Capítulo once

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Lo intenté y lo intenté, pero, a pesar del cansancio, no había conseguido dormir en toda la noche. Estaba impaciente por ir a ver a Scott y contarle lo sucedido. Él era el único que podría ayudarme a llegar a alguna conclusión. Solo él.

En cuanto vi aquella carta, rompí en llanto y así pasé toda la noche, además de comiéndome la cabeza. Incluso me quedé sin lágrimas. ¿Cómo podía haber una persona tan mala en el mundo? ¿Quién podría querer hacerme ese daño?

La primera persona que se me vino a la cabeza fue Marilyn. Era demasiada casualidad, ya que ese mismo día había ido a mi casa a culparme de todo. Pero... ¿por qué? ¿Por qué quería hacerme daño? ¿Acaso me odiaba? ¿Había pasado del amor al odio en cuestión de días? No me lo podía creer, para ella siempre fui su niña.

Ella siempre quiso tener una hija, pero le había salido un precioso niño llamado Blake. Estaba muy contenta con él, pero aun así siempre tuvo ese sueño de tener a una niña. Pero no lo había conseguido, después de Blake estaban demasiado liados como para siquiera plantearse tener otro. Hasta que llegué yo y me convertí en su niña, para ella siempre fui como su hija, una más de la familia. Y ahora me hacía esto...

Marilyn pudo venir a culparme de todo, pero sabía que en ese momento no estaba precisamente bien y que solo quería tratar de quitarse esa culpa con la que había cargado desde el día que Blake se fue.

Sonó la insistente alarma de mi móvil indicando que eran las ocho de la mañana. Había decidido poner la alarma porque me iba a volver loca de mirar cada dos por tres la hora y ver que no pasaba ni un minuto. Estaba comenzando a desquiciarme así que tomé la buena decisión de poner la alarma.

Quería que pasara el tiempo porque necesitaba que fuera una hora prudente para llamar a Scott. Estaba realmente desesperada por hablar con él. Si fuera por mí lo hubiera llamado desde que encontré la carta, pero por respeto no lo hice, porque eran las dos de la mañana y era consciente de que Scott madrugaba y trabajaba mucho.

Necesitaba respuestas, sobre eso y sobre lo de Andrew. Necesitaba compartirlo con alguien o iba a volverme loca por comérmelo todo yo sola.

Busqué entre mis contactos el nombre de Scott y, en cuanto lo vi, lo llamé sin pensarlo dos veces.

Un tono... Dos... Tres...

Pensaba ya en darme por vencida y colgar, cuando al cuarto tono contestó.

—¿Diga? —contestó con la voz adormilada.

—Lo siento, ¿te he despertado? —pregunté arrepentida y avergonzada.

—Un poco...

—¿Pero a qué hora trabajas?

—Hoy no trabajo, Leila, es domingo. —Suspiró.

—Dios, lo siento, de verdad. —Ahora sí que estaba avergonzada—. No sé ni en qué día vivo.

—No pasa nada, supongo que sería algo importante.

—Sí, pero no te preocupes. Disfruta de tu día libre. —Forcé una sonrisa, aunque no pudiera verme. Estaba tan desesperada por hablar con él, para enterarme de que era domingo y no trabajaba—. Habrá alguien en comisaría, ¿no?

—Sí, claro —su voz ya no sonaba tan adormilada—, pero dímelo a mí. Soy yo el que lleva el caso de Blake.

—¿Seguro?

—Seguro. Cuéntame.

—Por aquí no puedo. Es importante.

—¿En una hora en la cafetería del otro día?

Lo que ocultan sus ojos ✔ | #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora