Calle 3

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El vivía en la calle 3, porque donde vivimos las calles van por números. Hace mucho que la gente dejo de preocuparse por ponerles nombres que después tendrían que recordar. Es lo mismo con nosotros, nacimos en la generación monosilábica, donde todos los nombres son un monosílabo. Yo me llamo "Mi" y él se llama "Ed". Son cosas que simplifican la vida me dijo una vez mi mamá, de esta manera no tienes que preocuparte por recordar tantos nombres difíciles.

El es un año mayor que yo, o por lo menos es lo que me dice siempre, aunque realmente no es un año, sino solo 8 meses, pero para él es bastante tiempo. Yo pienso que si lo dejara de ver por 8 meses lo encontraría una eternidad, pero como paso cada día a su lado, esos 8 meses se transforman en suspiros de verano.

El es mucho más alto que yo, pero todo el mundo es más alto, soy pequeñita como una semilla, que espera a que la cuiden para crecer, lamentablemente no hay muchos que quieran cuidar de mi.

Yo vivo en la calle 4, a dos calles de él. Siempre nos reunimos en la calle 5, la cual cruza ambas. Vamos juntos a la escuela donde nos sentamos uno al lado del otro, durante horas mirando al educador quien nos cuenta cosas simples para entretenernos. No es necesario saber mucho, me dijo un vez mi papá, el saber trae con sigo dolor y sufrimiento, y tu pequeña, no quieres eso.

Ese es el problema, yo nuca supe lo que quería, no contaba con la información para siquiera pensar que podía llegar a querer algo. Lo único claro en mi vida eran dos cosas; primero, yo no quería que la gente me dijera pequeña, porque a las personas pequeñas no se les toma en cuenta y yo quería ser muy importante. Y segundo, yo quería a Ed. Realmente le quería, tal vez era lo único que quería realmente, el era todo lo que yo tenía, el significaba todo lo que yo no sabía.

Recuerdo que él no me decía Mi, me decía Mía. Una vez le pregunte el porqué de agregar una letra mas a mi nombre, lo hacía más largo y difícil de recordar. Pero el me miro con sus ojos azules, azules como los míos y los de mis hermanos, azules como los de mis vecinos y los de mis abuelos, iguales a todos y a la vez tan distintos. Me contó que antiguamente la palabra Mía se refería a pertenencia, él me dijo que yo era Mía, porque era suya, porque él me quería y yo le pertenecía así como el me pertenecía a mí.

Jamás comprendí a que se refería, simplemente recuerdo que se rió cuando le pregunte si tendría que empezar a llamarlo Mío. Es como tú quieras pequeña. No me molestaba cuando él me decía pequeña, porque cuando él lo decía estaba bien.

A Ed le gustaba que le llamara Edward, dijo que ese era su nombre, o por lo menos ese era el que le gustaba. Me costó varias semanas comenzar a llamarle así, pero la sonrisa que me regalaba valía la pena. También me costó otro par de semanas más acostumbrarme a que me llamara Mía.

Edward me hablaba de cosas que yo no me imaginaba, me relataba historias de guerras que ocurrieron hace mucho, de gente que hablaba distintos idiomas. Me dijo que existía algo que se llamaba libertad, justicia, amor. Todos conceptos desconocidos por mí.

Pasábamos noches enteras observando eso a lo que él le llamaba estrellas, cada uno con un nombre diferente. Me contaba historia de hombres y mujeres que fueron héroes, y otros que fueron realmente malos.

Fue una tarde de verano cuando todo ocurrió. Estábamos bajo un enorme árbol, según Edward el árbol se llamaba sauce, nunca entendí porque un árbol tendría nombre. Fue todo muy rápido, empezó a aparecer gente de todos lados, hombres altos de rostro cubierto, vestidos completamente de blanco.

Decían llamarse "Los vigilantes" y eran quienes custodiaban la paz de nuestra ciudad. Llamaron a Ed, le pidieron que los acompañaran.

El se levanto lentamente, me miro a los ojos, y me dijo

−Mía, quiero que recuerdes todo lo que te conté, y que también me recuerdes a mí, ¿está bien?

Yo no le respondí y aun hoy me arrepiento de eso, porque a pesar de que cumplí con lo que me pidió, el jamás lo supo.

Ed jamás volvió, se fue con esos hombres cuando caía la oscuridad de la noche, se perdió entre aquellos arboles que según el tenían nombres y no lo volví a ver más.

Y es que es así como funcionaba nuestra comunidad. No podíamos pensar ni soñar, tampoco saber o aspirar a algo. Pero Edward lo hacía, y a pesar de que ahora la edad y el tiempo disuelven su recuerdo, tengo siempre presente el hecho de él era una persona especial.

No volví a la Calle 3, y aquellos 8 meses se volvieron eternos con el pasar de los años.

Pero quiero que sepas, Edward, que si estas en alguna parte de ese universo que alguna vez me relataste y me puedes escuchar, quiero decirte que yo aun soy tuya, yo aun soy Mía.

Calle 3Where stories live. Discover now