CAPITULO 15

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Repasen toda su vida y escojan un momento en el que en realidad quisieran morirse por vergüenza, pues el mío es este.

—¡Ay Sebastian! Mi hija es tan encantadora, mírala, tan bonita que es ¿No te parece preciosa? ¿Ya tienes novia? ¿Estás soltero? ¿Te gusta el campo? —mi mamá fundía de preguntas a mi jefe y este solo no hallaba cómo responder, y yo solo comía como puerca para pasar la vergüenza. —Y es que te sorprendería lo bonita que creció mi niña, cuando era adolescente toditos sus tíos y yo le decíamos de cariño gordita plo plo.

—¡Mamá! —exclamé con la voz aguda y las mejillas sonrojadas.

—¿Por qué gordita plo plo? —preguntó mi jefe y lo fulminé con la mirada.

—¡Eso no le interesa señor Baeva!

—Oh, mi niño es que Irmesyi estaba un poco pasadita de peso. —Y ahí está, traicionada por mi propia madre. —Déjame y te muestro el álbum de fotos.

—¡Mamá no hace falta! —grité.

—Pero yo sí quiero ver ese álbum Firz—Ahora mismo quería matarlo.

—¡Ya lo busco! —exclamó mi madre y fue a toda marcha a buscar el dichoso álbum. Mi jefe tenía una sonrisa de satisfacción en sus labios.

—¿Qué es lo que pretende?—pregunté enojada.

—¿Yo? No pretendo nada Firz—dijo el cínico imbécil.

—¡No le creo! De paso, ¿¡Qué gana viendo mis fotos de juventud!?

—Solo conocerte—lo miré con los ojos entrecerrados.

—Beethoven—Mi perro se irguió y se comenzó acercar a mi jefe.

—¿¡Qué haces!? ¡Aleja a esa bestia de mí!

—Pero Beethoven es un amor, sonríe Beethoven—Mi dulce perrito le mostró sus dientes a mi jefe y le gruñó de forma "amistosa".

—Firz te lo advierto, le daré una patada a tu perro.

—Adelante, lo reto, como es lo más prudente darle una patada a un rottweiler. —dije con una sonrisa y los brazos cruzados, dejando que Beethoven lo asustara.

—¡Aquí está el álbum! —gritó mi madre sentándose de nuevo a la mesa. Y vio como Beethoven amenazaba a mi jefe. —¡Beethoven abajo!

El perro obedeció y vi como mi jefe suspiraba de alivio.

—Gracias señora—dijo el idiota, como me hubiera gustado que Beethoven le diera una mordida.

—Mire Sebastian, aquí están las fotos de mi niña—Mi jefe tomó el álbum y yo me preparaba psicológicamente para lo que se venía.

—Era una bebé muy..."Adorable", Firz—Si adorable quiere decir fea en su idioma.

—Sí, mi niña nació hermosa se puede ver cómo fue creciendo.

—En estas fotos se ve feliz Irmesyi. —señaló él sin dejar de mirar el álbum, miraba en especial una foto de mí a los diez años en donde estaba con mi papá montada sobre un caballo. —¿En dónde es esto?

—En el campo de mi tío —le respondí viendo la foto, me traía muchos recuerdos buenos—Ese de ahí es mi papá, siempre íbamos los días de vacaciones, era una buena época.

—Si antes de que se cansara y se fuera con esa perra.

—Mamá no empieces por favor—le pedí en voz baja.

—¡Es que es cierto! Le di los mejores años de mi vida a esa lacra y mira cómo me pagó, nunca podía darte para que compraras al menos un par de zapatos para tu graduación, no le nacía del corazón darle algo a su hija. ¡No! Todo se lo daba a su mujercita y la putonga de piernas abierta que es ahora su hijastra. —agaché mi cabeza, no quería hablar de estos temas frente a mi jefe.

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—Este... Oh, y este elefante ¿Quién es? —preguntó mi jefe de seguro intentando aliviar la tensión.

—Esa es Irmesyi, era una gordita muy adorable—alcé mi mirada y vi la foto, era yo hace unos doce años. —Tenía lo cachetes muy inflados y su tío le decía gordita plo plo.

Si recordar los años en la que eras la burla de todos tus primos por tener sobrepeso, no es la mayor de las torturas, no sé qué podría ser peor. Mi jefe se rió y no dejaba de ver esa foto, tenía catorce años en ese entonces, mis papás se separaron, no es como si hubiera llorado a mares, porque eso se veía venir pero con cada comida o golosina comencé a engordar y no me daba cuenta de ello, hasta que mis primos y mis tíos me lo echaron en cara.

En aquella foto no era la que soy hoy, aunque ahora estoy en un peso que se podría considerar normal para una mujer de mi estatura, no tengo la misma sonrisa y la misma mirada de felicidad que tengo en esa foto; ahí estaba sentada sobre una piedra cerca del campo de mi tío, pero lo especial es que mi padre estaba conmigo y me había tirado también esa foto.

—¿Puedo quedarme con la foto? —preguntó de la nada el señor Baeva.

—¡Y usted para que quiere mi foto! —exigí saber.

—Para reírme de ti cada vez que me venga en gana.

—¡Beethoven! —el perro le gruñó, podía decir sin temor a equivocarme que a Beethoven no le agradaba el señor Baeva y estaba orgullosa de ello, al menos mi lindo perrito me es leal.

—¡Irmesyi compórtate! ¡Beethoven abajo! Y Sebastian por supuesto que puedes quedarte con la foto.

—¡Pero mamá!

—¡Nada! Te callas la boca y terminas de comer. —con rabia terminé de comer, ni siquiera lo comprendo ¿Por qué este hombre quiere quedarse con la foto de una adolescente fea y gorda?

Al terminar la hora del almuerzo, mi madre envolvió la comida que sobró y me la entregó en varios envases.

—Mamá...

—¡Tienes que comer correctamente! ¡Y no me rezongues! —ella me da besos por todo el rostro y me abraza como si no me fuera a ver nunca más. —Iré a visitarte el fin de semana, mi dulce niña.

Sonreí. Mi madre era muy efusiva con sus despedidas

—De acuerdo mujer, pero ya suéltame. —me separé de ella antes de que se antojara de volver a darme un abrazo asesino, y subí a la camioneta del señor Baeva. De camino a la empresa, no me resistí y volví a preguntar—¿Para qué quiere mi foto?

—Ya te lo dije, para reírme de ti, además me sorprende que estés tan delgada a como estabas en aquella foto.

—Sí, digamos que al entrar a la universidad y vivir sola en una habitación, me encargué de mi propia alimentación, me ayudó mucho a bajar esos kilos.

—También está el ejercicio.

—Soy muy vaga, preferí ajustar más mi ingesta de alimentos pero ahora lo que menos me importa es engordar, adoro la comida.

—Tu madre te quiere mucho Firz...

—Admito que puede ser un poco agresiva, pero tiene mucho amor para dar ¿Acaso la suya no es así?

—Mi madre es todo lo opuesto a la tuya...

—Sí, me la imagino—El camino a la empresa la pasamos en silencio escuchando todo mi álbum de reproducción.

SEBASTIAN BAEVA.

El almuerzo en casa de la madre de Firz, no fue el mejor, pero fue la mejor comida que he probado en meses, aquella señora debería darle algunos consejos a mi madre. Terminaba de transcribir algunos documentos, apagué mi computadora, salí de mi oficina, la cual tenía una cerradura que se cerraba de manera automática ingresando una clave, mi secretaria ya se había marchado.

©NECESITO UN RESPIRO... Serie: Necesito 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora