Die young

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Las cosas eran más difíciles de lo que les gustaría. Tal vez con eso se debería de comenzar.

Las cosas habían ido de mal en peor pues, aunque contaban con la ayuda de los chinos y los negros, adversarios más difíciles se presentaban en sus vidas, como lo eran Blanca y, más adelante, Foxx.

Pero dentro de todo ese descontrol, de todo el miedo que sentían en sus corazones, de la expectativa de una muerte cercana, buscaban refugio en el otro como única forma de sanar. En esta ocasión no contaban con radio o televisión que les acompañara con música, sabían que no era el lugar ni el momento para eso, pero si tenían sus propias voces que usaban con discreción, solo en momentos en donde podían asegurar estar solos.

Aunque no lo estaban, obvio.

Siempre el ojo curioso de Sing los observaba y cuando eso no era posible, se conformaba con escucharlos, intentando comprender que es lo que pasaba pues él, con sus miseros 14 años y toda una vida por delante, jamás había visto una pareja homosexual tal de cerca ni en las condiciones en las que ellos vivían, y es que todos lo habían notado sin que la pareja involucrada lo dijera. Se notaba como la relación que mantenían sobrepasaba la barrera del fraternalismo y se entraba en algo más romántico de manera sutil, casi insinuado.

Quería saber y entender como es que un romance tan puro había podido germinar en tal ambiente toxico en donde la muerte estaba a la vuelta de la esquina, disfrazada como alidada. Sing quería hacerla tantas preguntas a Eiji, pero no sabía como hacerlo así que primero buscó a Cain, quien al ser mucho mayor que él debería de tener más experiencia en esos temas.

Era pura lógica.

Una reunión entre las distintas bandas terminó y, después de ordenarle a Lao que le dejara solo, se acercó al gran hombre y le pidió que hablaran solos pues el tema era muy importante. Cain no objetó y ambos se alejaron de los integrantes de las pandillas y fueron a otra habitación para estar solos.

Cain, con sus brazos cruzados y dejando su cuerpo recargado en la pared, esperó pacientemente a que el niño frente suyo hablara pues había notado cierno nerviosismo y reflexión sobre lo que iba a decir. Solo esperaba que no se fuera a echar para atrás con el plan.

A lo lejos se volvía a escuchar el canto murmullado de Eiji.

- Dime, Cain... - por fin dijo Sing rascándose nerviosamente la nuca - ¿Tú también lo has notado, no?

- ¿Notar el qué? - Aunque Cain probablemente sabía de que estaba hablando el niño, no quería adelantar conclusiones y crear malos entendidos. Por su parte, Sing volvió a guardar silencio y Cain casi quiso sonreír al sentirse como un padre que tiene la platica con su hijo.

- Lo de Ash y Eiji...lo que tienen entre ellos - el otro hombre asintió y le hizo un gesto de que continuara - pues...yo no tengo nada contra eso, pero no puedo evitar preguntarme como es que pasó. ¿Las personas como Ash se pueden enamorar de personas como Eiji? o peor, ¿Como es que se enamoró un Eiji de un Ash?

- A veces pasa. - Contestó directamente sin más rodeos.

- ¡Lo sé! Pero vivimos en la mierda, siempre escapando e intentando sobrevivir. ¿Quien en su sano juicio se podría enamorar en una situación así?

- Ellos pudieron porque la compañía del otro es lo único bueno que tienen en la vida, aun más en el caso de Ash. No le des más vueltas al asunto. Lo que es, es y no se puede cuestionar. La mente es un mecanismo complejo y si, dentro de la tranquilidad que se dan, surgió otro sentimiento, nadie los puede juzgar o cuestionar.

Cain comenzó a caminar para retirarse de la escueta habitación y se detuvo en el pórtico.

- Siendo sinceros, les tengo un poco de envidia. Que afortunados son de poder tenerse.

          

El afroamericano terminó de irse y Sing se quedó pensando tantas cosas acerca de la vida.

Al rato él se encontraba en la azotea del demacrado edificio, siguiendo el curso de sus pensamientos a temas tan complicados que una mente de corta edad no podía entender con facilidad. Ensimismado, observaba las pocas nubes que se movían con parsimonia sobre la gran ciudad, ajenas a todos los problemas de la humanidad. Como quisiera ser él una nube; sin pensar ni sentir, sin responsabilidades que no podía lidiar.

Un ligero golpe en el hombro lo sacó de cualquier pensamiento y lo conectó directamente con el rostro de Eiji quien le regalaba una sonrisa fácil.

- Sing, ¿Que haces aquí arriba?

El chino solo suspiro con pesadez, dejando caer su cabeza contra la fría pared para mirar de nuevo el cielo.

- Solo...pensaba.

Okumura soltó un sonido de entendimiento y se sentó a su lado, decidiendo ver las nubes también.

- Supongo que ser el jefe de un pandilla es difícil pero creo que lo estás haciendo bastante bien. Eres un chico muy listo, Sing. Sé que llegaras lejos.

La atmósfera que se había creado era muy pacifica y personal, tanto que Sing pensó que era la oportunidad perfecta de sacar todas esas preguntas que tenía atoradas en su pecho.

- Oye - llamó la atención del otro quien ya lo veía con curiosidad sincera. Sing sentía las palabras en la punta de su lengua, queriendo escapar y saltar al aire pero antes de poder decir algo recordó las palabras de Cain. No debía cuestionar nada, no era de su incumbencia. Tal vez solo era algo de la edad y más tarde lo entendería. Eiji comenzaba a verlo con un gesto preocupado por el repentino silencio que se extendía - Solo quería saber porque siempre cantas. ¿Es algo que hacen los japoneses?

El mayor sonrió, tranquilo. Sing dio gracias a todos los cielos de que se le ocurriera esa pregunta para distraer la atención.

- No en realidad, pero eso de cantar fue algo que empezamos a hacer desde que...desde que estaba Shoter con nosotros, en el viaje que hicimos a Los Ángeles. - su voz seguía siendo suave y amable pero ahora estaba manchada por la tristeza irremediable - Un día empezamos y no pudimos parar. Tal vez sea tonto seguir con eso ahora pero nos ayuda a mantenernos centrados, a sobre llevar todo. Si quieres a la próxima únete, no creo que a Ash se moleste.

Aja. Seguramente le daría una bala en el cráneo si se atreviera a ir e interrumpir su tiempo compartido. No gracias.

- Lo intentaré.

Ambos volvieron a guardar silencio y dejaron que los minutos pasaran sin hacer otra cosa más que mirar el cielo que poco a poco se nublaba, adoptando un tono sobrio y grisaseo.

- Tal vez deberíamos de entrar. La temperatura está bajando mucho - dijo el chino levantándose y cerrando su chamarra.

-Si. Ya está llegando el invierno, ¿eh? Ojalá nieve dentro de poco, quiero ver la ciudad de blanco.

Sing quiso contestar algo pero, muy dentro de si, sentía que la ciudad solo se vestiría de negro y lloraría de luto.

Los días continuaron pasando y en breve tuvieron que enfrentarse con el Coronel Foxx, sicario francés que no iba a descansar hasta tener a Ash en su poder y, desgraciadamente, lo logró aunque por poco tiempo.

Habían logrado sacar a Ash con éxito, aunque la mayor parte a había hecho él, y ahora estaban recobrando el aliento después de salir corriendo del lugar.

El joven chino notó como el rubio se alejaba y buscaba su espacio apartado de los demás. Había notado ese acto como extraño, pues aunque el joven era bastante independiente, no era propio de él ignorar a Eiji.

Dance like we're crazyWhere stories live. Discover now