Capítulo 18

265 16 0
                                    

La mañana siguiente, me senté a la orilla de la pista y miré a Callum correr. Incluso después de que terminaron los golpes, apenas dormí; mis ojos se dejaban llevar constantemente hacia la cama vacía de Ever. Hoy no podría correr.
Me pregunté, ¿si un humano la hubiera ayudado a salir, habría sobrevivido?
¿Habría mejorado una vez que estuviera fuera de CAHR? ¿O habría empeorado?
Nunca me llamó la atención escapar, incluso cuando escuché hablar de los rebeldes y de la supuesta reservación de Reiniciados. El mundo exterior estaba repleto de humanos que nos odiaban, y un gobierno establecido para esclavizar o matarnos. Afuera, como humana, habría pasado hambre, adquirido muchas enfermedades y muerto de un tiro. Adentro, me alimentaban regularmente, me daban ropa y un lugar para dormir.
Pero ahora, lo único en lo que podía pensar era en huir.
Rosa estaba rodeada por una cerca electrificada. Aunque un Reiniciado lograra descubrir su rastreador y deshacerse de él, todavía tenía que encontrar una manera de saltar o pasar debajo de la cerca.
Saltarla sería un poco doloroso.
Lo sería, si en efecto llegáramos hasta ahí. Había guardias armados patrullando los límites de la ciudad de uno y otro lado, y francotiradores apostados en torres colocadas estratégicamente cada 800 metros, más o menos.
Hasta ahora mi plan era correr como loca, esperar que no me dispararan en la cabeza y saltar sobre una cerca electrificada.
No era el mejor de los planes.
Miré mientras Callum rodeaba la pista frente a mí con respiración uniforme. Había mejorado en casi todos los aspectos. Era más rápido, más fuerte, más seguro. Su cuerpo estaba más musculoso, sus movimientos eran cuidados y controlados.
Pero debí saber que nunca cumpliría con las expectativas de CAHR. Aunque mejorara su mayor obstáculo -sus tristes y pequeños veintidós minutos-, no estaba hecho para seguir órdenes. Tenía demasiadas preguntas. Demasiadas opiniones.
No tenía idea de cómo salvarlo sin deshacernos de nuestros rastreadores. Y no había manera de encontrar un rastreador sin un localizador de CAHR. Nunca había visto uno. Me sorprendería que lo guardaran en el mismo edificio que a los Reiniciados.

Necesitaba a alguien que supiera dónde estaban esos localizadores. Necesitaba a Leb.
Depender de un humano hacía que se me hiciera un nudo en el estómago. No había razón por la que él quisiera ayudarme, ni razón por la que yo debiera confiar en él.
Presioné mi mano contra mi frente y me obligué a dejar de mirar a Callum. No podía pensar bien cuando lo miraba. Yo no era más que un patético nudo de emociones y no podía pensar en lo que necesitaba Leb, en lo que quería, lo que un humano no podía...
Su hija.
Quería a su hija.
Prometieron ayudar a mi hija, dijo. Mintieron.
Me puse de pie lentamente; la emoción se arremolinaba en mi estómago y llegaba hasta mi pecho. Tenía que encontrarlo. Ahora.
-¡Alto! -llamé a Callum.
Su pecho se levantaba acompasado al hacer una pausa en su carrera por la pista, y me lanzó una mirada inquisitiva.
-Ven acá -dije, y le indiqué con la mano.
Me apuré para salir por las puertas hacia al pasillo, los pasos de Callum iban tras de mí. Leb estaba de guardia hoy en el gimnasio, y tenía que llegar hasta él lo más rápidamente posible. El oficial Mayer nos encontraría una misión de asesinato pronto. No tenía mucho tiempo.
Doblé la esquina y abrí la puerta del gimnasio de un empujón; examiné la habitación para encontrar a Leb. Estaba recargado contra una pared, fingió no haberme visto.
-Flexiones de brazos -le dije a Callum, y apunté hacia el suelo.
Se tiró al suelo sin decir nada, pero sus ojos me siguieron cuando di unos pasos hacia Leb. El oficial negó ligeramente con la cabeza. No quería que hablara con él.
Qué lástima.
Eché un rápido vistazo por el gimnasio. Hugo y Ross estaban del otro lado, absortos en entrenar a sus novatos. El resto de los Reiniciados estaba entrenando o hablando. Me acerqué un poco más a Leb.
-Sí, sí está mejorando -dije en voz alta. Esperaba que quien estuviera mirando las cámaras no se diera cuenta de que en realidad Leb no me había preguntado nada.
Me miró fijamente con expresión pétrea. No iba a jugar conmigo. Volteé a ver a Callum.
-Ya es mucho más veloz -seguí diciéndole a Leb. Incliné la cabeza y me concentré en el suelo-. Tu hija -susurré.
El silencio se extendió demasiado tiempo. Había alrededor de diez Reiniciados más en el gimnasio, y durante varios segundos no se escuchó otra cosa que puños golpeando cuerpos.

Reiniciados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora