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–¡Está despertando!

Manteniendo los ojos cerrados traté de moverme un poco, pero una brutal oleada de dolor se extendió por todo mi cuerpo y me hizo gemir de dolor.

–No te muevas –abrí poco a poco mi ojo derecho y llevé mi mano hacia mi otro ojo, pero quien estaba frente a mí me dio un manotazo –Tampoco te toques ahí, está hinchado.

–¿Qué ha pasado?

–Creo que hoy no es la mejor noche para tus ojos. Me parece que eres un imán de problemas –sonreí al reconocer la voz de la misma doctora que me había ayudado a aliviar el ardor y recuperar mi visión después del accidente con el gas pimienta –Hola otra vez.

–¿Me vas a cobrar por las consultas?

–No creo, la familia está en deuda contigo –levanté la mirada para observarla mejor –Es decir, defendiste a alguien muy importante para nuestra familia.

–¿Familia? ¿Qué familia?

–Mi familia –me giré instantáneamente hacia la voz que se hizo presente. La misma voz de quien me había dicho que no me tocara el ojo –Gracias.

–Hey, pero si tú eres la preciosidad del vestido blanco y con un ex agresivo –por lo que pude alcanzar a ver se sonrojó bastante por mis palabras –¿Qué tal? ¿Te hizo daño?

–No mucho, gracias a ti.

–Bueno, no fui de gran ayuda, nena. ¡Auch! –me quejé cuando sentí como apretaban algo contra mi cara –eso duele.

–Lo siento, es que necesito desinfectarte esa zona, la tienes muy hinchada –hice una mueca.

–Hazlo con cuidado, soy una estrella de la música, vivo de mi cara –una risa sarcástica ya conocida apareció –¡Mira, si la diva del gas pimienta está aquí!

–Idiota –susurró.

–Lo he oído.

–Me da igual.

–Entonces... ¿cómo acabé aquí rodeada de tres... –miré a la chica de la piel morena –dos... –corregí –mujeres tan guapas y angelicales?

–Vete a la mierda.

–¡África! –chillaron las otras dos mujeres al mismo tiempo.

–Me caes bien, tía.

–y tú puede que me caigas un poco mejor ahora que pegaste al gilipollas de Joan –contestó encogiéndose de hombros.

–Lo tendré en cuenta –reí –Y bien, ¿qué paso?, ¿me desmayé y desperté en el cielo?

Quizás estaba siendo un poco bastante atrevida, pero vamos, no podía evitarlo, es demasiado difícil no hacerlo si estás en una... ¿dónde coño estoy?

Miré alrededor, pero no alcancé a reconocer el lugar donde me encontraba, y de todas formas no podía observar todo con detenimiento sabiendo que solo tenía un ojo disponible para ver.

–Joan se pasó un poco, te dio en el ojo que tienes hinchado y te caíste al suelo, después comenzó a darte patadas –suspiró –Entré al bar y pedí ayuda, salieron mis tíos. Te quitaron a Joan de encima y llamaron a la policía. Después te llevaron a la oficina de Miguel Ángel y le dije a Marta que te revisara, estabas sangrando mucho.

–¿Te llamas Marta? ¿Estoy en la oficina de Miguel Ángel? ¿Miguel Ángel Martínez? ¡Qué pasada, me va a despedir!

–Yo creo que no –contestó Marta.

–¿De qué conocéis a Miguel Ángel? –las señalé a las tres y observándolas atentamente con mi único ojo servible.

–Miguel Ángel es... –la puerta se abrió de golpe dando paso a mi jefe y a María, quien venía detrás de él.

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–Lacunza, ¿cómo te sientes? –me preguntó, pero antes de poder responderle se dirigió hacia Marta –¿Cómo está?

–Tiene una que otra parte del abdomen hinchada, lo más probable es que le salgan hematomas, así que deberá descansar al menos una semana entera. Me sorprende que no se haya roto una costilla, pero al parecer esta mujer es de hierro. Bueno, a excepción de la zona de su cara, que es muy delicada. El tubo traspasó una pequeña parte del pómulo, pero no hizo un daño tan grave en su ojo –explicó

–Vale. María llévala a su casa, por favor –ella asintió –Lacunza, no te quiero cerca hasta dentro de una semana, ¿entiendes?

–Sí, pero...

–Sin peros, tienes que guardar reposo. Te depositaré algo de dinero para que compres medicamentos y una pomada. Y no te preocupes por tu sueldo, seguirá igual, lo de los analgésicos va por mi cuenta –me ayudó a levantarme –Muchas gracias, y lo digo en serio, gracias.

