino. El de cabellos blancos dejó ir lentamente las manos de sus amigos, mirando al suelo con pesar.

Muy bien, ya estaba ahí. Iba a empezar con esa misión de una vez por todas y ganar de nuevo su lugar como exorcista confiable de la Orden Oscura. Aspiró profundamente, decidiéndose por fin a abrir aquella puerta él mismo al tiempo que los otros dos exorcistas le miraban con lo que parecía ser genuina preocupación. Pero él estaba completamente decidido a afrontar lo que se le venía encima con valor, ¿acaso le quedaba otra opción? A su manera de ver; ninguna.

Apenas entrar, se dio cuenta de que ellos tres eran los últimos en llegar, pues ahí se encontraban todos los exorcistas de la Orden. Incluso los generales. No pudo evitar sentirse avergonzado por el hecho, ¿también Komui había involucrado a los mismísimos generales de la Orden Oscura? ¿Y si uno de ellos resultaba ser su compañero? Pasó saliva, algo intimidado. Fue gracias a que Lavi posó una mano sobre su hombro derecho que pudo seguir caminando, aún bajo las miradas de sus compañeros exorcistas.

- ¡Bienvenido, Allen-kun! Te estábamos esperando - exclamó el supervisor alegremente, permaneciendo sentado frente a su escritorio -. Ven, siéntate aquí cerca. Tú también, Lenalee-chan.

La china suspiró. Lavi reclamaba por haber sido prácticamente ignorado por Komui de manera bastante exagerada. Allen solamente caminaba despacio, pensando, divagando. Desde un principio creyó que la misión encomendada por los Comandantes sería una que él tendría que realizar a solas; porque, después de todo, se trataba de un paso necesario para recuperar su confianza. Pero en realidad lo tenían ahí, totalmente nervioso, después de haberle dicho que tendría que cargar con una vida por él mismo. Aunque no sabía por qué lo que realmente le hacían sentirse más inseguro era saber que tendría que compartir "esta misión" con alguien.

Elevó ligeramente el rostro, examinado a su alrededor, buscando a alguien de manera casi inconsciente. Lo encontró. Justo al fondo de la habitación estaba Kanda. A diferencia de los demás, el japonés no lo miraba, sólo tenía los brazos cruzados con un gesto de fastidio obvio en el rostro. Y, por alguna razón, eso lo hizo sentirse mal. Negó con la cabeza rápidamente, despejándose. Ya había decidido que lo que pensara Bakanda sobre él no le importaba en lo más mínimo. Resopló.

- A-Allen-kun, ¿estás bien?

Volvió el rostro. Miranda le había llamado, con un gesto de total preocupación. Lavi y Lenalee también le miraban de la misma manera. Rayos, no quería que sus amigos sufrieran por culpa de las tonterías que pasaban por su mente.

- Estoy bien, Miranda-san - sonrió amablemente, justo como sólo él sabía hacerlo. Y, por alguna razón, la mayor se había ruborizado notoriamente. Allen ladeó la cabeza, algo extrañado por esa reacción, ya que Miranda no solía actuar así con él. Entonces ella comenzó a temblar notoriamente para después gritar:

- ¡Lo siento! - Miranda se llevó las manos al cabello, mientras se sacudía violentamente - ¡Lo siento, Allen-kun! ¡No pude evitar imaginarme cosas raras! ¡Lo siento!

Apóstol de Dios (YULLEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora