Park Jimin un chico de dieciocho años tenía en sus brazos al amor de su vida, el cual protegería hasta la muerte.
La historia de un amor adolescente y problemas de un padre joven, solo y con muchas ganas de dormir.
El mundo es un grano de arroz...
Patitos tranquilos :D me preocupan....confién en mi
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—Ven aquí—lo tomó del brazo llevándolo por el pasillo hasta encerrarse en su oficina—. Tú eres el marido del jefe ¿Qué está pasando?
Jimin miró a Solar con una ceja alzada, apenas llegaba y se daba cuenta que había un caos en la empresa.
—No lo sé ¿Qué es lo que sabes?
—Viene un socio importante de los Estados Unidos a checar absolutamente todo, al parecer es malo. Muy malo porque tu esposo está más gruñón de lo normal.
Jimin se golpeó mentalmente ¿Por qué no sabía nada de esto? Hizo una mueca, no entendía la razón por la cual Yoongi le había ocultado esa información.
—No lo sabía.
Solar cambio de inmediato su actitud
—Bueno, tal vez él no quería preocuparte—sonrió—. Piensa en el bebé. A lo mejor nosotros estamos exagerando.
—Tal vez—sonrió con falsedad—. De igual manera iré a hablar con él.
Solar mordió una de sus uñas al verlo desaparecer por la puerta, según lo que había dicho Hwasa no se trataba de una persona cualquiera, era alguien importante que si quería podía cambiar absolutamente todo de la empresa. Yoongi debería estar preocupado, por eso estaba malhumorado.
Jimin cansado del silencio camino hacía la oficina del padre de sus hijos, no podía creer que le estuviera ocultando cosas importantes. Pero le daría el beneficio de la duda y lo escucharía
Cuando llegó al último piso no vio a Hwasa por ningún lado, la pobre debía estar ocupada preparando todo para la llegada del inversionista. Se dijo que posiblemente Yoongi estaría jalando sus cabellos en la oficina, así que sin dudarlo entro.
—¿Yoongi? —llamó, pero la oficina estaba vacía.
Se adentró con un puchero, no sabía porqué sentía que no debería estar en ese lugar. Yoongi era muy comprensivo con él, pero existía un límite para todo. Suspiró, dando un rápido vistazo, se dio cuenta que muchas cosas habían cambiado desde la primera vez que estuvo ahí, por ejemplo, ahora existía una fotografía de ellos dos sosteniendo a SuJim cerca de su computador. Sonrió, ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿No confiaba en Yoongi? Gruñó y decidió salir del lugar hasta que escuchó la conocida voz grave muy cerca. Entró en pánico como si fuera un la ladrón a punto de ser descubierto, miró para los lados encontrando un pequeño escondite, entre el librero y la pared, su baja estatura le ayudaría a no ser visto. Una vez dentro tomó una enorme bocanada de aire, en su pancita había una fiesta llena de movimiento, acarició a su bebé inquieto, había descubierto que este era más enérgico que su hija.
—...Quiero que todo esté preparado, Hwasa, llama a quien sea, pero necesitamos que la fiesta de esta noche sea perfecta.
Cerraron la puerta, contuvo la respiración cuando lo vio pasar, su vista sólo mostraba una pequeña parte del escritorio así que sólo cuanfiaba en su oído para todo
—Está bien Min—respondió Hwasa—. ¿Ya le dijiste a Jimin?
No escuchó la respuesta
—Necesita saberlo ¿No lo llevarás a esa fiesta?
—Sí, él tiene que estar ahí a mi lado—gruñó frustrado—. Además, no es como si le ocultará algo malo.
—¿De verdad lo piensas así? —bufó—. Jimin ama la honestidad y lo sabes.
—Mira yo...—se detuvo al escuchar el teléfono—. ¿Qué ocurre?...Carajo...Hazla pasar.
—¿Qué pasa?
—Viene en el ascensor, por favor, hazla pasar—suspiró recargándose en la silla.
Jimin tapó su boca, pero sin querer golpeó el mueble, espero, sin embargo, nada sucedió ¿Qué estaba pasando? Sus piernas temblaban por la adrenalina ¿Quién estaba por entrar en la oficina de su prometido? ¿Qué no le estaba diciendo?
Yoongi estresado miró al librero pero no encontró nada fuera de lo común, fue entonces que centro su atención en algo mucho más importante, el futuro de su empresa dependía de este trato inconcluso.
Su estómago estaba siendo una maraña y las náuseas le atacaban, no era momento para sentirse de esa manera, suspiró y esperó. Cuando la puerta de la oficina de abrió, él ya estaba de pie.
Era muy diferente a cómo la recordaba, ahora más alta y voluptuosa, se movía con seducción hasta plantarse frente a él.
—Min Yoongi.
—Jung WheeIn.
Ambos estrecharon sus manos y sonrieron de forma amable.
—Es bueno verte, no supe nada de ti desde que huiste de Canadá.
—Toma asiento—indicó—. Tampoco he sabido mucho de ti.
Ella sonrió, su corto y rubio cabello brillaban ante la luz que entraba de los ventanales
—Me he alejado de todo—rio por lo bajo—. Corea es muy diferente de lo que imaginé, es bueno estar en la tierra de mis abuelos.
—Concuerdo contigo, no es nada a lo que hayamos estado acostumbrados.
WheeIn lo observó con detenimiento, había algo que siempre la volvería loca y eso era estar cerca de Yoongi, el pálido tampoco podía dejar de lado lo buenos amigos que habían sido en su juventud.
—¿Cómo están tus padres?
—Siendo una molestia como siempre, pero bien ¿Y el tuyo WheeIn?
Ella suspiró borrando de inmediato su sonrisa. —Lo odio, esa es una de las razones por las cuales vine.
—¿Qué ocurre?
—Me tengo que casar Yoongi, no me salve—rio sin ganas—. Cuando regrese a Estados Unidos tendré que hacerlo, sólo falta venderte mi parte de la empresa para ser una maldita esclava de por vida.
Yoongi la observó con lástima, la chica que había conocido antes ya no estaba, sus ojos apagados y tristes le decían lo horrible que se sentía al no ser capaz de encontrar su libertad, era esclava de los deseos egoístas de otros.
—Creí que venías a tomar posición de tu parte.
—No—negó—. La orden de mi nuevo estúpido casi esposo es clara, yo no debo tener nada que no sea de él y de verdad prefiero venderte mi parte a que él tome posesión de ella.