–Bien, vámonos Nat –dijo María recargando mi cuerpo sobre el de ella para que me sirviera como soporte y así pudiera caminar –Te llevaré a casa, ha sido una noche muy larga para ti.

–Vale, vamos.

¿Y ahora cómo le explico a María que no quiero que me lleve a mi "departamento" porque en realidad ese lugar no existe y la verdad es que vivo con una familia muy simpática, donde me tratan como si fuese parte de ella?

............

Al final terminé pidiéndole a María que me llevara a su casa, ya que la mía no estaba en condiciones, y por sorpresa, aceptó.

Era el típico lugar que cualquier joven soltera podría desear, y me sorprendí, ya que estaba en una zona un poco elegante. ¿Tanto ha ganado en el bar como para ahorrar lo suficiente para vivir en un lugar así? Bueno, todo puede pasar, no debería sorprenderme.

–Buenos días, Nat –una de las tantas cosas que tampoco creía de ella era que siempre se levantaba con buen ánimo a las mañanas y solía ir a correr un poco –¿Ya has desayunado?

–Te estaba esperando.

–Estar inmovilizada te hace demasiado pasiva, amiga –rio –¿Ya has llamado a tu compañera?

Desde hace tres días Julia me ha estado llamando como una loca a mi móvil, y aunque le envié un mensaje aquella noche avisándole de que no estaría algunos días, al parecer eso no era suficiente.

Ayer María había contestado por mi teléfono mientras yo me estaba duchando. Me dijo que me había llamado una tal Julia para saber cuando volvería a casa, así que tuve que mentir y decirle que era una chica que vivía en mi departamento, después de que yo solicitara una compañera para compartir gastos.

–Sí, le dije que mañana vuelvo.

–Estaba muy preocupada, ¿eh? –subió y bajó sus cejas con mirada pícara y rápidamente sentí arcadas al entender en lo que estaba pensando –¿Folláis?

–¡Qué cojones, María! ¡Eso sería asqueroso!

–¿La chica es fea?

–No, es muy guapa, pero... no es mi tipo –y nunca lo será, joder, eso sería como incesto ya que ella es prácticamente una hermana para mí, a pesar de que no se lo diga.

–¿Tienes un tipo? –dijo mientras bebía de su batido.

–Claro que tengo, idiota –le tiré un cojín, haciendo que se cayera su batido.

–Tú si que eres idiota, limpia todo eso.

–Estoy inmovilizada, lo siento –iba a reírme, pero rápidamente maldije al sentir como el cojín que había lanzado antes había aterrorizado en mi abdomen –Joder.

–Voy a salir con Pablo, y creo que estaré ocupada –hice una mueca de asco –¿Qué? ¿No crees que es mono?

–Soy más de mujeres, lo siento.

–Ya, bueno, me voy. Dejé una caja de cigarrillos en la mesa de la cocina, y recuerda que solo puedes fumar fuera.

–Afirmativo, preciosa –rio un poco y desapareció por el pasillo.

No fue hasta que escuché como la puerta se cerraba del todo, que saqué mi móvil y marqué el número de la casa de los Medina.

–¿Sí?

–Tomás, hola –saludé.

–¿Natalia? ¡Qué milagro, hija! –cada vez que él o su mujer me llamaban así sentía un pequeño vacío en el pecho. ¿Qué sentiría si las personas que verdaderamente son mis padres me llamaran así? Supongo que nunca lo sabré ya que uno era un imbécil y la otra estaba muerta –¿Cómo estás y cuándo regresas a casa? Dave está un poco enfadado contigo, le prometiste que jugaríais a videojuegos y le dejaste plantado.

–Es verdad, mierda, dile a Dave que lo siento –rasqué mi nuca –Regreso mañana, no te preocupes. ¿Cómo está todo por ahí? ¿Bien? ¿Qué tal está Maia?

–Estamos bien. Ella saca fuego por la boca cada vez que pregunta por ti. Está enfadada como Dave, creyó por un momento que te habías ido de la ciudad otra vez.

–No... mis días de viaje se acabaron por un tiempo, necesitaba la tranquilidad que solo mi ciudad natal sabe darme.

–Me alegra oír eso.

A mi también me alegraba, sin embargo, no respondería eso. En realidad, aún no estaba cien por cien segura de que Pamplona fuese mi última parada, a lo mejor me quedaba como mínimo dos años y luego podría volver a retomar el viajar. De todas maneras no estaba acostumbrada a estar en un lugar fijo, necesitaba estar en constante movimiento y nunca podría contar con una estabilidad hogareña.

IT GIRL | albalia fanfic |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora