No puede ser. ¿Eva? ¿Homosexual? ¿Enserio? En ella no te lo esperabas.
Tú: ¿Cómo?
E: Soy lesbiana, por eso te digo lo de mis padres.
Tú: Pero... Entonces... ¿Por qué tonteas con Jesús?
E: Es que... intento hacer ver que un chico me atrae... aunque no sea así. La gente lo primero que piensa al verme es que soy homosexual, y no quería que en el hospital pasase lo mismo.
Tú: Limpiándote los labios con la mano - Pero no me beses joder.
E: No he podido evitarlo, es que creo que me gustas.
Tú: Imposible, ¡si me odias!
E: Que diga lo que piense sobre ti a la cara no significa que me te odie.
Tú: Pues menudas cosas piensas sobre mí...
E: Pero me atraes igualmente.
Tú: Poniendo los ojos en blanco - No jodas.
E: ¿No eres lesbiana? Ah espero, que sales con el gemelo... - decía rascándose la cabeza.
Tú: ¡Sí hostias! ¡Y encima me besas!
E: ¿No te ha gustado?
Tú: Acercándote a la puerta e ignorándola - Ainhoa, ya puedes entrar.
Ainhoa entró.
A: Eh, no habéis comido nada.
Tú: Ya voy. -decías sentándote y empezando a comer.
E: Yo también - decía sentándote y guiñando un ojo - Pero solo un poquito.
A: Vale. - decía mirando a Eva muy contenta.
Ainhoa se acercó a ti.
A: Susurrándote - ¿Qué le has dicho para que cambiase de opinión?
Tú: Es... - miraste a Eva - muy largo de contar.
A: Pues haya pasado lo que haya pasado, ha funcionado.
Tú no estabas tan contenta. Dormías con una maldita choni lesbiana. No tenías nada contra los "chonis" o "canis". Ni contra la homosexualdad. Pero en este caso hiciste una excepción, ese beso no te gustó. Para nada.
Ainhoa recogió vuestros platos y se marchó.
E: ¿Quieres hacer algo?
Tú: Ni me hables, - mirando la ventana - que va, tengo que salir a tomar el aire.
E: ¿A dónde vas?
Tú: Quiero estar sola...
E: Pero Gabi...
Tú: ¡He dicho que quiero estar sola! - dijiste de un portazo.
Subiste a la azotea. Era la primera vez que ibas. Se podía subir solo los martes. La tarde se acercaba, y el cielo se tiñó de colores naranjas y rosados. Era una preciosidad.
Alguien subió. La pequeña y dulce Joana.
J: ¿Qué haces aquí arriba?
Tú: Verás, es que necesitaba tomar aire fresco. Ya sabes, relajarme.
Joana se acercó a ti.
J: ¿Sabes qué es lo que me tranquiliza a mí?
Te agachaste poniéndote a su altura y le sonreíste.
Tú: ¿Qué te tranquiliza a ti?
J: Señalando el cielo - Adivinar las formas que tienen las nubes.
Oh, ese juego. Siempre en las tardes de verano jugabas con tu hermana Noe.
Pero querías darle un poco de protagonismo a Joana, así que te hiciste la loca.
Tú: ¿Y cómo se juega a eso?
J: Es facilísimo, primero hay que estar en el suelo - decía mientras se echaba al suelo - miras las nubes y tienes que decir qué formas tienen.
Tú: Voy a probar. - decías mientras te echaba.
Te echaste, poniéndote al lado de Joana. Ese día era perfecto para jugar a ese juego, ya que el cielo estaba lleno de nubes de todas las formas y tamaños. Y 3, 2, 1... A jugar.
J: ¡Mira, esa tiene forma de conejito!
Tú: ¡Y esa tiene forma de helado!
J: ¡Mira, mira, esa es una margarita!
Tú: ¿Una margarita? Yo más bien diría que es un tulipán.
J: Mm... - sonriendo de forma pícara.
Tú: Riéndote y haciéndole cosquillas - ¡Estás haciendo trampas!
J: Riéndose - ¡Mentira!
Tú: Haciéndole aún más cosquillas - ¡Qué tramposa eres!
En ese momento Noemi (la enfermera de Joana) subió a la azotea. Joana y tú os levantasteis rápidamente.
N: ¡Joana! ¿Qué haces aquí?
Tú_ Relajase, sólo estábamos jugando.
J: Tirando del brazo de su enfermera - Noemi, Noemi, estaba jugando a adivinar las formas de las nubes con mi mejor amiga.
N: Haz el favor de volver a la habitación.
J: Espera que le voy a decir adiós. - Se acercó a ti, te abrazó y te susurró algo al oído - Otro día jugamos otra vez.
Tú: Vale, pero sin trampas, ¿eh?
Joana se fue mirándote y sonriendo. Si es que esta niña era lo más rico del mundo.
N: Dirigiéndose hacia Joana - Espérame allí - se acercó a ti - Y a ti, que no se te ocurra llevarte a Joana a ningún sitio sin antes decírmelo.
Tú: Oh, vamos. En primer lugar, ella vino por sí sola, y segundo, es una niña, déjela vivir tranquila - Decías mientras te ibas.
Bajaste por las escaleras y decidiste explorar más sitios del hospital.
Entraste por un pasillo que desconocías, giraste a la derecha y... ¿Qué era esto? ¿Una... una sala de baile?
Ah, sí, aquí se hacían las pruebas para probar las piernas artificiales. Pero es que había de todo: Una pista perfecta de baile, CDs, un reproductor...
Tú: Poniendo un CD en el reproductor - ¿Por qué no?
Una canción clásica sonó, te sonaba, ya que tu madre tiene ese mismo álbum desde hacía varios años atrás.
La música sonó, y como no había nadie, empezaste a bailar.
Todo lo que tenía que ver con la música se te daba bien, y eso incluía el baile. Las canciones pasaban y tus pasos fluían sin interrupción alguna.
Alguien entró, y no te diste cuenta, pero cuando ese alguien cerró la puerta, sí que te diste cuenta. Paraste de bailar, quitaste la música. Te acercaste a la puerta para abrirla. Estaba cerrada. Aporreabas la puerta descontrolada.
Tú: ¡Abridme cabrones! ¿Alguien me oye? Oíste los aplausos de alguien que estaba en el otro lado de la pista, y era la persona que supuestamente te había encerrado, en resumen: era Iván.