VIII

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Despierto por el ruido de algo cayendo al suelo. Trato de orientarme, pues no sé dónde estoy. Luego recuerdo los sucesos de la noche anterior. Me levanto sintiendo un palpitante dolor en cada musculo, pues dormí sin más cobijo que un suelo duro y frío. Volteo y frente a mí está Quincy, aún dormido. Veo a mi alrededor, definitivamente es una casa abandonada a la que el tiempo le ha pasado factura. Hay segmentos de muros deteriorados por la humedad y las termitas, y trozos de las vigas del techo derrumbados. Salgo al exterior, es una zona montañosa como cualquier otra. Veo a lo lejos a Jun caminar hacia acá cargando con un bulto peludo.

–Pensé que no despertarías–me dice con una sonrisa–. Tuve que salir a cazar sola.

–Pudiste despertarme–le digo–. No estaba herido, ni mucho menos.

–No me gusta despertar a nadie, costumbres–me pasa el bulto, que cuando veo son conejos muertos–. Doce en total–dice–. Hay que desollarlos y limpiarlos, y ya que estas despierto.

Fue una de las cosas más asquerosas que hice en mi vida. Ver las entrañas de tantos conejos, además de tener que extraerlas y dejarlos vacíos. Me sorprende la naturalidad con la que lo hace Jun. Al cabo de media hora tenemos los conejos desollados y limpios colgando por el cuello. Luego retomamos la ida al bosque en busca de contornos. Jun reconoce de inmediato las raíces y hongos comestibles, yo por mi parte solo conozco algunas especies de bayas de las que, según me dijo Jun, la mayoría eran venenosas. Regresamos con dos bolsas repletas de bayas, hongos y raíces, a tiempo para encontrar a Quincy despierto y rondando por la casa desorientado.

– ¡Chicos, al fin!–dice exaltado y se aproxima a nosotros cojeando–. Pensé que estaba solo ¿Qué es este lugar?

–Lo que ves–dice Jun–. Una casa abandonada y destruida. De haber caminado dentro, habrías encontrado a Emery, tus cosas y lo que necesitamos para hacer el catalizador de Will.

– ¿Cómo está Emery?–pregunta notablemente preocupado–. ¿Y por qué no estamos en el pueblo?

–Enviaron cazadores a buscarnos–dice Jun–. Se supone que debamos estar muertos, y Will en una celda de la inquisición. Algo está pasando, y mientras más alejados nos mantengamos del pueblo, será mejor. Abrí un sendero falso que se aleja de aquí por kilómetros, suficiente para desviarlos. Espero que lleguen unos amigos, ellos podrán ayudarnos un poco. Por ahora, comamos algo.

Quincy prepara un conejo con las raíces y los hongos. Comemos y de pronto se oyen pasos en el bosque. Nos viramos y vemos salir de la enramada a cuatro personas, tres chicos y una chica, guiados por un enorme perro gris.

–Ya era hora–les dice Jun yendo hacia ellos, los abraza y los lleva con nosotros–. Ellos son los amigos de los que les hablé–nos dice–. Van a ayudarnos en lo que necesitemos.

–Siempre que esté en nuestras manos–dice la chica, es de piel pálida y lleva una larga trenza dorada que llega hasta sus muslos–. Soy Camille Nello, aprendiz médico. Encantada de conocerlos–nos presentamos Quincy yo, luego llega un chico alto, delgado y de voz apagada.

–Soy Bogdan Gates–estrecha nuestras manos–. Magia Elemental tipo Agua de la rama Alquímica.

– ¡Oh genial!–exclama Quincy–. Yo soy alquimista, espero llevarnos bien. Podría aprender algunas cosas de ti.

–Lo mismo digo–dice el chico esbozando una especie de sonrisa.

–Podrían ser buenos amigos–dice otro de los chicos, un fornido y de actitud presuntuosa–. Soy Nigel Kresston, Magia de Batalla de la rama Espía, seré algo así como su "entrenador".

–Pero no hacemos magia de batalla–dice Quincy–. Soy alquimista, y él ni siquiera hace magia.

–Los términos pueden alterarse–dice Nigel–. La Flama Errante puede dejar ciego a cualquiera, y la Nictovisión te ayuda a hacer emboscadas. Todo depende del uso.

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