Ya el ocaso se apagaba entre nubes de papel violeta y horizontes matizados con fuego. Se escapaba la tarde tras los respiros pasivos del bosque y el sol, semejante a un caracol naranja, menguaba en manos del oeste para que el anochecer envolviera la tierra con sus alas umbrosas.
Abajo en la ribera, una náyade deshojaba las intangibles horas jugando cándidamente con un grupo de mantarrayas, mas de repente, una visión salida de entre la fronda interrumpió el solaz lapso y la náyade no tuvo otra alternativa que dirigirse hacia lo que sus ojos se negaban a creer.
Era la Madre Tierra. Lucía como un errante espectro que llevaba sobre sus lomos una nefanda maldición. Iba luctuosa, con la mirada a ras de suelo y el cuerpo y el ánimo, reos de grave tortura cual si hubiere recorrido el más sórdido de los viacrucis.
La mente de la náyade casi entra en estado de shock al verla así. Corrió hasta donde las flemáticas huellas de la madre se imprimían en el suelo ora dolorosas, ora fatídicas, ora marcando una estela de sangre.
Una tormenta de lágrimas obnubiló el rostro de la joven ninfa, sintió cada herida que veía como si fuera suya, navegó en su alma un barco de aflicción observando el estigma de las desgracias que hacen nido sobre la vida.
Madre mía - pronunció la joven sollozando - tu que llevas cual nimbo la corona de ozono y en la piel tatuada la biosfera; tú, que por pulmones llevas sotos, manglares y florestas, y por tus arterias circula agua marina; tú que eres "lumen" palpitante-viviente por donde fluyen células llamadas fauna. Las montañas y valles son tus pechos y África tu útero; tú, madre de madres, diosa de dioses... ¿Qué escarnio se poso en ti?, ¿qué cuitas te devoraron el aliento dejando a una mujer envuelta en líquido escarlata y humillación? Dime por favor madre querida: ¿qué te ha ocurrido?
Ah mi niña - respondió la madre cubierta por la máscara del llanto - mi querida ninfa que reside en azules fuentes escucha mi pena: unos tiranos se aprovecharon de mí. Envenenaron mis venas hídricas con los desechos que no utilizaban ya. Mis piélagos que eran ánforas de líquido sacro fueron convertidos en pozos donde se arrojan nocivos residuos fabriles. A los afluentes de mis entrañas pusieron precio, sellaron con impuestos y se dividieron el botín como si Dios hubiera dicho: "pagarás por el agua que bebas".
En un dique de oro contuvieron mi circulación y la entregaron en manos de ambiciosas multinacionales para que explotaran mis vasos acuosos. Cuan horrible dolor al ver como dragaban mis pantanos y construían fábricas y edificios en su lugar; y doloroso el momento en el que, la pesca justificaba agredir los lagos con dinamita y veneno.
Glóbulos de mis coralinos arrecifes fueron saqueados y mutilados para ser ofrecidos al por mayor. Vi con dolor como se cercenaban las aletas de mis amados tiburones, como asesinaban ballenas por placer y como delfines eran privados del lecho para ser prisioneros de mundanos acuarios.
Todas estas cosas hicieron contra mí aquellos seres y por eso ahora estoy en el borde del abismo. Oigo las trompetas del fin.
Ambas lloraron y el bosque se hundió bajo la coraza del silencio, entre los higos de la tristeza.
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MADRE TIERRA
Fantasy"Cuando el último árbol sea cortado, cuando el último río sea envenenado, cuando el último pez sea pescado, solo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come" Proverbio indio