Capítulo XX: Y lo admitiré

26 3 12
                                    

Idris: Alacante; 31 de Octubre

(Narrador Omnisciente)

Los primeros rayos de sol se adentraban en la habitación, inundándola así, de un baño de luz. La nieve del suelo brillaba con el nuevo contacto. La temperatura rondaría los 5º C, pero la sensación térmica era de 2ºC.

Lorena se retorcía entre las sábanas. La habitación estaba fría. Su instinto fue refugiarse entre las sábanas que ejercían en esos momentos de escudo contra la inminente realidad. Debía levantarse.

-Chts. ¿por qué no pondrán unas malditas persianas? –Dijo con desagrado mientras se incorporaba ligeramente en la cama.

Su moño estaba totalmente deshecho y el pelo medio ondulado medio rizado, la caía por los hombros.

-Tengo que cortarme el pelo...Para combatir es muy incómodo.-Dijo medio soñolienta.

Un ligero toque de nudillos en la puerta la sacó de su ensoñación.

Jonathan se asomaba ligeramente entre la puerta.

Su pelo blanco se enfrentaba ante los rayos de luz para ver quién brillaba más. Sus ojos refulgían.

-Es la hora.-Dijo sin mediar más palabra.

-Ya, ya voy...-Lorena dio un largo bostezo y Jonathan rió ligeramente. -¿De qué te ríes, eh?

-Sigues siendo un oso perezoso. Vamos, he preparado algo de desayuno.

-Puff a estas hora como que no... Y no soy un oso perezoso.

-Debes comer. El entrenamiento es duro. –Jonathan entró a la habitación y fue al armario, sacando de él, ropa de entrenamiento.

Desde la cama Lorena observaba todos sus movimientos. Pensaba en la distinto que estaba aquel chico del que una vez se enamoró. Su ancha espalda se amoldaba perfectamente a la forma del jersey que llevaba, tanto entrenamiento tenía consecuencias.

Porque esa era la vida de los nefilims: entrenar, pasar los exámenes de la Clave y cazar. Siempre estaba el factor de encontrar a tu pareja y engendrar nuevos nefilims para que el ciclo no se cerrara. Lorena siempre había odiado ese modo de pensar.

-Te espero abajo.-Dijo Jonathan mientras dejaba la ropa en la cama. Su instinto fue acercarse a Lorena.

Paró en seco.

Tosió suavemente.

-No tardes. –Se giró y desapareció tras la puerta.

Lorena suspiró. Dirigió su vista hacia la ventana. Posó sus pies en el suelo y se levantó. Tomó su colgante y lo colocó alrededor de su cuello. Lo apretó con todas sus fuerzas.

-Ya no hay vuelta atrás. –Dicho esto, empezó a vestirse, no sin antes hacer una visita al baño.

Pasados unos minutos bajaba vestida con la ropa de entrenamiento; unas zapatillas de deporte; una trenza bien apretada y con la mirada decidida.

Cuando entró en la cocina, Jonathan se estaba quitando el jersey.

Lorena abrió los ojos por la sorpresa y por algún motivo que desconoce se ocultó tras una pared.

Asomó ligeramente la cabeza. Su vista se dirigió hacia esas cicatrices que Jonathan tenía en la espalda. Unas tenían la forma de posibles latigazos, otras tenían forma de rasguños... De un animal muy grande.

"Pero soy tonta o qué". Se dijo a sí misma. "¿No tiene cuarto para cambiarse? Hombres..."

Se volvió a ocultar tras el muro y cogió aire.

Y Volví A CaerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora