Capítulo 10

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     El trabajo de Claudine consiste, entre otras cosas, en ser la recepcionista de nuestro negocio. Ella insiste en querer ayudarnos con las tareas pesadas, como la limpieza y ordenar el negocio cuando recién abrimos cada mañana, mover las sillas e incluso descargar las cosas que nos traen desde Bordeaux para abastecernos de productos tales como acondicionadores, cosméticos o la pintura para teñir el cabello. En ocasiones, nos ayuda haciendo el inventario y con otras tareas más pequeñas e insignificantes. El día de hoy le he pedido que se encargue de ordenar las revistas que dejamos para que nuestras clientas se entretengan en algo mientras esperan su turno.

Yo estoy jugando mi partida matutina de Buscaminas mientras esperamos a madame Marie Claire, o a nuestras primeras clientas del día. El salón de belleza nunca pasa un día sin ofrecer sus servicios, es lo que me encanta de trabajar aquí. Siento un cosquilleo en el dedo donde siempre llevo mi sortija de compromiso y el nudo vuelve a formarse en mi garganta. Siento las lágrimas brotar de mis ojos y Claudine me mira fijamente.

—¿Está todo bien, mademoiselle Apoline? —me pregunta angustiada y se acerca a mí para colocar una mano en mi espalda y dedicarme una caricia como acto de consuelo.

Me enjugo las lágrimas y le dedico una amigable sonrisa. Mi voz se escucha quebradiza cuando respondo intentando controlar el temblor de mi mandíbula.

—Todo está bien, Claudine —le digo.

Me toma de la mano y le da un apretón. Sin duda alguna, puedo considerar a Claudine como mi mejor amiga.

No es la primera vez que me deprime la evidente ausencia de Jacques, así que agradezco que Claudine esté siempre presente cuando estoy a punto de derrumbarme.

Vemos llegar a madame Marie Claire en este momento. Ha traído ya el desayuno y nos saluda con cariñosos besos en las mejillas. Me dedica una cálida sonrisa y acaricia mis mejillas cuando se da cuenta de que he estado a punto de llorar. Ella entiende a la perfección mi angustia.

Madame Marie Claire reparte el desayuno y nos sentamos en círculo alrededor del escritorio de la recepción del negocio. Estoy acostumbrada al cotilleo que se inicia cuando comemos juntas, así que la noticia que da madame Marie Claire me toma por sorpresa.

—Apoline, necesitaré que Claudine y tú se encarguen del negocio por un par de semanas, mientras yo voy a París.

Me atraganto con un trozo de manzana bañado en miel y Claudine tiene que darme una palmada en la espalda para recuperarme. Toso un par de veces hasta que consigo tragar el bocado y finalmente puedo mirar a madame Marie Claire con ojos llorosos. Ella ríe y Claudine también rompe en una carcajada.

—¿Tengo que encargarme del negocio yo sola?

No sé si estoy lista para tomar el control del salón de belleza. Es como si de repente madame Marie Claire hubiera enloquecido y...

¿Ha dicho que irá a París?

—Tengo que ir a un viaje de negocios y estaré fuera del pueblo por un par de semanas —nos explica.

Claudine está distraída jugueteando con un trozo de durazno. No es la primera vez que madame Marie Claire se va. Usualmente viaja a otros sitios de Francia para encargarse de sus cadenas de tiendas y regresa al cabo de un par de días.

—Todo será pan comido para ti —me consuela con un apretón de manos—. Sólo debes seguir con tus actuales obligaciones y encargarte de las entregas que vengan de Bordeaux. Y claro, hacerte cargo de Claudine.

Recién ahora se me ha ocurrido una brillante idea. No sé por qué no pensé antes en eso. Madame Marie Claire irá a París, a la ciudad donde mi querido Jacques se encuentra estudiando la carrera de medicina. Aunque sé que madame Marie Claire irá sólo por negocios, estoy convencida de que buscará la forma de ver a su hijo luego de tantos años sin tenerlo cerca.

—¿Puedo ir con usted, madame?

Claudine me mira entonces como si no creyera lo que acabo de decir. Madame Marie Claire también se ha quedado incrédula. Las tres nos sumimos en el silencio y sé que he cometido un gran error.

Si voy con madame Marie Claire a París, el negocio se quedaría a cargo de Claudine y no podemos dejar que una chica embarazada descargue los envíos de Bordeaux y haga las tareas pesadas. Especialmente cuando no tiene una mínima idea sobre la administración de las finanzas del negocio. Tendríamos que dejar cerrado el salón de belleza hasta nuestro regreso.

—¿Ir conmigo? Apoline, voy a hacer negocios. Si fuera un viaje por placer, te invitaría con gusto, pero...

Madame Marie Claire está consciente de que no he recibido noticias de mi novio en mucho tiempo. Me entiende más de lo que mi propia madre podría hacerlo. Cuando termino de decirle cómo me siento y lo que quisiera lograr con ese viaje, se queda callada mientras considera la idea. Claudine me mira como si me estuviera reprendiendo por afectar el negocio con mi súplica infantil, pero, ¿qué puedo hacer? Necesito aprovechar esta oportunidad. Necesito ver a Jacques al menos una vez.

Amo a Jacques y quiero pasar el resto de mi vida con él, necesito verlo para saber al menos si aún seguimos siendo pareja o si nuestro compromiso sigue significando algo para él.

—Te llevaré —dice madame Marie Claire—. Pero antes, las tres tenemos que llegar a un acuerdo.

No puedo creer que haya sido tan fácil convencerla.

—Como te dije, voy a un viaje de negocios —continúa, y comienza a juguetear con el tenedor que tiene en la mano—. Me acompañarás a todas mis reuniones. Aprenderás un poco más sobre administración de empresas y podrás hacer lo que quieras en tu tiempo libre, ¿de acuerdo? En cuanto a Claudine... No podemos dejarla aquí, así que la llevaremos también con nosotras.

De repente Claudine y yo ya estamos chocando las palmas. Ha sido un tremendo golpe de suerte y me siento agradecida. Es una oportunidad que no estoy dispuesta a desaprovechar.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

Mis padres no tomaron bien la noticia. Madame Marie Claire intercedió a mi favor y aseguró que cuidaría de mí durante las dos semanas que estaríamos fuera. Accedieron a regañadientes y me permitieron hacer el viaje con la condición de que tenía que llamarlos diariamente. También tuve que prometer que no me separaría de madame Marie Claire bajo ningún motivo y que no saldría a explorar la ciudad por mi propia cuenta.

Entre la ropa que llevaré he ocultado la fotografía que Jacques y yo nos tomamos aquella noche cuando se celebró el aniversario del matrimonio Cacheux en la verbena, llevo también mi teléfono celular y la carta que Jacques me escribió cuando me propuso matrimonio.

De tantas veces que la he leído, se ha arrugado y los bordes están rotos. Las palabras siguen claras y legibles, aunque ya se nota que fue escrita hace años. Quisiera saber si, esté donde esté, Jacques está pensando en mí de la misma forma que yo pienso en él. Las preguntas de rutina comienzan a atormentarme nuevamente y me roban el sueño. ¿Jacques aún me ama? ¿Aún me recuerda? ¿Está saliendo con alguien más?

Mi madre suele decirme que las malas noticias siempre corren rápido, es por eso que estoy convencida de que Jacques no está herido o que ha pasado una tragedia. Mi corazón, sin embargo, no puede evitar angustiarse y me hace pensar que quizá, sólo quizá, no he sido para Jacques algo más que un enamoramiento de adolescentes.


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