El mejor.

Emboscada.

Sabía que Furihata lo creería. Era ingenuo. La prueba estaba en su rostro relajado mientras cambiaba sus zapatos.

Esta vez no tendría escapatoria. Al verle dar un solo paso fuera del edificio, fui hacia él.

Al verme su expresión cambió a sorpresa.

—¡¿Akashi-san?! — Lo tomé de la muñeca y prácticamente lo arrastré hasta el lado derecho del edificio escolar. — ¡Akashi-san! — Aunque pusiera resistencia, Furihata no era capaz de contrarrestar mi fuerza.

Estampé su cuerpo contra la pared y lo acorralé con mi cuerpo. Esta vez definitivamente me oiría.

—Furihata Kouki. — Lo vi estremecerse. Era inevitable, estaba enojado.

¡Yo jamás había perdido tanto tiempo persiguiendo a alguien!

Definitivamente no tendría piedad.

—¿S-si? — Que no me observara aumentaba mi molestia. Tomé su mentón y lo obligué a mirarme.

No pude evitar sonreír. Sus ojos reflejaban el pánico y su cuerpo temblaba. Todo ante mi presencia, exactamente como debía ser.

—Disculpen... ¿Akashi-san? — Una tercera voz. Tanto yo como Furihata miramos de quien provenía.

Una chica pelinegra. Se veía tímida y tenía... una carta.

Demonios.

Conocía esto. Lo había vivido varias veces en mi anterior instituto y esta sería la primera vez aquí.

Esa chica iría declarar sus sentimientos hacia mí.

Esto era lo que más detestaba. Estoy seguro que ella ni siquiera era de mis conocidas, nunca la había visto.

¿Cómo podría crear sentimientos por mí?

Era patético y molesto, principalmente el hecho de que tenía que rechazarla. Solo había tres posibles escenarios: la rechazaba y se largaba, la rechazaba y se ponía a insistir o la rechazaba y comenzaba a llorar.

Por las últimas dos realmente no quería pasar.

O, mejor dicho, no pasaría por ninguna de las tres.

Observé a Furihata y este se volvió a espantar.

No dudé y lo besé.