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1 mes después

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1 mes después.

Dormí envuelta en dos cobertores para librarme del frío y mientras el tiempo pasaba daba vueltas en la cama, convencida de que esa noche no lograría dormir.
¿Qué pasaba conmigo?
Me senté con un suspiro y me encontré con que incluso mi perro dormía plácidamente sobre la almohada que le había dejado en el suelo, a un lado de la puerta del armario.

Sentí envidia por él que ni siquiera con el ruido de mis pasos despertaba, al ponerme de pie e ir a la cocina.

Cuando no lograba dormir, solía rendirme fácilmente y tomaba mi celular y me escabullia para comer hasta hartarme.
Al menos, esa era una costumbre que tenía cuando vivía en casa de mis padres, pero ahora mi refrigerador era una miseria y sabía que no podía darme el lujo de un atracón como esos porque tenía la cantidad exacta de comida para terminar la quincena.

«Maldita pobreza» pensé y tuve que conformarme con un vaso de leche.
Lo bebí a sorbos cortos mientras miraba la hora en mi celular.
Eran casi las tres de la madrugada y yo no tenía ni las más remotas ganas de dormir.
En lugar de eso, me distraía viendo la luna a través de la ventana de la cocina y al fondo, el sonido del viento acompañado de un suave silbido.
Aquel silbido, que progresivamente se hacía más largo y agudo, me pareció el llanto de un animal y por un segundo pensé que podría tratarse de mi perro, pero al acercarme a la habitación, el pequeño animal continuaba tranquilo sobre su almohada.
Volví la vista hacia la sala a mi espaldas, donde habían tan solo un par de sofás al frente de la chimenea, una mesa central y al fondo, un gran ventanal cubierto por cortinas blancas.
Al otro lado de estas, se encontraba el jardín posterior a la casa.
No solía mirar ahí por las noches, porque el jardín lindaba con los bosques y eran tétricas las sombras que los monstruosos encinos formaban.

Sin embargo, en esa ocasión, la curiosidad fue más fuerte que mi miedo y abrí las cortinas para encontrarme ahí afuera con lo que parecía ser un joven venado tendido en medio del jardín.
El animal emitía agudos ruidos que me demostraban que estaba sufriendo, pero no estaba segura de cuál era la razón.
Al juzgar por su tamaño y el hecho de que no tenía cuernos, supuse que era una hembra y pensé que tal vez podría estar dando a luz, o quizá algún depredador la había lastimado.

Así que a pesar de lo tenebroso que era aquel espectáculo y a pesar también del frío que había ahí afuera, salí para intentar ayudarlo porque me angustiaba ver a esa criatura sufrir tanto.
Me acerqué con cautela. No quería asustarlo o molestarlo y que me atacara por ello, aunque estaba bastante segura de que ese venado no podría ponerse en pie.

Di algunos pasos más cerca y su llanto estremecía mi piel. Estaba asustada por dentro y más aún al encontrarme con el brillo de sus ojos frente a mí, mirándome con súplica.
Ahí mismo, noté que estaba herido. Había sangre en su costado y en efecto, no podía levantarse.
Se me ocurrió que debía cubrir su herida para que no continuara sangrando, así que volví corriendo a la casa para tomar un paño de tela en la cocina.
Lo humedecí un poco y regresé rápidamente hacia el jardín.
El rebote de mis pasos y mi respiración contra el eco de la casa, hacia un escándalo.
Crucé las cortinas blancas apartandolas bruscamente con las manos y al salir al jardín me encontre frente a frente con el venado yaciendo ahora en silencio y a su lado, la sombra de una persona encorvada.
Con las manos sostenía al animal por la cabeza y le mordía el cuello, emitiendo un extraño gruñido mientras absorbía su sangre.
Retrocedí aterrorizada por esa imagen tan impactante, pero al dar ese pequeño paso, una hoja de otoño crujió bajo mis pies y aquella bestia levantó la vista para encontrarse conmigo.
Horrorizada, me percaté de que era humano, o al menos tenía la apariencia de serlo.
Gruñó de nuevo y sus dientes tan blancos como las perlas, resplandecieron entre la obscuridad.
Un grito agudo salió de mí cuando se acercó a gran velocidad y al tenerlo frente a mí, me tomó duramente por los hombros. Pude ver el brillo de sus ojos verdes y sus facciones tan familiares. Era el sujeto de la casa de a lado. Harry.

Querida mía | Harry Styles |Where stories live. Discover now