Parte 8

8 0 0
                                    

Cuando pensaba que no podía estar mejor, que las cosas venían bien. Se me cae el cielo encima, y es que los ex huelen cuando una está bien y tienen que volver a aparecer para tirarte todo lo que armaste.
El día que lo ví con mis ojos y ya no podía negarlo se me frenó el corazón y se partió el pedacitos, él con otra mujer, con otra a quien compartirle sentimientos nuevos.
Era una buena noche, estaba terminando el fin de semana con amigos y fuimos a una plaza y de tan chico el mundo, me lo encontré a él. Se me aflojaron las piernas, me temblaba el cuerpo y la voz. Sentía muchas cosas por dentro, cosas que no podía demostrar. Pero solo quedé paralizada a sus espaldas, sin decir ni una palabra fumando un cigarrillo atrás de otro e intentando respirar. Las palabras de aliento de mis amigos no entraban por mis oídos, yo solo miraba de reojo como se abrazaban, de aquella forma tan segura que algún día lo hizo conmigo también.
Creo que esa no fue su primer cita, atrás venían un par más y por delante muchísimas otras. No parecía un amor de un rato, ella me miraba... Me conocía, sabía quién era yo en su vida.
Junté fuerzas y me puse de pie frente a ellos, con la piel erizada y los ojos helados, pero tan transparentes que podían hablar por mí sin que yo moviera un labio.
Tanto espacio, tanta gente y ¿coincidir siempre?
Detrás de esas dos personas caminando de la mano, y más tarde agarrados de la cintura, se iban desparramando en pedazos todas nuestras fotos juntos, año por año y día por día. Cada recuerdo se iba embarrando de a poco pero casi sin dejar ver aquellas viejas sonrisas.
Días más tarde nos volvimos a ver, negó verme aquel día, hasta me dijo que aquella chica era solo de una noche y no la quería. Jamás debí creerle ninguna palabra de las que salieron de aquella boca pequeña pero hermosa. Los encuentros se hicieron cada vez más constantes, nos veíamos una o dos veces por semana. Cerrabamos nuestro cariño con un abrazo cansado en mi cama, a veces dormíamos juntos y otras era algo de un par de horas para abrirle la puerta y verlo marchar.
Llegó el día de su cumpleaños y con eso mi extenso mensaje lleno de amor para dar y recordarle cuánto lo quería pero lo único que encontré fue olvido, me había soltado pero hacía mucho tiempo y yo recién abría lo ojos.
Sin importar su frialdad esa noche yo me regale por sus besos, se los negué a otros y se los di todos a F, como siempre. Nos encontramos en una fiesta y nos fuimos juntos a mi casa, ya no era lo mismo. No era amor, era lujuria y tal vez deseo. Era algo raro, era despecho con gotas de cariño pero sabor a costumbre.
Se durmió y sin pensarlo tomé su celular, tenía la misma contraseña de cuando éramos novios, no fue difícil. Ví todo. Me temblaban las manos, no era una chica, no eran dos. Eran más de treinta chicas y a todas les decía lo mismo, les endulzaba el oido por unas noches de sexo. No sé si sentía dolor por haber sido engañada una vez más o sororidad por aquellas que ahora estaban siendo engañadas igual que lo fui yo.
Salí al patio de mi casa a pensar, fumé un par de cigarrillos más y después de dos horas estaba lista y algo tranquila, lo desperté y le pedí que habláramos. No tenía predisposición alguna, el solo quería dormir en alguna cama después de haber tenido una buena noche, no le importaba cual fuere, estaba regalado al placer sin importar con quién.

El dia que te olvidéWhere stories live. Discover now